Del otro lado de la línea está Camila Ayala, hija de Jesús Emilio Ayala, el exalcalde de Salazar secuestrado el 21 de febrero de 2015 por hombres que aún hoy, cuatro meses después, siguen sin identificarse.
Con un tono de voz pausado, que aparenta tranquilidad y camufla las ganas de llorar, Camila inicia el relato de lo que han sido estos 120 días llenos de dolor, incertidumbre y soledad.
“A mi papá lo secuestraron el 21 de febrero. Desde ese momento hemos recibido dos llamadas en las que nos han dicho abiertamente que tenemos que pagar un rescate. La primera llamada que nos hicieron fue un mes después del secuestro; la segunda fue dos semanas después de esta. Desde entonces, no volvimos a tener contacto con las personas que lo tienen secuestrado”.
Durante estos cuatro meses, la familia Ayala, además de esos dos contactos telefónicos, ha recibido un video como única prueba de supervivencia de su ser querido.
“En una de las dos llamadas nos dijeron que fuéramos a un lugar a recoger algo. Cuando llegamos al sitio no había nadie, solo encontramos un video. En él, mi papá nos pide colaborarles a las personas que lo tienen y hacer todo lo posible para que lo liberen cuanto antes”.
Sobre cómo vio a su papá en el video, Camila prefiere no decir nada. Guarda silencio, reprime el llanto y suelta una frase lapidaria: “fue muy doloroso verlo así”.
Al dolor que ha significado no tener a su padre cerca, ni saber las condiciones en las que se encuentra, se le suma la incertidumbre por no saber quiénes son las personas que lo tienen cautivo.
“En la última llamada que recibimos, hace más de dos meses, las personas que hablaron nunca se identificaron. Las llamadas solo han sido para decirnos que necesitan que consigamos un dinero. Nada más”.
El no poder establecer contacto con quienes tienen a su papá, es lo que más preocupa a Camila y su familia, en estos momentos.
“No sabemos nada de mi papá y por más de que nosotros quisiéramos hacer lo que ellos nos piden que hagamos, entregarles lo que nos piden que les entreguemos, no tendríamos cómo hacerlo porque no sabemos cómo comunicarnos con ellos”.
Para los familiares de Jesús Emilio, si bien en un principio las razones de su secuestro parecían ser netamente económicas, el hecho de que sus secuestradores no se hayan vuelto a comunicar con ellos los lleva a pensar que de pronto existan otras intenciones ocultas.
“En un principio, nosotros pensábamos y estábamos convencidos de que el secuestro de mi papá era extorsivo porque en las llamadas que nos hicieron nos pidieron dinero. Sin embargo, lo que ha pasado después con todo esto, la pérdida de comunicación con ellos, nos lleva a pensar que no necesariamente podría tratarse de una cuestión económica”.
Para Camila, si las personas que tienen a su papá solo quisieran plata, el secuestro ya hubiese terminado hace rato, pues “se la hubiésemos conseguido de alguna manera o hubiésemos visto cómo hacíamos para que ellos nos lo entregaran”.
Sin embargo, cuando ven que pasa el tiempo y los secuestradores parecieran no estar muy afanados por el dinero, no saben qué pensar. La posibilidad de que sea otra la razón del secuestro se abre ante lo que ha venido sucediendo.
“Con el secuestro de mi papá, las cosas se han puesto muy difíciles en mi casa. Además de la angustia, la tristeza y el dolor por su ausencia, hay otras situaciones que también se han visto afectadas, pues mis hermanos y mi mamá dependían económicamente de él”.
Camila sostiene, con cierto dejo de pesar en su voz, que han buscado apoyo de diferentes entidades, incluso le enviaron una carta al presidente Juan Manuel Santos, pero la respuesta que les dieron desde su despacho era que la remitían a un ministerio. Este ministerio, a su vez, les respondió que la solicitud que ellos hacían tenía que seguir su curso en Norte de Santander y les adjuntaron un radicado. “Fue una respuesta evasiva, fría”.
Sobre la investigación que adelantan las autoridades por el secuestro de su papá, es poco lo que han podido conocer. Lo único que siempre les han dicho es que están trabajando. No más.
“Sin embargo, nosotros creemos que la reciente captura de las personas que fueron señaladas de ser las responsables del secuestro de la niña Daniela Mora, (hija de Diego Mora, director de la Unidad Nacional de Protección), podría ayudar un poco en la investigación del secuestro de mi papá”.
Camila se refiere a los hermanos José Wilmer, Diego Armando y Óscar Eduardo Peñaranda Peñaranda, oriundos de Salazar y quienes vivieron en una finca de La Laguna, corregimiento de este municipio donde fue secuestrado su papá.
“A la niña la dejaron en un punto entre Salazar y Santiago y el carro en el que ella se transportaba el día del secuestro lo dejaron sobre la vía donde también apareció el carro de mi papá. Por esto creemos que existen muchas similitudes entre los dos secuestros y que, ahora que estas personas fueron capturadas, mi papá pueda volver a la libertad”.
Finalmente, y en el apartado más doloroso de su conversación con La Opinión, Camila se refirió a la soledad que ha sentido su familia por el poco acompañamiento que ha hecho el Gobierno al caso de su padre.
“Nosotros hemos sentido que los nortesantandereanos han sido muy solidarios con nuestra familia. Sin embargo, de parte de las autoridades, del Gobierno, hemos sentido que no ha sido así. Por información que conlleve a la liberación de mi papá no se ha ofrecido ninguna recompensa. No hay una movilización policial ni militar ni especializada en pro de su liberación”.
Para Camila, la actitud del Gobierno, frente al secuestro de su papá, no ha sido la mejor.
“No nos hemos sentido acompañados por parte las autoridades que, cuando se lo proponen, sí pueden actuar de una manera rápida y efectiva, como lo demostró el caso de Daniela Mora”.
Según ella, las autoridades parecieran actuar dependiendo del nivel de repercusión mediática que pueda tener la víctima a nivel nacional.
“El Estado pareciera actuar con celeridad según la víctima: si es un caso que afecta directamente la reputación del Gobierno, este opera con diligencia; si es un caso en el que están involucradas personas del común, como nosotros, el Estado no es eficiente. Sentimos que las víctimas representan un fortín político; si la víctima hace ‘ruido’ o es cercana al Gobierno, este actuará de manera rápida. Si no, pues que siga siendo víctima, no interesa. Todo esto aumenta el dolor de los familiares de esas personas que parecieran no ser importantes para el Estado”.
Y sacando fuerzas, de donde pareciera no quedar nada más que dolor, Camila se dirigió a los secuestradores de su padre: “pónganse en nuestro lugar, ustedes también tienen padres y pueden sentir lo que estamos sintiendo; comuníquense con nosotros, por favor, ¡por favor!”.