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Radiodifusión en los cuarenta
En Cúcuta se tiene noticia que la radio comenzó a finales de 1930.
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Viernes, 9 de Agosto de 2019

Por: Gerardo Raynaud D. | gerard.raynaud@gmail.com

Después de la creación de la primera emisora comercial en Colombia, en 1931, la radiodifusión tomó un auge inusitado tal que el gobierno nacional se vio en la necesidad de implementar una reglamentación que evitara su uso desmedido. En Cúcuta se tiene noticia que la radio comenzó a finales de 1930 y en esa época, por órdenes de la Personería municipal, se instalaron en los principales parques de la ciudad, en el Santander, el Mercedes Abrego, el Antonia Santos y el parque de la Victoria, varios altoparlantes para que los pobladores pudieran disfrutar de la música que se transmitía. Al principio, solamente se transmitía música, pues no existía una programación diferente y las emisiones de noticias o variedades apenas comenzaron a emitirse a medida que aparecieron personas que se capacitaron en la radiotécnica, especialmente, extranjeros y algunos nacionales que adquirieron experiencia en otros países. 

Desde el año 33, ya existía en Cúcuta la primera emisora comercial, “La Voz de Cúcuta” la que se mantuvo por quince años como el único canal de radio, hasta la aparición de Radio Victoria, que posteriormente se transformaría en la conocida hoy como “La Voz del Norte”.

Pues bien, a mediados de los años cuarenta, la “Voz de Cúcuta” estaba estrenando estudios. Por esta y otras razones, se había lanzado al aire una serie de interesantísimos programas, que tendré el placer de relatarles.

Un programa de mucha sintonía en la ciudad y la región era sin duda, “La Hora de las Variedades”, un espacio que se había iniciado finalizando la década de los treinta y que cada día cautivaba más público. Era dirigido por doña María de Marcucci y su principal éxito radicaba en sus selectos y escogidos temas culturales en los que presentaba trozos de poemas y pensamientos, muy de moda en ese tiempo, acompañados de buena música en la que se combinaban aires musicales de la más variada selección.

Es de anotar que por esos días las emisoras de radio desarrollaban sus programas en las estrechas oficinas desde donde emitían. Con el pasar del tiempo y la gran aceptación de las presentaciones, el público quería tener un contacto más cercano con sus artistas lo que llevó a la creación de los famosos radioteatros, recintos que albergaban al público que no solo escuchaba a los protagonistas sino que tenían la oportunidad de verlos e interactuar con ellos. Esta moda duró hasta la aparición de la televisión y desde entonces cayó en franco desuso hasta su desaparición.

Entre el público juvenil, el programa que había creado nuevas inquietudes se llamaba “Cazando Estrellas”; programa concurso que hizo verdaderas revelaciones para la afición radio oyente. En una de esas presentaciones surgió una nueva estrella, la niña Graciela Villamizar Mojica. Sus dotes de soprano cautivaron, no solamente a los espectadores sino también a los intelectuales de la emisora, quienes le ofrecieron un contrato para actuar en programas especiales.

Pero un programa creado especialmente para servir los intereses de los municipios del departamento, que los llenó de innegables perspectivas culturales se llamaba “Estampas del Norte”, en el que se presentaban los profesionales de mayor representación de esas comarcas, relacionando los datos de interés para el municipio, en lo concerniente  a su desarrollo económico y social. Para la época de esta crónica habían desfilado ante los micrófonos de la emisora, personajes como Efraín Vásquez, quien presentó, en forma dialogada la información de su municipio: Durania; también lo hicieron los doctores Luis Felipe Ramón mostrando las características sociales y económicas de Chinácota; Manuel Guzmán Prada, de Salazar de la Palmas y Joaquín Mansilla Chaustre de la población de Villa del Rosario.

Ya entonces comenzaban a gestarse los grupos escénicos que harían las delicias de los oyentes con sus radionovelas, dramatizados y musicales, estos últimos, con la presentación en vivo de grupos musicales y orquestas que posteriormente se harían famosos nacional e internacionalmente.

También fueron célebres los programas de celebración y efemérides que se daban con ocasión de fiestas nacionales, patrias o religiosas.

En el año 46, “La Voz de Cúcuta”  tuvo la feliz iniciativa de realizar con éxito un programa de celebración en honor de la fiesta nacional de la China. Para ello organizó un sugestivo programa en el que llevó la palabra el periodista Eleazar Pérez Peñuela, recitaron poemas del romántico Katay las señoras Ida de Pérez y Graciela de Duarte y se leyeron páginas admirables del gran polígrafo chino Ling Yu Tang, acompañados de las más bellas selecciones de temas orientales. En el remate de este programa, el señor Eduardo Aphan dirigió, en su lengua nativa un mensaje de saludo a sus compatriotas.

En otra ocasión, durante ese mismo año, se organizó un lujoso programa para celebrar el día de la raza, patrocinado por la Dirección Departamental de Educación. En esta audición, el doctor Luis Miguel Marciales, eximio exponente de la cultura y voz autorizada en los temas históricos, expuso con detalles el recuento de los sucesos relacionados con el descubrimiento de América y las consecuencias de forjaron la raza que hoy habita el continente. Seguidamente se dirigió a la juventud colombiana el rector de la Escuela Industrial, el licenciado Aureliano Rueda con un magnífico discurso en el que ilustró las bondades de nuestra civilización. En el segmento musical y artístico los guitarristas Uquilla y Ronquillo estuvieron admirables en la ejecución de algunos aires andinos al igual que nuestra recordada Graciela De Duarte Escobar en la interpretación de unas bulerías gitanas, que fueron muy aplaudidas. Los coros de la Escuela Industrial y del Colegio Cúcuta interpretaron los himnos patrióticos tan comunes en estos actos.

Un reconocimiento para quienes tenían a su cargo la gestión de las actividades de esta emisora, en sus primeros años: don Bernardo Pinzón Barrera, organizador y administrador y a don Juan de Torcoroma, director de las audiciones culturales quien con su orientación había logrado darle forma brillante a su trabajo.

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