La Opinión tuvo acceso exclusivo a un archivo en el que reposan los nombres de 13.919 personas muertas entre 1997 y 2005. En ese archivo, varios paramilitares hacen comentarios sobre 966 personas, asesinadas en Cúcuta, su área metropolitana y varios municipios del departamento. Los paramilitares no escatiman esfuerzos en narrar con excesivo detalle la forma como se planearon los crímenes, la motivación que hubo detrás de los mismos, cómo se llevaron a cabo y quiénes fueron los que participaron.
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Las historias sobre el horror paramilitar que se vivió en Norte de Santander entre 1999 y 2004 parecieran no acabar nunca.
Los asesinatos, las masacres, las desapariciones, los desplazamientos, las violaciones y las torturas, fueron el diario vivir de gran parte de los habitantes del departamento que, durante 5 años, soportaron las inclemencias de más de 1.000 hombres que, so pretexto de erradicar a las guerrillas de las Farc y el Eln, llegaron a esta región del país para terminar convertidos en narcotraficantes ávidos de poder y dinero.
La Opinión tuvo acceso exclusivo a un archivo confidencial, propiedad de varios exparamilitares postulados al proceso de Justicia y Paz en el que, sin ningún tipo de pudor, relatan, con excesivo detalle, los pormenores sobre 966 asesinatos cometidos en Cúcuta, Tibú y La Gabarra.
En esta especie de ‘lista del horror’, los excomandantes Jorge Iván Laverde Zapata, alias El Iguano; Albeiro Valderrama Machado, alias Piedras Blancas; Lenin Giovanni Palma Bermúdez, alias Álex y José Mauricio Moncada, alias Mocoseco, entre otros, cuentan cómo siguiendo órdenes o por iniciativa propia, llevaron a cabo muertes selectivas, masacres, desmembramientos y desapariciones de cadáveres durante la toma que hicieron de gran parte del territorio nortesantandereano.
Algunos de los episodios narrados a continuación en las propias palabras de sus autores, esconden tras de sí la verdad de cientos de homicidios, de los cuales solo hasta hoy se sabrá la forma en que se cometieron y la motivación que existió para que se llevaran a cabo.
En el archivo al que tuvo acceso este diario, los testimonios de los paramilitares aparecen diferenciados por colores en una gran tabla de Excel donde los responsables de estos crímenes no solo comentan sus muertes, sino que se advierten entre sí de las posibles contradicciones en las que podrían estar cayendo ante los señalamientos que hacía el entonces fiscal de Justicia y Paz, Leonardo Augusto Cabana Fonseca, por las inconsistencias presentadas en los relatos de algunos crímenes.
En los comentarios, los ‘paras’ se cuidan de no ir a repetir hechos o equivocarse en las fechas en que cometieron los crímenes, dejando advertencias como ‘pilas, esta muerte no puede ser a la misma hora de la otra porque nos contradecimos’.
A continuación, La Opinión extrae apartes de los escabrosos relatos hechos por los paramilitares sobre la forma en que fueron asesinadas estas personas.
El total de las víctimas y los comentarios hechos sobre sus muertes pueden ser consultados al hacer clic en la imagen, donde además se pueden realizar búsquedas por nombre, sexo, lugar, victimario, año y mes en que tuvo ocurrencia el hecho.
(Haga click en el banner a continuación para ver la base de datos de las víctimas)
Las primeras muertes
Los primeros cuatro crímenes sobre los que un paramilitar se pronuncia en el archivo fueron cometidos el 29 de mayo de 1999 en la vereda Socuavo del municipio de Tibú. Ese día las víctimas fueron Jorge Camilo González, Gerardo Berbesí, Rafael Claro y Omar Osorio.
