Cuando llegamos, uno de los caballos sangraba por la boca y tenía un golpe muy fuerte en su cabeza que le había afectado uno de sus ojos. Apenas podía tenerse en pie. Pasados unos minutos después de nuestra llegada, cayó muerto”.
Así narró un uniformado de la Policía Fiscal y Aduanera (Polfa), adscrita a la Metropolitana de Cúcuta, una de las escenas con las que se encontró hace un par de días en un matadero ilegal ubicado sobre la frontera con Venezuela, junto al río Pamplonita, en el corregimiento de San Faustino.
“La escena producía náuseas. En un establo improvisado había 32 caballos esperando su turno para ser sacrificados. Todos ellos lucían enfermos y muy delgados. En otro lado, había restos de más de 20 caballos, entre los que se destacaban costillares, cabezas, patas y algunas vísceras. Y en el sitio en el que se despostaban estos animales, la sangre y las moscas abundaban por doquier”, agregó.
Según el mayor Jaime Duarte, comandante de la Polfa, en el área metropolitana de Cúcuta existen alrededor de 51 trochas por las que a diario cruzan, desde el vecino país, toda clase de mercancías y alimentos, entre los que la carne de caballo no es la excepción.
“En Puerto Santander tenemos identificadas dos trochas que son claves para este tipo de contrabando: Los Cerezos y Los Micos; y en San Faustino tenemos la trocha de Los Peracos. Sin embargo, a lo largo de la línea fronteriza los pasos ilegales abundan e identificarlos todos no es una tarea fácil, pues algunos de estos cruces se hacen sobre propiedades privadas que colindan con la frontera natural que es el río Pamplonita”, sostuvo el oficial.
Si bien el negocio del contrabando de carne de res es rentable para quienes viven de él, el de la carne de caballo lo es aún más por el bajo costo de estos animales, en su mayoría viejos y enfermos, al otro lado de la frontera.
“Lo que hemos podido establecer es que estos caballos son traídos desde Venezuela, donde son adquiridos por un valor que oscila entre los 50.000 y 70.000 pesos, para ser sacrificados en el territorio nacional en mataderos clandestinos ubicados a lo largo de la frontera que divide a los dos países”, indicó.
Una vez estos caballos son sacrificados, su carne, contaminada con todo tipo de bacterias por las precarias condiciones de salubridad en las que fue obtenida, es empacada en bolsas que son transportadas por motociclistas hasta la Central de Abastos (Cenabastos), desde donde se surten las diferentes tiendas y famas de la ciudad y el área metropolitana.
“A diario decomisamos carne de este tipo en los diferentes puntos de control que tenemos instalados en el área metropolitana y en operativos especiales, como el que realizamos hace unos días en la vereda Santa Cecilia, del corregimiento San Faustino, donde hallamos un matadero clandestino dedicado solo al sacrificio de caballos”, enfatizó el mayor Duarte.
Esta carne de equino es comercializada como si fuera de res, dejando ganancias muy altas para los que se dedican a su venta.
Teniendo en cuenta que a un caballo, sin importar su condición de salud, se le pueden sacar en promedio 100 kilos de carne para la venta, cada uno a 8.000 y 10.000 pesos, las ganancias para los contrabandistas pueden ser de entre 750 mil y 930 mil pesos por animal, cuyo costo no superó los 70.000 pesos.
“Junto a este delito, el del contrabando de carne de caballo, aparecen otros más, como son la extorsión, el porte ilegal de armas, el ataque a servidor público, entre otros, pues en la cadena que se nutre de esta actividad también aparecen quienes cobran ‘vacunas’ a los contrabandistas por dejarlos operar en algunas zonas de la ciudad”, finalizó diciendo el mayor Duarte.
Carne no apta para el consumo humano
La forma en que es obtenida la carne de caballo en los mataderos ilegales, constituye un grave riesgo para la salud humana. Algunos de estos animales pueden llegar a suelo colombiano padeciendo anemia infecciosa equina o encefalitis equina venezolana, enfermedades que son transmisibles a los humanos.
También, pueden padecer de brucelosis equina o tuberculosis, ambas enfermedades que también pueden afectar a las personas que consuman carne de un caballo que las padeció.
Además, por la forma en que son sacrificados, esta carne puede contaminarse con salmonella y escherichia coli, bacterias que producen vómito, fiebre y diarrea en los seres humanos.