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Editorial
El tiempo perdido
Cuando solo uno de cada cuatro ciudadanos respalda la gestión de su alcalde y solo 18 por ciento de los ciudadanos lo hace respecto del Concejo, se demuestra no solo que los funcionarios perdieron el curso sino que la ciudad perdió el tiempo. En el caso de Cúcuta, al menos tres años y medio.
Domingo, 14 de Junio de 2015

Cuando solo uno de cada cuatro ciudadanos respalda la gestión de su alcalde y solo 18 por ciento de los ciudadanos lo hace respecto del Concejo, se demuestra no solo que los funcionarios perdieron el curso sino que la ciudad perdió el tiempo. En el caso de Cúcuta, al menos tres años y medio.

La encuesta ‘Cúcuta como vamos’, elaborada con base en una experiencia de varios años en otras ciudades, confi rma muchas situaciones que la opinión pública sospechaba, como la de que los niveles de corrupción no solo se mantienen sino que han aumentado. Es lo que opinan conjuntamente 86 por ciento de los consultados.

Pero, lo peor, es que la desconfi anza en las instituciones que deben combatir la corrupción es mínima: mientras 35 de cada 100 cucuteños dice no confiar en nadie para esa tarea y 13 confían en los medios, en la Justicia y en los órganos de control solo lo hacen para cada caso 8 por ciento de los ciudadanos.

Es un panorama previsible, en especial por la manera como la administración local ha manejado asuntos como la movilidad, el uso del espacio público, la costumbre de transferir a la comunidad la responsabilidad de actividades que le competen solo a la Alcaldía y el Concejo y los frecuentes escándalos relativos al manejo del erario, la permisividad con los invasores de terrenos, el ausentismo de los concejales y su muy bajo interés en la ciudad. Y la casi ninguna transparencia…

No es del agrado del ciudadano, aunque el gobernante no lo perciba, que deba ocuparse de limpiar parques a cambio de un paseo de fi n de curso escolar, o pintar señales en las calles o limpiar muros y paredones o arreglar sardineles y separadores o rellenar los huecos del deleznable pavimento. Entonces, ¿qué hace la administración con los recursos?

Pero, por el hecho de que se preveía un resultado negativo, no deja de ser un panorama desolador y, sobre todo, desalentador, por cuanto a pocas semanas de que se decida el nuevo alcalde, entre los aspirantes no hay una sola idea robusta que, por ejemplo, centre todos sus esfuerzos en combatir la corrupción en el sector público. Y si no la hay para este fenómeno, tampoco, para satisfacer la principal necesidad local: el empleo masivo, formal y duradero.

El gobernante debe hacer siempre todo lo posible para que su pueblo sea feliz, para eso lo eligieron. Pero, en Cúcuta, solo 20 por ciento de los habitantes considera que la Alcaldía trabaja por mejorar la calidad de vida de la ciudad.

Los demás consultados creen que ese papel lo desempeñan desde las iglesias hasta los medios de comunicación, pasando por las juntas comunales. Solo 2 de cada 100 personas cree que los partidos políticos trabajan en ese sentido.

La encuesta revela un enorme desencanto de los ciudadanos con la tarea que les encomendaron a sus elegidos, algo que, sin embargo, puede no ser definitivo; no es improbable que, en unos años, los vuelvan a respaldar en las urnas.

Al fi n y al cabo, en el fondo se puede apreciar una enorme falta de conciencia política entre los cucuteños, que confiesan su afiliación a organizaciones religiosas, juntas de trabajo comunitario, asociaciones deportivas, grupos de pensionados, sindicatos… pero —salvo 2 por ciento—, no a los partidos políticos.

Y mientras haya ese divorcio entre ciudadanos y partidos, las de perder las llevarán siempre los primeros. Mientras no haya conciencia política, todos seguiremos perdiendo el tiempo. Y ese no se recupera.

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