Según la anotación hecha por Albeiro Valderrama Machado, alias Piedras Blancas, quien luego llegó a ser comandante en Pamplona, ese día la masacre fue cometida por un grupo de 240 hombres al mando de alias Camilo (Armando Alberto Pérez Betancourt, prófugo de la justicia). El grupo iba acompañado de dos informantes, quienes eran los encargados de señalar a los presuntos miembros de la guerrilla que vivían en la zona.
“Los informantes eran conocidos con los alias de Carlos Cúcuta y Saraguro. Todos (los muertos) quedaron en la vía. Ellos venían de La Gabarra. Alias Cordillera (Adelmiro Manco Sepúlveda, quien se suicidó en La Gabarra) mató como dos señores en un ranchito. No he podido averiguar los nombres”.
Masacre en Aguaclara
El 10 de julio de 1999, pasadas las 6 de la mañana, tres personas fueron acribilladas en el corregimiento de Aguaclara. Ese día, según lo consignado por Jorge Iván Laverde Zapata, alias El Iguano, entonces comandante del Frente Fronteras, 15 hombres armados pertenecientes a las Autodefensas Unidas de Colombia llegaron hasta ese lugar en busca de las personas que “conforme a los informantes conocidos como William Ortiz (alias Ramoncito) y alias Valvulina, fueran expuestas como integrantes, auxiliadores o colaboradores de las Farc, para ser asesinadas”.
Una vez llegados a Aguaclara, los 15 hombres ingresaron de manera violenta a las viviendas y obligaron a los residentes a reunirse en la cancha de fútbol localizada en el parque central del corregimiento.
Allí, los dos informantes que iban con los ‘paras’ señalaron a Jorge Enrique López, Jesús Fabio González Medina y Jorge Humberto Vera. Los tres fueron “asesinados a manera de ejecución con tiros en la cabeza ante la mirada e impotencia de sus vecinos, dejando a su paso grafitis en las paredes de las casas anunciando la presencia de las Auc”.
En la masacre participaron, además de El Iguano, Ómar Yesid López Alarcón, alias 18; Édgar Cercado, alias Papo (jefe de una banda delincuencial que operaba en Cúcuta cuando los ‘paras’ llegaron y que era conocida como Los Polleros); Ramón de las Aguas Ospino, alias Chaca (también de Los Polleros); Alfredo Julio Guzmán, alias Chirri y Jimmy Viloria, alias Jairo Sicario.
Recorrido mortal por Atalaya
William Ortiz (alias Ramoncito) y alias Valvulina, los dos informantes que acompañaron a El Iguano en la masacre de Aguaclara, lo acompañaron un mes más tarde, el 8 de agosto de 1999, a un recorrido mortal por la ciudadela Juan Atalaya.
Según lo dicho por El Iguano, ese día, en horas de la noche, alias Ramoncito y Valvulina se dirigieron con un grupo de 15 hombres perteneciente a un escuadrón de la muerte del Frente Fronteras hacia los barrios Belisario y Nuevo Horizonte, donde, bajo presiones, obligaron a los residentes a salir a de sus casas y esperar en las calles las indicaciones de los ‘paras’.
Como si se tratara de un juicio, los dos ‘soplones’ levantaron sus dedos acusadores contra Jhon Jairo Bermúdez Daza, Luis Giovanny Bermúdez Daza, Orfis Alirio Barbosa y Jair Alfonso Cañizares Ortiz. A los cuatro los acusaron de ser ‘elenos’. Todos fueron ajusticiados frente a sus vecinos y sus cuerpos dejados en las calles que se convirtieron en ríos de sangre.
Desmembrar cuerpos y tirar al río
En su intento por ingresar a La Gabarra, los paramilitares no escatimaron esfuerzos en prácticas crueles para sembrar el terror entre los pobladores y borrar todo rastro de sus acciones.
Según Piedras Blancas, los señores José Ángel Quintero Vega, Kennedy Sierra Reyes y una persona a la que llamaban Chango, los asesinaron mientras patrullaban con el mayor Hernández del Ejército en la vía que de Tibú conduce a La Gabarra.
