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Editorial
La doble lección del CD
El mensaje parece claro: hay partidos en los que se permite golpear a las mujeres, en especial si no hay cámaras.
Domingo, 24 de Enero de 2016

La oportunidad es única, para plantearles a los partidos la necesidad de saber quiénes son sus miembros, pero, con mayor razón, quiénes son, en verdad, sus candidatos.

Que demuestren no solo idoneidad física y síquica, sino en el caso de toda Colombia, idoneidad moral.

Los partidos políticos generan tanta atracción, que las personas terminan por afiliarse a ellos y contribuir con dinero a su sostenimiento. Defienden ideas en favor de la democracia y de una sociedad feliz, y eso los hace imprescindibles en cualquier sociedad.

Mientras más simpatizantes tengan, los partidos serán más fuertes y más posibilidades de alcanzar el poder político suficiente para gobernar. Realmente, el objetivo de los partidos es ganar el gobierno con el poder generado en las urnas.

El poder es la razón de ser de los partidos. La posibilidad de ejercerlo, uno de sus objetivos permanentes, al que le dedican todos los esfuerzos, en una lucha contra los demás en la que prácticamente todo se vale. Así es en Colombia.

Pero, cuando todo vale, todo ocurre y todos perdemos.

Es imposible físicamente que un partido político les exija a sus aspirantes a la membresía, certificado de idoneidad física, síquica y moral. Así, los admiten con el lleno de muy pocas y elementales exigencias que se limitan a la identidad y al lugar de residencia.

Los partidos no saben, en realidad, ni quiénes son miembros y seguidores, ni cómo se comportan socialmente. Solo importa que, cuando los necesiten, todos estén listos para ir a las urnas a respaldar a los candidatos que les señalen.

Candidatos que, en contradicción democrática, no surgen de la gran masa de miembros del partido, como lo dicta la lógica, sino del corazón del dirigente de turno o del mandamás de alguna región. El poder económico parece ser un factor que marca diferencias entre los escogidos y el resto, y entre los mismos escogidos.

Y por eso ocurren situaciones lamentables como las protagonizadas por dos candidatos del Centro Democrático (CD), el primero, a la asamblea de Norte de Santander, el segundo, al concejo de Ocaña.

En campaña, Leonardo Cuéllar Sus golpeó de manera salvaje a su novia. Ella fue al hospital, lo denunció pública y judicialmente, y él siguió en campaña y resultó elegido. El otro, Jesús Alfonso López, también de manera brutal, golpeó a un hombre de 83 años al que dejó inmóvil en el quicio de una puerta. Este derrotado aspirante a concejal fue expulsado por su partido nada más amaneció. Pero el diputado no, ni siquiera se refieren a su caso en el partido.

A López lo grabó una cámara de seguridad. En el caso de Cuéllar el único testimonio fueron los hematomas de su novia. Ni siquiera lo fue su dolor…

El mensaje parece claro: hay partidos en los que se permite golpear a las mujeres, en especial si no hay cámaras. Pero no si las hay y si la víctima es un  hombre que a duras penas puede sostenerse en pie, como lo muestra el vídeo.

La oportunidad es única, para plantearles a los partidos la necesidad de saber quiénes son sus miembros, pero, con mayor razón, quiénes son, en verdad, sus candidatos. Que demuestren no solo idoneidad física y síquica, sino en el caso de toda Colombia, idoneidad moral.

Son esos candidatos la causa de la inmensa catástrofe moral que arrasa con los bienes del Estado, son ellos quienes, motivados por su interés personal, delinquen de mil formas, hunden al país en el miasma en el que se reproducen, y llenan de vergüenza a los colombianos honrados, que somos los más, pero sin el poder suficiente para revertir las cosas.

Aunque Cuéllar no fuera una figura pública, estaríamos preguntando a los dirigentes del Centro Democrático, porqué le dejan a la sociedad la lección del doble rasero, según la cual, de dos candidatos abusivos, a las tinieblas exteriores solo se arroja al de menos poder y prestigio.

En nuestro caso, los dos debieron ser sancionados con la misma regla.

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