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La Revista Cúcuta fue la excusa
La publicación, que se repartía gratuitamente, fue el órgano informativo de la Sociedad de Mejoras Públicas.
Viernes, 4 de Marzo de 2016

Por los años sesenta del siglo pasado, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cúcuta, una noble institución que por más de un siglo entonces, procuraba el bienestar de los cucuteños y velaba por las buenas costumbres y la prosperidad de la ciudad.

Entre sus principales fundamentos, se había propuesto la Sociedad, propender por la divulgación cultural a través de una publicación periódica que le permitiera al público más vulnerable y con la ayuda y el apoyo de los entes gubernamentales locales y regionales, particularmente con la oficina de Extensión Cultural del municipio, entregarles un mínimo de cultura, de conocimiento y el anhelo de leer y aprender

Durante algún tiempo se editó una publicación que se repartía gratuitamente, que fue el órgano informativo de esa institución, la cual llamaron Revista Cúcuta, sin embargo llegó un momento que el impreso no volvió a llegar a las manos de su público y ante este suceso, se comenzó a especular por las razones que motivaron esta cesación, toda vez que por informes que se tenían, el documento seguía imprimiéndose, pues la labor divulgadora de la Sociedad debía seguir cumpliéndose de manera juiciosa, atinada y consecuente.

Algunos acuciosos hicieron sus averiguaciones, pues eran asiduos lectores de la revista y descubrieron que el problema era de distribución, la que se hacía por todos los barrios más necesitados de la ciudad, sin excepción, lo cual despertó en ellos algo más que curiosidad. Encontraron que el material lo venían dejando acumular, almacenado en un rincón de sus espaciosas bodegas, como dijeron entonces,
“para beneficio del sindicato de ratones beneméritos”.

Parece que faltaba presupuesto en Extensión Cultural, para hacer llegar el material a sus lugares de recibo, como lo argumentaron algunos periodistas, perdiéndose así la ciudadanía, la oportunidad de extender su cultura en las admirables páginas de Pedro María Fuentes, quien escribía sus páginas de “Efemérides Cucuteñas” o de informarse, con las fotos que en ese medio se publicaban, de los aconteceres que gráficamente se presentaban.

La tesis de la falta de presupuesto, al decir de los conocedores del momento, no tenía asidero lógico, en cuanto a la distribución de la revista, pues casos se conocían de “publicaciones fantasmas” con mínimos resultados en los barrios, pero que las cuentas de cobro si se veían con pasmosa regularidad. Todo este embrollo, parecía tener su origen en la dirección de la oficina de Extensión Cultural, cuya autoridad máxima, a quien identificaban como Toynbee, en alusión a un conocido historiador inglés muy de moda por esa época y por quien profesaba especial admiración.

Este personaje, un reconocido profesional cucuteño, venía manejando las riendas de esta unidad gestora de cultura en la ciudad, con cierto aire de autonomía, siendo criticado por un amplio sector de la comunidad con quienes no comulgaba y que por esa razón, no perdían ocasión para ‘bombardearlo’ cuando algunas cosas no resultaban como se esperaba y en este caso, como sucedió con la revista de la Sociedad de Mejoras.

El grupo que reprochaba al director de Extensión Cultural, lo acusaba de favoritismo con quienes publicaban artículos lisonjeros, con desmesurados elogios para su ídolo y que en lugar de pensar en obtener un ambicioso presupuesto, debía en cambio, configurar un plan de acción mínimo y directo que beneficiara esos barrios que tanto lo necesitaba, que además de la revista, incluyera charlas o conferencias sobre Cúcuta, su  fundación y su desarrollo; conversatorios sobre los personajes históricos y prohombres de la ciudad y la región y las celebraciones de sus aniversarios tradicionales;  también que se promoviera un plan de alfabetización, habida cuenta de la gran cantidad de población analfabeta que en esos años, todavía se tenía en la ciudad.

Esos mismos críticos le sugerían a los “toynbistas” o “tombiseños”, como llamaban a los seguidores de este dignatario, que este plan se diseñara de acuerdo y siguiendo las normas Laubach, que según decían, “le enseñaba a leer a un ciego” y que recomendaban las autoridades educativas nacionales de entonces, plan que recomendaban se combinara con la presentación de grupos de teatro experimental.

Este enfrentamiento desató una agria disputa entre los dos grupos, al punto que en uno de los artículos publicados en la prensa, respecto de las propuestas anteriores, escribían que “un planteamiento tan sencillo, directo e inmediato no puede ser del agrado de los amañados ‘tombiseños’, que amenazan con renunciar si no hay presupuesto y presupuesto grande, posiblemente para que haya tela de dónde cortar a su acomodo, presentar cuentas fantasmas, hacer y deshacer con los fondos adscritos, sin que los barrios populares reciban cursos algunos de alfabetización por el plan mas atendible al efecto. Sería deseable y plausible una serie de folletos explicativos de forma sencilla y directa de la historia nacional a grandes trazos y para adultos y una cartilla de historia para niños.”

Y el consabido remate, con el que entraban a ‘matar’ a su oponente: ”…todo eso correspondería a una Extensión Cultural no ‘tombiseña’ sino cucuteña, que es lo que todo el mundo reclamaría si le dijeran que alguien, a nombre y con fondos del Estado, pretende darle cultura.”

Lo que colmó la copa del ensañamiento contra el burócrata y su equipo de Extensión Cultural, fue lo que ellos consideraban el  acabose, al incluir dentro del presupuesto, una partida para adquirir un inmueble donde operaría en adelante sus oficinas, pues las asignadas en la Biblioteca Departamental, entonces en la calle novena frente al parque Nacional, debían ser asignadas, según ellos, al servicio de los usuarios de la biblioteca y ubicar allí las obras y demás textos.

Remataban “Estas cosas tan sencillas no las entienden los interesados en no entenderlas, porque con el presupuesto que buscan para hincarle el diente, les basta y les sobra.”Pensar que toda esta pelotera fue producto de una situación anodina en la cual, una de las instituciones más destacadas y prestigiosas de la ciudad, se vio envuelta por la indiferencia de unos funcionarios que esperaban obtener otros provechos.

El hecho tuvo tal trascendencia que afectó la credibilidad de la Sociedad de Mejoras y en especial de su publicación y sus programas de divulgación cultural, que a partir de ese día se vieron afectados al punto que fueron suspendidos indefinidamente.

*Gerardo Raynaud D.|gerard.raynaud@gmail.com

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