“Hicimos una avanzada con el grupo de Cordillera. Llevábamos los guías (informantes), quienes nos señalaron a Quintero, que manejaba un (camión) 350 y Chango una canoa. Fueron ejecutados por Cobra. Uno fue arrojado al río y el otro fue enterrado en una cacaotera que se la terminó llevando el río”.
Falsos positivos para el ejército
A la par de la masacre en La Gabarra, los paramilitares tuvieron tiempo de ‘ayudar’ al Ejército con unos falsos positivos que les permitieran demostrar resultados operacionales mientras ellos cometían sus crímenes sin ningún tipo de presión por parte de las autoridades.
En palabras de Piedras Blancas, fue alias Mauricio (José Bernardo Lozada Artuz), quien ordenó que recogieran de El Mirador a 4 muchachos para que los llevaran a Vetas, los uniformaran, les pusieran chalecos y proveedores y los dejaran a merced de los soldados “quienes les dispararon”.
Las víctimas fueron Néstor Alfonso Campos Sánchez, Alfonso Edier Álvarez Lara, Diomar Vargas Vera y uno más que no pudo ser identificado.
“Yo le quité un reloj a un muchacho que estábamos necesitando para prestar guardia. La idea era que la población creyera que nos estábamos dando plomo con el ejército. Los muchachos los trajeron del kilómetro 25 donde estaba Mauricio”.
Una vez cometido el crimen y mientras se replegaban, Cordillera tuvo tiempo de matar a garrote a un señor que quedó registrado como N.N. porque, supuestamente, era quien le avisaba a la guerrilla que los ‘paras’ iban subiendo por la carretera con dirección a La Gabarra.
'Allá hay un poco de fosas'
En noviembre de 1999, Piedras Blancas fue testigo del asesinato de un joven ‘como de 14 años, blanquito, de 1,55 metros que fue señalado de ser guerrillero y braveó a Cordillera’.
El cuerpo del muchacho fue enterrado en Caño Guadua (Tibú), donde según este exparamilitar “hay un poco de fosas de las autodefensas. Yo enterré a un señor que era financiero de las Farc en El Suspiro y El Brandy. Chacal también sabe de fosas para el otro lado del río (Catatumbo)”.
‘Lo quemamos para que no oliera a feo’
En enero del 2000, cuando los hombres del Bloque Catatumbo se consolidaban en Tibú y sus alrededores, un joven identificado como Juan Ríos fue asesinado por la avanzada que lideraba alias Mauricio.
No conformes con matarlo, lo colgaron de un palo.
Piedras Blancas, que venía cuidándoles la espalda junto a otro grupo de paramilitares, halló el cadáver ‘guindado en un palo, en avanzado estado de putrefacción’. La única solución que se les ocurrió a estos hombres para paliar el olor que expedía el cadáver fue ‘prenderle candela para que no oliera a feo’.
Lo mataron a garrote
En la escuela de la vereda Morrofrío, en La Gabarra, Édgar Omar Galviz Melgarejo fue asesinado a garrote por un grupo de paramilitares que patrullaba el sector vistiendo prendas militares y brazaletes del Eln.
Según cuenta Piedras Blancas en el archivo al que tuvo acceso La Opinión, Galviz se encontró con un grupo de ‘paras’ que le obligaron a detener su marcha cuando se movilizaba en una mula. A estos les dijo que iba a ver otras mulas que tenía pastando más adelante. Los ‘paras’ lo dejaron ir.
Más adelante, cuando se encontró con los paramilitares que simulaban pertenecer al Eln, se identificó como miembro de esa guerrilla y les advirtió, sin saber que estos eran ‘paras’, que un grupo de las Auc estaba apostado en la escuela de Morrofrío.
“A Cordillera le informaron de lo sucedido y este ordenó que lo mataran a garrote”.
