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Lunes, 3 de Diciembre de 2012
~Volver a la Playa de Belén se ha convertido para sus hijos en una obligación que el tiempo y la distancia no pueden impedir, cita que cumplen cuando diciembre empieza a prodigar frescura y un aire cargado de nostalgia que atrapa a todos los habitantes de la Provincia de Ocaña, que se señorea en el occidente de Norte de Santander.~

eduardo.bautista@laopinion.com.co

La Playa de Belén cumple 150 años de fundación, siendo en Norte de Santander y Colombia un referente de belleza y pueblo que quiere vivir en paz.
Volver a la Playa de Belén se ha convertido para sus hijos en una obligación que el tiempo y la distancia no pueden impedir, cita que cumplen cuando diciembre empieza a prodigar frescura y un aire cargado de nostalgia que atrapa a todos los habitantes de la Provincia de Ocaña, que se señorea en el occidente de Norte de Santander.

Este año el reencuentro familiar y de amigos tiene un ingrediente especial, toda vez que esa reliquia arquitectónica y bien de interés cultural de la Nación cumple hoy 150 años, motivo de orgullo tanto para el que se ha quedado en casa mascullando la cotidianidad, como para el que añora el regreso y al pisar nuevamente sus empedradas calles va presuroso a repasar las hojas de los últimos acontecimientos y a contrastarlos con sus recuerdos.

Volver es un acto de fe, de esperanza y de renovación de votos de gratitud con una tierra amargamente dulce que lo ha dado todo y sin embargo poco ha recibido. Es la reafirmación del amor por el terruño, por la familia y es también amor de patria chica.

Así lo sienten quienes se dieron a la tarea de preparar la gran fiesta, cuidando de cada detalle, porque las paredes de calicanto o tapia pisada quedaran bien encaladas, las coloniales puertas y ventanas recibieran las capas de pintura necesarias, las materas en su puesto, los faroles iluminados y la nomenclatura en madera y avisos comerciales bien retocados.

Barrer y lavar las calles fue parte del ceremonial, así como acondicionar el parque central, la iglesia, la entrada al cementerio y las instalaciones de la Alcaldía, todo en completa armonía y ambiente de camaradería, sin que nadie pusiera reparos, acostumbrados como están a la labranza y a las duras faenas, porque se trató de acicalar para la ocasión a uno de los 10 pueblos más hermosos de Colombia.

Todo estuvo listo el último día de noviembre, para darle la bienvenida a las festividades navideñas, que inician el 4 de diciembre, cuando se celebra que en 1862 La Playa de Belén nació para la historia de la región y el país, y que siglo y medio después sigue tan campante sabiéndose una hermosa joya que todos quieren poseer.

Ese nacimiento coincide con la fundación de muchos pueblos del departamento y el país, finalizada la época colonial, cuando la comunicación se hacía por caminos de herraduras, las mulas eran el medio de transporte y los arrieros una clase social arriba en la pirámide social.

Muchos arrieros coincidían en una planada cuando transportaban cebolla hasta Ocaña por el camino real de Las Liscas, encontrando allí un buen sitio para asentarse como parte de la delicada empresa de levantar la familia y echar raíces, cansados de tanto ir y venir por enmarañadas alturas, especiales para emboscadas matreras que fueron llenando de cruces los caminos.

Cambiaron mulas, aperos y enjalmas  por hachas para abrir la selva y azadones para trabajar la tierra, encontrando en la agricultura identidad y fuente de riqueza, porque permitió llevar la comida a tiempo a la mesa y compartir la cosecha con los vecinos.

Después se dieron a la tarea de construir sus casas de gruesas paredes y techos de cañabraba y  teja, con amplios corredores internos para protegerse de los gélidos vientos y para la intimidad familiar, cuidando de mantener un toque colonial, que hoy es el principal atractivo.

Los viejos de ahora recuerdan que allí transcurrió su infancia, correteando por entre extensos  cultivos de cebolla que semejaban tapetes verdes o  escapando de vez en cuando hasta los Estoraques a descubrir figuras en aquellas enigmáticas formaciones hechas por el capricho de la naturaleza.

La vida en La Playa de Belén es de contemplación, donde se respira paz y donde el turismo se ha convertido en una opción, cuando el suelo ha perdido fertilidad y ya no se es la despensa agrícola de otros tiempos.

Entre tanto, los 8.503 habitantes repartidos en el casco urbano, 51 veredas y los corregimientos de Aspasicas y La Vega de San Antonio, seguirán manteniendo ese espíritu de hospitalidad para con el recién llegado, la generosidad y apego a la tierra que tuvieron los antepasados y esperando a los hijos que un día partieron buscando otros horizontes, pero que siempre vuelven, cuando la nostalgia que enajena el alma ya no deja dormir.
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