La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Editorial
Debatir ¿para qué?
Porque, ¿debatir para qué? Eso es lo que siempre se ha hecho. Lo que falta es integridad en los denunciantes.
Domingo, 3 de Abril de 2016

Dicen que amigos le pidieron al senador Juan Manuel Corzo adelantar en el Congreso, o al menos promoverlo, un gran debate en torno de la corrupción en el gobierno y en la política del departamento.

Consideran, como Corzo, que la corrupción es “la mayor fuente de atraso y generadora de subdesarrollo y pobreza del país y en eso llevamos tiempo en Norte de Santander”.

Le sugieren el debate como si el senador no supiera de corrupción…

Si suya es una nota, La danza de los Tartufos (http://www.juanmanuelcorzo.co/2016/03/la-danza-de-los-tartufos.html), en la que hace pedazos al exgobernador Édgar Díaz y al secretario Yebrail Haddad, de Gobierno y los vincula con actos de corrupción. Son dos de los Tartufos…

A Díaz, “ilustre ciudadano ungido de grandes poderes”, le recrimina haber decidido construir “a su discreción o arbitrariedad”, el puente de Atalaya, a pesar de advertencias de la Aeronáutica Civil de que era improcedente, y sugiere que el exgobernador, mediante presiones políticas, hizo cambiar el concepto técnico. El hecho concreto es que, al final, la Aerocivil permitió continuar con la obra…

“Desde luego, esto (el cambio de concepto) acabaría con las investigaciones, como lo han hecho este y otros”, dice el senador en un lenguaje algo enigmático.

Pero, donde es claro es en el párrafo final, que dice a Díaz: “(…) a cambio de hacerse el mártir, por favor, no sea cínico. El patrimonio público que usted trata de esconder en inversiones ofende a la gente decente y lo deshonra a usted y a su familia. Si esa es su felicidad, es suya, no la nuestra, pero no me involucre en sus felonías. Hacer lo que hizo no es de funcionario público probo”.

Felonía, lo sabemos, significa deslealtad, traición, acción fea, pero Corzo no indica cuál significado fue el que escogió para el exgobernador, a quien le pide que no “se haga la víctima” ni diga radialmente “un poco de sandeces”.

Pero, más allá de esta guerra política, una de esas en las que no se pierde tiro, es muy importante comprobar que, desde las más altas esferas del poder, se pide combatir la corrupción.

Por qué no se planteó esto antes, no se sabe. Al fin y al cabo, corrupción ha sido casi la marca registrada de gobiernos de esta parte del país desde hace varias décadas.

No es ni exagerado ni injusto afirmar que ha habido y hay contralores de bolsillo de gobernadores, y procuradores hechos a la medida de congresistas y de alcaldes, o fiscales y jueces que se acomodan sin dificultad a los intereses de uno u otro funcionario, de ordinario corrupto.

Ha habido impunidad de asco, fallos y decisiones amañadas, penas de risa y archivamiento de procesos inexplicables. Todo está ahí, a la vista de cualquiera que lo quiera comprobar.

Lo único que no aparece nunca es el dinero público, quizás porque está escondido en inversiones que “ofenden a la gente decente”, que a nadie deshonran, porque honradez y política son, en Norte de Santander, conceptos casi siempre divergentes.

El texto de Corzo es interesante. Para considerarlo importante es necesario que llene los espacios vacíos, que son muchos, y que ojalá se atreva a llenar. Son solo enunciados y sugerencias nacidas de algún malestar dejado por el relevo ocurrido en la dirección de Corponor.

Con que solo diga cuáles son las inversiones de Díaz que ofenden a la gente decente, porque son con dinero del Estado, Corzo habrá hecho lo correcto. Mientras tanto, todo queda en ese mar de dudas de las peleas de comadres, que a nada conducen, salvo a divertir al vecindario.

Porque, ¿debatir para qué? Eso es lo que siempre se ha hecho. Lo que falta es integridad en los denunciantes, verticalidad en las actitudes y determinación en las acciones de quienes deben controlar. Mientras tanto, todo será una risa…

Temas del Día