El indígena cuya muerte revolucionó a La Gabarra
El 29 de abril del 2000, el corregimiento de La Gabarra se alzó contra los paramilitares por culpa de la muerte del indígena Obed Dora Cebra.
En el relato hecho por Piedras Blancas sobre este suceso, se dice que fue por orden del comandante Camilo que se recogió al indígena sin que nadie se diera cuenta y se le llevó a la tropa que estaba en el kilómetro 60, donde lo esperaba alias Crispeta.
“Al desaparecer a este indio se revolucionó La Gabarra, incluso a mí me rodearon y casi me matan si no es porque saqué la pistola y disparé para lograr abrirme de ahí. Al teniente Castiblanco de la Policía le tocó hablar con alias Camilo para ver qué hacían. Camilo ordenó que lo desenterrara y lo dejara donde lo pudieran encontrar. Alias Madera me lo entregó, lo envolví en un plástico, lo monté en una chalupa y lo llevé hasta Bocas de San Miguel, donde lo dejé en una playita frente a una casa”.
Hasta este lugar llegó el grupo de Cordillera disfrazado de guerrilleros, para hacerle creer a la gente que la muerte del indígena era culpa de la guerrilla.
“A este indio lo mataron porque Santos Ropero (Luis Carlos Ropero Díaz) lo señaló de ser colaborador de la guerrilla. Cordillera lo había tenido amarrado como tres días, lo soltó y le dijo que no podía volver a La Gabarra. Como el indígena volvió, por eso lo mataron”.
El escolta del alcalde de El Zulia dio la información
Un policía, escolta del exalcalde de El Zulia Juan Alberto Carrero (conocido por haber sido secuestrado por el Eln en el avión de Avianca donde también cayó el senador Juan Manuel Corzo), fue quien le dijo a los paramilitares que operaban en este municipio que José Antonio Rojas (barrendero del parque) y Miguel Ángel Castellanos, presuntamente tenían nexos con la guerrilla.
Los dos hombres fueron asesinados el 30 de julio y en sus muertes participaron, entre otros, El Iguano; Yesid López Alarcón, alias Gustavo 18; Wilmer Ruiz Cruz, alias Carpati y José Dagoberto Urango, alias Walter.
Los políticos de El Zulia que trabajaron con los ‘paras’
En septiembre del año 2000, Juan Ramón Jiménez fue asesinado por alias Perrito y Jeta Agüada. La muerte de Juan, según el testimonio de alias Charpas, un paramilitar que operó en El Zulia, fue ordenada por un concejal de ese municipio que tenía problemas con la víctima por unas tierras.
“El concejal, de apellido Bayona, habló con alias Walter (entonces comandante en El Zulia y quien posteriormente se volaría de este lugar con una plata que le robó a las Auc producto de una venta de droga) y lo indispuso con la víctima, acusándolo de ser homosexual y de tratar de corromper a menores”, escribió Charpas en el archivo.
Sin embargo, este paramilitar también comentó las reuniones que los ‘paras’ tuvieron con varios exalcaldes de este municipio y cómo uno de ellos llegó, incluso, a sugerir el asesinato de una mujer a la que conocían en este pueblo como ‘Martha La Peliona’.
Lo mandé a quemar
Alias Hernán (Armando Rafael Mejía Guerra) se hizo tristemente célebre en el país por ser el primer paramilitar que habló de la existencia de unos hornos donde sus hombres, mientras fue comandante en Villa del Rosario, incineraban a sus víctimas y las que le enviaban otros comandantes ‘paras’ del área metropolitana.
En el archivo al que tuvo acceso La Opinión la primera mención que se hace de estos hornos fue por el asesinato de Jorge Enrique Ruiz Carreño, ocurrida, según Hernán, el 24 de marzo de 2001.
Ese día, a Jorge lo llevaron a la parte alta del corregimiento de Juan Frío con la intención de ‘sacarle’ una información que, sin embargo, no se especifica. Alias Julio y Gonzalo (de quien no aparecen los nombres) fueron quienes lo asesinaron.
