Domingo, 24 de Febrero de 2013
La quinta devaluación en Venezuela en los últimos diez años, iniciada el miércoles 13 de febrero por decisión de su Banco Central, esta vez nos tomó de sorpresa en Colombia, pese a que así lo presagiaba el desenvolvimiento de su economía.
Jamás predijo nadie, ni en el gobierno ni en el sector privado colombiano, al igual que en ningún partido político, gremio, sindicato y la academia – tampoco en la frontera - que Venezuela iba a devaluar y menos, en el porcentaje que lo hizo (46,5). Todos nos pifiamos, nadie acertó.
Al gobierno del presidente Santos, en cabeza de su ministro de Hacienda y de su director general de la Dian, hasta ahora solo parece preocuparle el contrabando que provenga de Venezuela y hasta la fecha no ha anunciado ningún plan de choque que contrarreste los efectos sociales y económicos de las medidas cambiarias del país vecino.
A Venezuela ya le afectan:
1º. El incremento de precios de materias primas y productos de la canasta familiar (mínimo, el 40% de sus componentes son importados), pese al aparente control de precios que en productos regulados ejerce el gobierno, pues los derivados del petróleo y los servicios públicos están fuera de la presión inflacionaria, así como educación, medicamentos y vivienda al estar subsidiados por el Estado.
2º. Las trabas para obtener oportunamente las divisas, la falta de materia prima, los conflictos laborales y las demoras en puertos para nacionalizar las materias primas y productos importados, preocupan a los empresarios venezolanos, así como la posibilidad de una reforma tributaria para aumentar los ingresos fiscales. El dólar pararelo cuadruplicó su precio.
3º. Su balanza de pagos, que requiere preservar las actuales reservas de US 27.503 millones y mejorar la estructura y composición de su balanza comercial.
En 2012, el 96% de sus ingresos por exportaciones, provinieron por los hidrocarburos.
4º. La demanda interna, que se ha incrementado por el deterioro del aparato productivo y la disminución en la inversión, generando las llamadas “compras nerviosas” por lo que ¡el gobierno le atribuye las fallas del mercado a los consumidores!.
5º. La espiral en precios induciría a un pronto incremento del supuesto 26% en el salario mínimo, con sus consiguientes efectos inflacionarios.
6º. La escasez de materias primas y alimentos (en 707 lugares del país, Mercal y Pdval regalan hoy 3.000 toneladas de productos), la inflación (20,6% el año pasado), el desempleo (8,1% en 2012) y la disminución en la capacidad de compra del bolívar, podrían afectar la gobernabilidad futura en Venezuela, sumado a la desvalorización de la moneda, al muy difícil crecimiento real de la economía, a la disminución en la producción agrícola e industrial y de la inversión privada, resultado de la inestabilidad política y de la inseguridad jurídica existentes.
¡Lo anterior determina un difícil y preocupante marco institucional en Venezuela, al que solos estamos enfrentados los nortesantandereanos en nuestra frontera y el presidente Santos continúa ciego, sordo y mudo, sumado a la ineptitud e ineficacia de la mayoría de congresistas del departamento!.
Jamás predijo nadie, ni en el gobierno ni en el sector privado colombiano, al igual que en ningún partido político, gremio, sindicato y la academia – tampoco en la frontera - que Venezuela iba a devaluar y menos, en el porcentaje que lo hizo (46,5). Todos nos pifiamos, nadie acertó.
Al gobierno del presidente Santos, en cabeza de su ministro de Hacienda y de su director general de la Dian, hasta ahora solo parece preocuparle el contrabando que provenga de Venezuela y hasta la fecha no ha anunciado ningún plan de choque que contrarreste los efectos sociales y económicos de las medidas cambiarias del país vecino.
A Venezuela ya le afectan:
1º. El incremento de precios de materias primas y productos de la canasta familiar (mínimo, el 40% de sus componentes son importados), pese al aparente control de precios que en productos regulados ejerce el gobierno, pues los derivados del petróleo y los servicios públicos están fuera de la presión inflacionaria, así como educación, medicamentos y vivienda al estar subsidiados por el Estado.
2º. Las trabas para obtener oportunamente las divisas, la falta de materia prima, los conflictos laborales y las demoras en puertos para nacionalizar las materias primas y productos importados, preocupan a los empresarios venezolanos, así como la posibilidad de una reforma tributaria para aumentar los ingresos fiscales. El dólar pararelo cuadruplicó su precio.
3º. Su balanza de pagos, que requiere preservar las actuales reservas de US 27.503 millones y mejorar la estructura y composición de su balanza comercial.
En 2012, el 96% de sus ingresos por exportaciones, provinieron por los hidrocarburos.
4º. La demanda interna, que se ha incrementado por el deterioro del aparato productivo y la disminución en la inversión, generando las llamadas “compras nerviosas” por lo que ¡el gobierno le atribuye las fallas del mercado a los consumidores!.
5º. La espiral en precios induciría a un pronto incremento del supuesto 26% en el salario mínimo, con sus consiguientes efectos inflacionarios.
6º. La escasez de materias primas y alimentos (en 707 lugares del país, Mercal y Pdval regalan hoy 3.000 toneladas de productos), la inflación (20,6% el año pasado), el desempleo (8,1% en 2012) y la disminución en la capacidad de compra del bolívar, podrían afectar la gobernabilidad futura en Venezuela, sumado a la desvalorización de la moneda, al muy difícil crecimiento real de la economía, a la disminución en la producción agrícola e industrial y de la inversión privada, resultado de la inestabilidad política y de la inseguridad jurídica existentes.
¡Lo anterior determina un difícil y preocupante marco institucional en Venezuela, al que solos estamos enfrentados los nortesantandereanos en nuestra frontera y el presidente Santos continúa ciego, sordo y mudo, sumado a la ineptitud e ineficacia de la mayoría de congresistas del departamento!.