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Editorial
¿Hacia otra guerra?
¿Qué hacer para evitar que la historia se repita? Para saber cuándo, cómo y qué hacer están los militares.
Martes, 10 de Mayo de 2016

Así comenzó la guerra que hoy aún ignoramos cuándo terminará. Si es que termina… Comenzó lanzando todo el poder militar del Estado en procura de unos cuantos campesinos desarrapados atrincherados en El Pato.

Comenzó porque alguien equivocó la táctica o la estrategia o lo que sea que haya equivocado y nada resultó lo eficaz que se pretendió que resultara.

Faltaba entonces la experiencia, se podría decir hoy, en un ejército que a duras penas podía con algunos bandoleros de revólver y cuchillos en los caminos del Tolima. Con algunos, porque no pudo con todos.

Que le ganó a Perú una guerra en la frontera y que luchó heroicamente en Corea, también se podría decir. El hecho concreto es que nada de eso les sirvió a nuestros militares para evitar la guerra que hoy algunos se empeñan en seguir peleando, sin darse cuenta de que mientras más largo se haga nuestro conflicto armado más vergonzosa puede hacerse la realidad de la milicia oficial.

Porque aquellos campesinos armados con machetes y escopetas de fisto se convirtieron después en las Farc (y otras guerrillas), un ejército que equilibró el combate de tal modo que fue concluyente el veredicto coincidente de la historia y de los expertos: las Farc jamás derrotarán al Estado, pero el Estado tampoco les ganará jamás a las Farc.

Y eso que, por lo menos por parte del Estado, en los últimos años se apeló a tecnología bélica de alta precisión y de eficacia y eficiencias aterradoras…

Ahora se acaba de hacer otro anuncio por lo menos inquietante: el Estado decidió utilizar toda su capacidad de fuerza, “todo nuestro músculo institucional”, es decir, las bombas de sus aviones de combate y los tanques y todo lo que haya a mano, contra tres de las más poderosas bandas criminales (bacrim): el clan Úsuga, los Pelusos y los Puntilleros.

En otras palabras, se hará lo que hay que hacer.

Pero —y esto no es ni advertencia ni prevención—, ojalá todo se haga como se debe hacer: sin errores, sin generar la posibilidad de que acciones contra unos criminales se transformen el comienzo de una nueva guerra.

Estos delincuentes no son, ni mucho menos, los labriegos de hace 60 años que a duras penas tenían la ropa, algunas gallinas y unos cuantos cerdos con los cuales sobrevivir: estos disponen de mucho dinero, de mucho poder, de todos los recursos logísticos necesarios para enfrentarse a quien sea.

Dairo Antonio ‘Otoniel’ Úsuga David, jefe máximo de una de las tres bacrim que atacarán, no debe ser cualquier Perico de los Palotes, desde que los gobiernos de Estados Unidos y Colombia ofrecieron 18 mil millones de pesos de recompensa por él. Con sus 3 mil subalternos en armas, tiene un poco menos de la mitad de los combatientes de las Farc, pero 20 por ciento más que el Eln. Además, muchos de sus principales cuadros acumulan la experiencia de años como paramilitares.

¿Qué hacer para evitar que la historia se repita? Para saber cuándo, cómo y qué hacer están los militares.

Al respecto, es oportuno recordar lo que hace largos años admitió Miguel Ángel ‘Sargento’ Pascuas, uno de los dos únicos fundadores de las Farc que aún están vivos. “Yo recién comenzaba, cuando enfrentamos a una patrulla del Ejército en el puente del sur de Atá. Peleamos mucho y nos quedamos sin nada de parque. Pero, sin saber por qué, el Ejército se retiró. Si hubieran seguido, se hubieran dado cuenta de cómo estábamos, nos capturan a todos y hasta quizás hoy no habría Farc…”, dijo.

Hay que hacer lo que sea necesario para neutralizar a las bacrim, desde luego. Pero también hay que evitar que comience otra guerra interminable.

 

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