En los últimos 50 años, el número de víctimas que ha dejado el conflicto en Colombia asciende a casi 7 millones. Muchas de estas víctimas guardaron silencio por años, ante el temor de un nuevo atentado en su contra o ante la amenaza latente de los grupos que desde siempre los han atacado.
Algunas otras víctimas optaron por el exilio como la última salida posible para salvaguardar sus vidas ante la imposibilidad del Estado, a veces cómplice de sus agresores, de ofrecerles protección.
Desde que el presidente Juan Manuel Santos empezó a negociar una salida al conflicto con la guerrilla de las Farc, en La Habana (Cuba), muchas de estas víctimas han decidido salir a la luz pública a hablar de sus experiencias cargadas de dolor, otras han retornado del exilio al que habían sido sometidas desde hace más de 10 años, y unas más, 60, para ser exactos, tuvieron la posibilidad de viajar a la isla para hablar con algunos de sus victimarios sobre lo que significó haber sido atacados por ellos o haber perdido a algún familiar por su culpa.
Cuatro de estas víctimas que fueron a La Habana estuvieron el viernes en Cúcuta hablando de lo que significó esta experiencia y, en diálogo con La Opinión, contaron lo que ha sido su vida después de haber sido víctimas de los grupos armados ilegales (o del mismo Estado en un caso), cómo han logrado sobreponerse al dolor y lo que creen que pasará con los diálogos entre las Farc y el gobierno.
Dirigente estudiantil, fundador de la Red Unipaz de Estudiantes y miembro de la Asamblea de Jóvenes por la Paz. Luego del secuestro de Juliana Villegas (noviembre, 2000), hija del actual ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, Carlos Castaño lo señaló a él, junto a un profesor de la Universidad Javeriana, donde estudiaba, de haber sido cómplice en dicho plagio.
Ante tal señalamiento, de quien por entonces era el máximo líder de las Autodefensas Unidas de Colombia, se exilió en España. Actualmente es el vocero del Foro Internacional de Víctimas.
Viaje a La Habana: Para mí el viaje a La Habana significó el fin del ciclo de mi exilio. Yo salí para España cuando se acabó el proceso de paz en el Caguán con las Farc y volví a Colombia en medio del nuevo esfuerzo por lograr un acuerdo con esta guerrilla. Verlos allí en Cuba me recordó cuando los había visto en el Caguán, aunque muchos de los que ya conocía están muertos. Por eso les dije que esta, la del diálogo, es la única opción posible que nos queda a todos los colombianos para lograr, por fin, llegar a un acuerdo de paz. A los guerrilleros del Secretariado les dije, ustedes no pueden volver al monte a morir, como ya les tocó a muchos de sus compañeros después de que se rompieran los diálogos que se adelantaban con el expresidente Andrés Pastrana en el 2002.
¿Cómo se imagina el posconflicto?
El posacuerdo, más que el posconflicto, nos va a permitir afrontar los problemas del país con los actores que antes hacían la guerra, desde la orilla de la legalidad. Esa es la gran invitación que hay que hacerles a ellos, diciéndoles, como Estado, nosotros sabemos que hay cosas que están mal, que se deben corregir, ayúdennos a hacer eso, pero desde aquí, desde lo legal, uniendo fuerzas sin que exista la mediación de las armas. Es invitarlos a que entiendan el Estado no como aquel que te expulsa y te ataca, sino como aquel que te protege con su institucionalidad a pesar de las diferencias que puedan imperar entre sí.
María Jackeline Rojas Castañeda
Defensora de derechos humanos y de los derechos de las mujeres en el Magdalena Medio. Su padre fue asesinado por las Farc, su compañero sentimental por el ELn, y uno de sus hermanos por los paramilitares, quienes la declararon objetivo militar en el 2001.En el 2012 fue galardonada con el premio a los Derechos Humanos de la Unión Europea.
Viaje a La Habana: Ir a La Habana para mí fue un ejercicio de sanación con los actores armados que me violentaron y aún hoy me siguen violentando. Durante mi vida he lidiado con muchos duelos no elaborados, por eso el estar allí fue una oportunidad única para cerrar uno de tantos duelos que sentía me estaban llevando a desistir en la lucha por defender a muchas personas que no tienen voz en nuestras comunidades. También significó un acto de reconocimiento político muy grande, pues a mí el Estado no me reconocía como víctima hasta antes de llegar a La Habana.
¿Es posible el perdón?
Perdonar no es fácil porque, contrario a lo que se cree, el acto del perdón, para mí, implica un ejercicio de ida y vuelta. Por eso, es necesario que aquellos grupos que hoy están en la búsqueda de ese perdón por parte de las comunidades a las que hicieron daño, se comprometan a contar toda la verdad, a resarcir el daño que hicieron y a no volver a repetir nunca el mal que causaron. Solo entonces un perdón, verdadero, será posible.
Camilo Eduardo Umaña Hernández
Abogado y profesor universitario. Hijo de José Eduardo Umaña Mendoza, destacado litigante y defensor de derechos humanos asesinado el 18 de abril de 1998 por grupos paramilitares aliados con miembros de la Fuerza Pública, según lo reveló Diego Fernando Murillo, alias Don Berna, desde una cárcel de los Estados Unidos.
Su abuelo, Eduardo Umaña Luna, también fue víctima de constantes amenazas de muerte en su contra por una serie de publicaciones en las que reflejaba la situación del país, y que lo obligaron a exiliarse en dos ocasiones.
Viaje a La Habana: Durante mi encuentro con las Farc preparé un escrito en el cual propuse un esquema de responsabilidad para el conflicto y el posconflicto, y algunas ideas sobre la forma como lo que allí se acuerde debe garantizar la verdad y la no repetición. También me sirvió para tumbar algunas barreras y prejuicios sobre el papel de ese ‘otro’ en la violencia que ha vivido el país por más de medio siglo. Asimismo, me hizo entender que la realización de los acuerdos a los que se llegue en La Habana no depende solamente de los dos actores que allí negocian (Gobierno-Farc) sino, en gran medida, de todos nosotros, los colombianos de a pie.
¿Qué significa la paz para usted?
El mayor logro de la paz será abrir un nuevo futuro, en el que el uso de las armas no sea necesario para el ejercicio de la política.