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Editorial
Los Emberá
La violencia sigue lacerando la sociedad y mostrando visos de alto riesgo.
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Sábado, 22 de Octubre de 2022

Cuando se habla de los indígenas, en grandes segmentos de la población se sale en defensa de ellos porque son el hilo que nos conecta con nuestros ancestros. Hasta ahí todo va bien. Sin embargo, hay instantes en los que ellos desbocan sus comportamientos y caen en situaciones que rompen la convivencia pacífica.

Lo ocurrido en Bogotá, donde la protesta de unos 1.250 Emberá terminó en fuertes disturbios en la carrera séptima, a pocas cuadras de la Plaza de Bolívar, es confirmación que la violencia sigue lacerando la sociedad y mostrando visos de alto riesgo.

Resulta inexplicable que atacaran a los gestores de convivencia del Distrito que incluso han estado siempre atentos de ellos desde el momento que llegaron al parque Nacional, hace dos años, y ahora que fueron reubicados a albergues temporales como el de La Rioja.

Y en este mundo de simbolismos, a la Casa de Nariño y al Capitolio Nacional desde ese lugar de la emblemática séptima los hechos protagonizados por los Emberá que dejaron unos 16 policías heridos, le enviaron un mensaje para que se evalúe si realmente son necesarios los cambios del Esmad. Lo ocurrido, debería ser tenido en cuenta para no debilitar esa fuerza.

Y como alrededor de eso hay otras complejidades, es evidente que el problema se ha salido de las manos máxime cuando hasta la propia alcaldesa Claudia López señala a los miembros de esa comunidad desplazada de gastarse en licor las ayudas entregadas por el Distrito y que los líderes explotan a las mujeres y niños induciéndolos a la mendicidad.

El caso se remonta a 2020 cuando los indígenas comenzaron a arribar por grupos a la capital de la República huyendo de la violencia en sus territorios, hasta superar más de 2.000, hoy.

Luego aquí aparece el fantasma del ‘mal envejecimiento de los problemas’, porque lo que se fue produciendo fue un agravamiento de las condiciones de vida de estas personas que ahora reclaman reubicación, salud, vivienda colectiva, educación, emprendimientos productivos y el cumplimiento de los acuerdos con la Secretaría de Gobierno Distrital de Bogotá.

Se entiende que todos tienen derecho a unas condiciones dignas de vida, pero la manera de reclamar y reaccionar no debe ser como la protagonizada por estos miembros del pueblo Emberá, al frente del emblemático edificio de Avianca, porque incluso eso dista de las vías del diálogo y la conciliación que muchos de ellos mismos pregonan.

Aquí, aparte del resultado final que este episodio deje, ojalá se tenga bien presente que el hecho de ser poblaciones vulnerables y con derechos especiales, no implica que la protesta violenta sea el camino para hacer los reclamos, porque ahí se está poniendo de por medio la vida y la integridad de personas encargadas de preservar la seguridad y tranquilidad ciudadana, incluso la de ellos mismos.

Así como se ha planteado por parte del Gobierno Nacional que este es un caso de un asunto sin solución, es igualmente requerido que la justicia actúe con su peso sobre las personas que cometieron esta serie de desmanes, puesto que no puede ser que sigamos siendo una sociedad que todo lo busque solucionar utilizando las manifestaciones en las que los palos, las piedras y las agresiones sean los que hablen, cuando esto debemos superarlo.

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