“Yo di la orden de quemarlo (…) luego se le avisó a Monsalve (quien recogía los muertos de los ‘paras’ en Villa del Rosario) para que fuera a recoger unos cadáveres. (Sin embargo) no se pudo recoger sino a uno porque el otro se deshacía. En la parte alta del trapiche (en Juan Frío) había un horno y para los lados de la finca La Carolina había otro”.
'Lo matamos a piedra’
William Marino Wallens Villafane, un vigilante de Ecopetrol en Tibú, fue lapidado por alias Pantera (William Rodríguez Grimaldo), siguiendo órdenes de alias Mauro (José Bernardo Lozada Artuz, comandante de ese municipio). A Wallens lo había sindicado de ser guerrillero un ingeniero de Ecopetrol de apellido Chamorro, que le colaboraba a las Auc. Los hechos sucedieron el 29 de mayo de 2009.
Según Pantera, a Wallens lo esperaron a la salida de Ecopetrol hasta las 10 de la noche, pero este logró evadirlos. Más tarde fue interceptado y llevado hasta un callejón, junto a un potrero, donde lo mató a piedra en compañía de otro ‘para’ de apellido Bonilla. El cuerpo de Wallens fue enterrado en el mismo potrero donde murió, junto a la moto de su propiedad y que había sido picada.
Tres días: cinco mujeres asesinadas
Entre el 8 y el 11 de septiembre de 2001, cinco mujeres fueron asesinadas por los hombres de alias Hernán en las calles de Villa del Rosario. Se trata de Diana Paola Torres Hernández (asesinada el 8 de septiembre) y Yuldrary Manrique Carrillo, Eliana Bueno Hidalgo, Diana Paola Valdés Monsalve y Wendy Carolina Valdés Monsalve, asesinadas en un mismo hecho el 11 de septiembre.
Según el relato de Hernán, a la primera mujer la asesinaron porque salía con un joven sindicado de ser ladrón y pertenecer al Eln. Las otras cuatro mujeres fueron asesinadas porque, presuntamente, querían infiltrarse en las Auc que operaban en el municipio histórico para ‘cortarles el cuello’ a sus integrantes. Además, las acusaban de ser amigas de Jonathan Mogollón, un hombre con el que las Auc tenía conflictos en este municipio.
Hermana de un comandante de las Farc
Edinson José Baldovino Toro, alias Pérez, postulado al proceso de Justicia y Paz, contó en detalle cómo fue asesinada el 21 de diciembre de 2001, Orfelina Pérez Ureña, en el corregimiento de Luis Vero (Sardinata).
Ese día y siendo comandantes de la zona alias Tigre 7 y Gustavo 18, llegaron hasta la tienda que Orfelina tenía y se la llevaron, aduciendo que le vendía cerveza a la guerrilla y, quizás lo más grave, que era la hermana del comandante guerrillero de las Farc conocido como Flaminio.
Ese mismo día, junto a Orfelina, fueron asesinados otros dos jóvenes desmovilizados del Epl. Alias Pérez manifestó no saber qué pasó con los cuerpos de estas tres personas.
Toma de La Gabarra
Desde el 10 y hasta el 23 de agosto de 1999, el corregimiento de La Gabarra fue escenario de una de las peores masacres de las que haya tenido noticia este país.
En esas dos semanas, los hombres del Bloque Catatumbo, que llevaban más de dos meses tratando de meterse a este pueblo para apoderarse de su lucrativo negocio de la coca, hicieron lo inimaginable con más de 35 personas, según las cifras oficiales, aunque nunca se logró establecer con exactitud el número de personas que murieron.
Alias Piedras Blancas, con un lenguaje crudo, sin escatimar detalles, contó en el archivo de víctimas al que tuvo acceso La Opinión, parte de lo que realmente ocurrió en esos días.
