María Luisa Fuentes Burgos es una campesina de 45 años, nacida y criada en medio de la vegetación y las montañas de la vereda Río Arriba, en el municipio boyacense de Boavita, que nunca en su vida se había montado a un avión. Mucho menos había estado tan cerca del mar.
Es jornalera. Se dedica a las labores del campo y no habla prácticamente con nadie desde que su abuela (madre de crianza) la obligara a ocultarse en la cocina de la casa.
Aunque parecía olvidada y resignada a morir en el anonimato, María Luisa vivió hace dos semanas experiencias que jamás se imaginó. Fue la protagonista del quinto largometraje del director colombiano Rubén Mendoza, fue aplaudida hasta la ovación en la premier mundial que se proyectó durante cuatro días en el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (Ficci), atendió a la prensa de medio país, firmó autógrafos, sonrió para las fotos, se montó en avión y tocó el mar.
‘Señorita María, la falda de la montaña’, se llevó el premio a mejor director en la categoría de cine colombiano del Ficci, y el encanto de su narrativa cautivó a todos los que tuvieron la oportunidad de verla proyectada.
Esta mención confirma la consolidación de Rubén Mendoza como uno de los directores colombianos más influyentes de los últimos tiempos. En la edición 51 del Ficci estrenó su película ‘La sociedad del semáforo’, que fue escogida como la mejor película en la categoría de Colombia al cien por ciento.
En 2014 participó con dos largometrajes que le hicieron ganar las menciones como mejor director y mejor película en la competencia oficial con la cinta ‘Tierra en la lengua’.
Y ahora, después de seis años de trabajo con la Señorita María, Rubén alista su siguiente película, ‘La niña errante’, que estará lista en febrero del próximo año.
¿Cómo llega a sus manos la historia de la Señorita María?
Conocí la historia de la señorita porque la conocí a ella. Tengo un vínculo muy cercano con ese pueblo. Mi familia, mi abuelo que era árabe, llegó a Colombia escapando de la guerra y se instaló en Boavita. A mí me gustaba mucho visitar a mi abuela cuando estaba sola y ahí empecé a oír hablar de la señorita. Resulta que la primera vez la vi paseando. Detuve el carro cuando la vi. Desde ese momento empecé a pensar en cómo ganarme su confianza.
Cuatro años después me gané una beca de escritura del Festival de Cannes y no estaba escribiendo nada, sentía la angustia de no tener un proyecto. Era Semana Santa y aproveché que mi papá iba a estar allá por casualidad, y fui. Pasé unos días tratando de ubicarla y buscando cómo filmar, conseguí equipo, viajé y la encontré.
¿Por qué le tomó seis años terminar el documental?
Al minuto de estar hablando con ella me contó todo sobre su nacimiento. Tiene una fuerza muy diferente a la de muchos hombres. El material que conseguimos en el primer encuentro lo llevé a una productora, queríamos ganar fondos pero la señorita decidió desaparecer del proyecto, estuvo escondida casi por dos años.
Después de intentar ubicarla varias veces viajé y nos encontramos. Nos contó que ella nos veía escondida. Cuando logré volver a tener su confianza formamos una amistad personal, conmigo y con todo el equipo.
¿Qué relación hay entre La sociedad del semáforo (2010) y Señorita María, la falda de la montaña (2017)?
Tiene que haber una relación porque fue la misma persona la que escribió y montó las historias. La fascinación por los que viven la vida al otro lado del margen, de los escondidos. Son completamente distintas pero en ambas están la resistencia y las dificultades que tienen que pasar.
Al mismo tiempo es un placer inmenso. Una dificultad y un dolor elegido, voluntario. Entonces tengo que ser consecuente con las dos cosas.
¿De qué se trata ‘La niña errante’?
‘La niña errante’ es la ficción más grande que he hecho. Son cuatro hermanas medias que atraviesan este país de machos, de la Costa Pacífica Sur a la Costa Atlántica Norte, en La Guajira. Fue difícil rodar pero también fue una gran experiencia.