Jueves, 9 de Junio de 2011
Famoso por su peculiar sentido del humor y por su lealtad a Isabel II
de Inglaterra, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, celebrará hoy
discretamente su 90 cumpleaños, casi 60 de los cuales al servicio de su
esposa y reina.
Famoso por su peculiar sentido del humor y por su lealtad a Isabel II de Inglaterra, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, celebrará hoy discretamente su 90 cumpleaños, casi 60 de los cuales al servicio de su esposa y reina.
El príncipe consorte más longevo de la historia británica podría haberse permitido un día de descanso, pero el irascible patriarca de los Windsor, poco afecto a los festejos, seguirá trabajando.
El domingo, la familia real se reunirá para una misa de acción de gracias en el castillo de Windsor, seguida de una recepción.
Pese a su avanzada edad, el príncipe Felipe se mantiene muy activo y no ha perdido la capacidad de hacer chistes de calidad a menudo dudosa, algunos de los cuales le han causado problemas.
Este número redondo no parece impresionarle. “Bueno, ¿y qué? Uno se hace un poco más viejo”, dijo en una entrevista concedida con ocasión de su cumpleaños a la cadena de televisión ITV.
Invitado a hacer balance de su vida, el duque dijo sin explayarse demasiado: “Hubiese preferido no cometer los errores que cometí”. “¡Pero no voy a decirles cuáles fueron!”, agregó.
El príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca, bisnieto de la reina Victoria como la propia reina Isabel II, nació en una mesa de cocina en la isla de Corfú el 10 de junio de 1921.
Y poco más de un año después, en diciembre de 1922, fue evacuado en una caja de naranjas con el resto de la familia en un barco británico, cuando su tío, el rey Constantino I de Grecia, abuelo de la reina de España, tuvo que exiliarse.
Tras una infancia errante y una larga estancia en un austero pensionado escocés, ingresó en la Marina británica, con la que participó activamente en la Segunda Guerra Mundial.
Tras su boda en 1947 con la joven princesa Isabel, Felipe Mountbatten fue destinado a Malta, pero su meteórica ascensión militar fue interrumpida por la subida al trono de su esposa en 1952, con lo que renunció a su carrera.
“Estando casado con la reina me parecía que debía servirla lo mejor posible”, dijo en su entrevista con ITV.
Desde entonces desempeña un papel secundario al lado de la Reina, a la que acompaña en todas sus visitas oficiales, haciendo correr ríos de tinta con sus comentarios tan espontáneos como inadecuados, y a menudo con tintes racistas.
En 1986, por ejemplo, aconsejó a unos estudiantes británicos en China que no se quedaran mucho tiempo si no querían terminar todos con “los ojos rasgados”.
Durante una visita a Australia en 2002 le preguntó a un aborigen si “todavía disparaba flechas” y en otra ocasión interrogó a un profesor de autoescuela escocés sobre su método “para mantener a los nativos sin beber durante el tiempo suficiente para pasar el examen”.
A pesar de todo, se ganó la simpatía de los británicos con su trabajo de patronazgo en alrededor de 800 organizaciones en las que tiene cargos, algunos de los cuales ahora empezará a abandonar.
El primer ministro David Cameron le rindió homenaje el miércoles en el Parlamento, diciendo que el duque fue un “compañero constante y una fuente de enorme fuerza para la reina” Isabel. “Nos ha servido a los británicos con un inalterable sentido del deber”, agregó.
El príncipe consorte más longevo de la historia británica podría haberse permitido un día de descanso, pero el irascible patriarca de los Windsor, poco afecto a los festejos, seguirá trabajando.
El domingo, la familia real se reunirá para una misa de acción de gracias en el castillo de Windsor, seguida de una recepción.
Pese a su avanzada edad, el príncipe Felipe se mantiene muy activo y no ha perdido la capacidad de hacer chistes de calidad a menudo dudosa, algunos de los cuales le han causado problemas.
Este número redondo no parece impresionarle. “Bueno, ¿y qué? Uno se hace un poco más viejo”, dijo en una entrevista concedida con ocasión de su cumpleaños a la cadena de televisión ITV.
Invitado a hacer balance de su vida, el duque dijo sin explayarse demasiado: “Hubiese preferido no cometer los errores que cometí”. “¡Pero no voy a decirles cuáles fueron!”, agregó.
El príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca, bisnieto de la reina Victoria como la propia reina Isabel II, nació en una mesa de cocina en la isla de Corfú el 10 de junio de 1921.
Y poco más de un año después, en diciembre de 1922, fue evacuado en una caja de naranjas con el resto de la familia en un barco británico, cuando su tío, el rey Constantino I de Grecia, abuelo de la reina de España, tuvo que exiliarse.
Tras una infancia errante y una larga estancia en un austero pensionado escocés, ingresó en la Marina británica, con la que participó activamente en la Segunda Guerra Mundial.
Tras su boda en 1947 con la joven princesa Isabel, Felipe Mountbatten fue destinado a Malta, pero su meteórica ascensión militar fue interrumpida por la subida al trono de su esposa en 1952, con lo que renunció a su carrera.
“Estando casado con la reina me parecía que debía servirla lo mejor posible”, dijo en su entrevista con ITV.
Desde entonces desempeña un papel secundario al lado de la Reina, a la que acompaña en todas sus visitas oficiales, haciendo correr ríos de tinta con sus comentarios tan espontáneos como inadecuados, y a menudo con tintes racistas.
En 1986, por ejemplo, aconsejó a unos estudiantes británicos en China que no se quedaran mucho tiempo si no querían terminar todos con “los ojos rasgados”.
Durante una visita a Australia en 2002 le preguntó a un aborigen si “todavía disparaba flechas” y en otra ocasión interrogó a un profesor de autoescuela escocés sobre su método “para mantener a los nativos sin beber durante el tiempo suficiente para pasar el examen”.
A pesar de todo, se ganó la simpatía de los británicos con su trabajo de patronazgo en alrededor de 800 organizaciones en las que tiene cargos, algunos de los cuales ahora empezará a abandonar.
El primer ministro David Cameron le rindió homenaje el miércoles en el Parlamento, diciendo que el duque fue un “compañero constante y una fuente de enorme fuerza para la reina” Isabel. “Nos ha servido a los británicos con un inalterable sentido del deber”, agregó.