Al padre Variara, quien se encontraba en Táriba, Venezuela, le recomendaron los médicos, por salud, trasladarse a una ciudad con clima caliente y seco por lo que pidió que lo trajeran a Cúcuta. Y la familia Faccini-Andrade le abrió las puertas el 15 de diciembre de 1922 hasta el día de su muerte, hoy, hace 100 años. Tenía 48 años de edad.
Durante su estancia en casa de los Faccini se solemnizó, cada noche, la Novena y el padre Variara tocaba el armonio, Luis Faccini, la flauta y los demás miembros de la familia cantaban. A la media noche de la Navidad el beato ofició la misa en el hospital, invitado por las religiosas.
Mercedes Faccini Andrade se dedicó a cuidarlo durante los últimos meses y el padre Variara dio su último suspiro en sus brazos.
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Las honras fúnebres se llevaron a cabo en la Catedral San José de Cúcuta y su cuerpo fue trasladado a la parroquia San Antonio donde se le dio cristiana sepultura. Sin embargo, tiempo después, sus restos fueron transferidos a Agua de Dios, Cundinamarca, a la capilla de la Casa Madre del Instituto fundado por él. Su nombre volvió a relucir el 14 de abril de 2002 cuando el papa Juan Pablo II lo beatificó.
La hermana Martha Gutiérrez, consejera general para la pastoral, Hijas de los Sagrados Corazones escribió que “el estigma de la lepra fue una dura realidad social que marcó a la sociedad colombiana entre finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Es precisamente esta época la que sirve de escenario a la fundación del Instituto de las Hijas de los Sagrados Corazones”.