Este martes fue inusualmente callado y tranquilo en El Tarra, dijeron sus habitantes.

La bulla de los billares cesó y, para ellos, el movimiento habitual de motos, vehículos y gente estuvo aplacado, tal vez, por la presencia de militares que patrullaban las calles del pueblo.

“Eso nunca se ve por acá”, comentó un muchacho, sorprendido porque los uniformados llegaron muchísimo más allá de la primera cuadra del pueblo para patrullar.

Sin embargo, los negocios abrieron con normalidad, desde temprano cuando el sol empezó a advertir que este sería otro día caliente.

Los estudiantes llegaron al colegio Monseñor Díaz Plata y dejaron su brillante estela de motos frente a la institución, mientras una brisa suave levantó la polvareda de una reseca esquina en el parque El Tarrita.

Allí, en medio del verdor intenso de las plantas que lo adornan, las comadres se sientan, los hombres escampan del sol, y los viejos dan un paseo.

Algo más se movió con esa brisa: la bandera que este año, en su aniversario 50 como grupo guerrillero, el Eln instaló en una antena, inservible hace tiempo.

“Nos levantamos y ahí estaba”, dicen, y aunque en el pueblo haya Policía, ninguno de los uniformados se atreve a bajar el emblema de la insurgencia, por temor a una muerte segura a manos de un francotirador.

Además, la bandera ondea tranquila, casi señalando que todo está en calma en la zona, sin novedad en el frente.

El único acto que irrumpe el quehacer de la comunidad es una reunión de los docentes de la zona rural de El Tarra que están en paro porque les deben abril y un bono del año pasado.