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Economía
¿Por qué Cúcuta dejó de ser un ‘vividero’?
Mientras la frontera estuvo abierta, Cúcuta afianzó su vocación comercial.
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Domingo, 4 de Septiembre de 2022

Esas horas intensas de movimiento continuo, de murmullo y transacciones, que durante años acompañaron la zona de frontera entre Colombia y Venezuela por Norte de Santander permanecen en la retina de los cucuteños y los venezolanos, quienes supieron consolidar un intercambio tan fuerte que impulsó la economía local y trajo progreso por varias generaciones. 


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“Es que Cúcuta era un buen vividero”, “la plata sí se veía”, “todo lo que se ofrecía, se vendía”, recuerdan con nostalgia quienes vivieron con intensidad los mejores años de hermandad entre los dos países por esta zona.

Para Jesús Gerardo García Contreras, profesor y historiador de Villa del Rosario, la relación entre ambas regiones se empezó a tejer muchos años atrás de lo que saben las recientes generaciones. 

Contreras recuerda que en los inicios no había un intercambio tan fluido como lo fue en los años previos al cierre de la frontera. Antes, cuenta, era un simple paso entre dos regiones cercanas. 

De Cúcuta iban a trabajar a las poblaciones cercanas en Venezuela, y de allá venían a hacer compras, a trabajar o por familiares. Eran casi una sola región unida por una hamaca, luego por un puente de un solo carril y más tarde por el puente que  todos conocen actualmente.


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Con el paso de los años y el crecimiento de la población, también comenzó a crecer la necesidad del intercambio comercial. 

De acuerdo con Alfredo Yáñez, experto en el sector financiero, económico y agropecuario regional,  Cúcuta aprovechando su situación fronteriza desarrolló en forma muy notable su capacidad comercial.

Recuerda que cuando la ciudad comenzó a crecer se habló de industrializar la región, pero fue difícil consolidar esa idea.

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 “Entonces, por eso la gente de Cúcuta se fue hacia el área netamente comercial. Nos convertimos en la gran vitrina vendedora de la producción colombiana hacia Venezuela”.


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Y agrega que hubo almacenes nacionales que se asentaron en la capital nortesantandereana simplemente por el mercado que había con Venezuela y que aunque a la par se crearon las zonas francas, con un buen ideal de crear industria y exportar, su fin, no se completó.

“Si en Cúcuta tenías en un almacén tapas para volcanes, por ejemplo, las vendías. Todo lo que se pusiera a la venta era fácilmente comerciable, porque el venezolano tenía muchísima capacidad de compra”, cuenta Yáñez.

De la cercanía que se creó entre las regiones, Cúcuta no solo lo aprovechó comercialmente. Contreras rememora que “muchos de los ricos de la época se hicieron trabajando del lado venezolano y comprando terrenos en Colombia”.

El bolívar tuvo muy buenos momentos, tanto que en los años 80 alcanzó los 17 pesos por bolívar. 


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“Todas las mañanas era un desfile de gente para ir a trabajar a San Antonio, sobre todo porque allá habían fábricas y eso generaba un empleo significativo y por ende buenos ingresos en esos momentos. Aquí en Villa del Rosario, muchas personas tiene  sus casas producto de ese trabajo del otro lado”, aseguró Contreras.

Además, cuentan que esa hermandad le permitió a Cúcuta, por muchos años, disfrutar de productos  y artículos importados a los que pudo acceder de forma más rápida desde Venezuela.  

Cúcuta se convirtió en un buen vividero porque se ganaba buen dinero, pero eso también la convirtió en una ciudad costosa, porque el venezolano tenía capacidad de adquisición. El valor de la moneda, en ese momento, le permitía llegar y comprar en los almacenes y que le pidieran los precios que les provocará y estos eran pagados sin problema y eso golpeaba al que ganaba en pesos porque se encarecía el costo de vida”, describe Yáñez.

Todo ese crecimiento de lado y lado formalizó acuerdos de tránsito e intercambio básico de artículos. Sin embargo, también desencadenó el contrabando y la apertura de trochas.

Fue común por muchos años, ver por las calles de Cúcuta, centenares de alimentos y artículos de proveniencia venezolana comercializándose de manera informal en la ciudad. El combustible que sostuvo tanto el tránsito como muchas de las actividades agrícolas provenía de manera irregular desde Venezuela. Los llamados pimpineros se multiplicaron. 


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Sin embargo, tras haber vivido el auge comercial de la frontera y establecer relaciones estrechas que permitieron un jalolamiento económico de ambos lados de la frontera, en 2015, por diferencias políticas la frontera se cerró y ambas  poblaciones experimentaron pérdidas y un choque económico fuerte.

“Perdimos empleos, se cerraron almacenes grandes, se frenó la construcción de la ciudad, porque la gente ya no podría comprar terrenos, no volvió a llegar capital del interior del país. La relación de hermandad con los venezolanos se fue deteriorando, porque muchísima gente perdió dinero porque se fiaba mercancías a los almacenes y comercios de Venezuela y cuando vino la crisis no tenían como pagar y mucho de ese dinero se perdió”, dijo Yáñez.

Para Contreras, el cierre también fue un golpe al empleo, al turismo y a la economía en general que aún no termina de recuperarse de ambos lados, todo ello sumado a la pandemia. 

Y es que de esas épocas, donde se transitaba libremente por el espacio fronterizo, para aprovecharse de lo que se ofrecía de un lado como del otro, solo queda el recuerdo y los relatos que narran los mayores a quienes solo conocen la frontera cerrada.

 

 
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Alfredo Yáñez, experto en el sector financiero, dice que quien piense que todo se va a reactivar “similar a la forma que tuvimos, está equivocado. El venezolano ya no tiene esa capacidad de compra, está en un situación complicada.  El gobierno deterioró y acabó con la economía, lo único que le queda es el petróleo. Eso va a ser un proceso supremamente lento y todo depende de cómo se maneja la economía del país vecino”.

Germán Umaña, ministro de Comercio, señaló que no solo el comercio bilateral se fortalecerá, sino que así lo hará la situación que viven los pobladores de la región.


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“Ahora es posible que por primera vez en 7 años tengamos un camino común. Los objetivos de ustedes y nosotros son compartidos. El objetivo que estamos persiguiendo es cerrar las brechas sociales mediante el desarrollo, la creación de empleo y que la relación entre Colombia y Venezuela sea una relación virtuosa. No es solo negociación, lo que estamos hablando es de una relación real como ya la tuvimos”, dijo.

Se estima que Colombia, tras la apertura, podría registrar ingresos anuales superiores a 6.500 millones de dólares por exportaciones.

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