“(Alias) Camilo ordenó el ingreso a La Gabarra (…) a mí me tocó asegurar La Pesa y el bar Villaluz. Allí hubieron (sic) dos muertos; uno lo mató (alias) El Gato Mono con un fusil porque se le tiró a quitárselo y el otro era un pesero que casi puñalea a (alias) Toronja, quien le disparó con una escopeta de repetición. (Alias) Cobra también le pegó un hachazo en la cabeza”.
En el bar Villaluz, los ‘paras’ retuvieron a cerca de 300 personas mientras esperaban a ‘los informantes’ que iban a señalar a los guerrilleros que reconocieran.
“Los guías nunca llegaron para señalar a la gente. Estuvimos como 2 horas, de 7:30 a 9:30 p.m. Estábamos regados por El Mirador y Vetas. Nos recogieron seleccionados, de la primera escuadra de (alias) Cordillera fuimos 20. Iban Cobra, Cordillera, Gringo, Toronja, Barbas, Chacal, Osito (Edilfredo Esquivel Ruiz), Gato, me parece que Niñito, Chamba, Roque y Madera. Fuimos a Mata de Coco, donde estaba Camilo. Allá nos ordenaron que a los que señalaran los informantes, que iban encapuchados, había que matarlos. No sé si iban Saraguro y Carlos Cúcuta”.
Las verdaderas intenciones del ingreso a La Gabarra por parte de los ‘paras’ quedan esclarecidas cuando Piedras Blancas habla de Los Azules, el célebre grupo enviado por Salvatore Mancuso para que se encargara de todo lo concerniente al negocio de la droga. Este grupo se sabe que estuvo comandado por alias Marcos Gavilán (Roberto Vargas Gutiérrez), célebremente conocido por el asesinato de los jóvenes estudiantes de la Universidad de Los Andes Mateo Matamala y Margarita Gómez, en San Bernardo del Viento (Córdoba).
“Entramos 60 hombres a La Gabarra. También iba el grupo de Los Azules. Ellos venían de Córdoba. El comandante de ellos era Marcos; iban uniformados de azul y eran como 30 hombres que supuestamente se encargaban de la droga. Yo conocí a Marcos, a Alex, Pocopelo, Jeringa y Computador. Ese grupo se la pasaba en Finca Bonita, que era una finca de un man que le decían El Policía”.
Solo se salvaron dos mujeres y dos niños
En la madrugada del 15 de septiembre de 1999, sobre la vía que de Cúcuta conduce a Salazar de las Palmas, a la altura de la vereda Quebrada Seca del municipio de Santiago, El Iguano, junto a 7 de los hombres que integraban su escuadrón de la muerte, interceptó un vehículo en el que viajaban 10 personas.
A los ocupantes de la camioneta de placas BEI894 los obligaron a bajarse y les retuvieron sus documentos. Luego, apartaron a dos mujeres y dos niños que viajaban allí y procedieron a “tender en el piso boca abajo a Horacio Ovalles Álvarez, Jesús María Blanco Vergara, Luis Adán Rodríguez Vergara, Alberto Alexander Rojas Blanco, Víctor Ramón Parada Lizcano y Eliseo Rojas Manrique”.
A todos ellos, según el relato hecho por El Iguano, los mataron disparándoles en la cabeza y el cuerpo “a manera de ejecución, al ser señalados como integrantes del grupo subversivo del Eln”.
En la única casa que había en la zona, los paramilitares dejaron pintados grafitis que decían “llegamos para quedarnos”, “la guerra apenas comienza”, “sabemos todo y todos morirán Auc”.
En esta masacre participaron, entre otros, El Iguano, Carlos Arturo Núñez, alias Richard; los miembros de la banda Los Polleros William Ortiz (Ramoncito) y alias Valvulina; Manuel Antonio Combariza, alias Jorge Marinillo y Diofre Llanos Duque, alias Ramazzoti.