En septiembre de 2005, Fabiola Zuluaga Amado anunciaba, sollozante y con la voz entrecortada, su retiro de la actividad tenística profesional después de 20 largos años de carrera deportiva, para “saludar esa vida de persona normal” que hasta ese momento no había tenido la oportunidad de vivir, como ella misma lo dijo, ante la mirada atónita de los periodistas que asistieron a la rueda de prensa.
Video: Exitoso encuentro entre María Camila y Fabiola Zuluaga.
Doce años después de dejar atrás la vida como deportista de alto rendimiento, viajando cada semana por el mundo, pasando meses enteros viviendo en hoteles y comiendo en restaurantes lejos de su familia, la cucuteña regresó a su tierra convertida en madre, esposa, y disfrutando cada segundo compartido con sus seres queridos.
Y volvió como deberían regresar todos los ídolos a casa, con un homenaje a la altura de sus logros, una celebración que se merecen los campeones, aquellos que sacrificaron su vida por enaltecer los colores de un país, de un departamento, y sobre todo de una ciudad pujante como Cúcuta, de la que seguirá siendo una de sus más dignas representantes.
Regresó para jugar un partido de exhibición nada menos que en el complejo tenístico que hoy lleva su nombre, y, por si al homenaje le faltara algo más de altura, enfrente tuvo a quien es actualmente la deportista con mayor proyección para el tenis colombiano, su paisana María Camila Osorio Serrano, otra intachable representante de la pujanza motilona.
“Por fin pude conocerla y jugar con ella”, fueron las palabras de una emocionada María Camila Osorio, quien cumplió el sueño de tener en la misma cancha a una de sus ídolos, una de las referentes que miraba cuando apenas comenzaba a jugar al tenis y que anhelaba algún día tener cerca.
Y lo hizo gracias al esfuerzo de la caja de compensación familiar Comfanorte, una de las entidades más comprometida con el deporte en Norte de Santander, y que quiso cumplirle el sueño a María Camila.
Solo jugaron un set pero fue más que suficiente para que ambas disfrutaran al máximo. El parcial terminó 6/1 a favor de la joven promesa, pero el marcador fue el detalle que menos importó en la mañana de ayer, pues en cada pelota que disputaron, con cada saque, e incluso en los descansos de los games, a las dos se les notaba la alegría de estar compartiendo un partido, y a la vez estar recibiendo el amor incondicional de un público que no se cansó de aplaudir todas las acciones del partido.
Pelotearon también con niños que hacen parte de las escuelas de iniciación de Comfanorte, y luego se sentaron en un sillón para conversar amenamente, frente al público que las acompañó y les recordó que siempre serán dos de las más grandes figuras que tenga el deporte nortesantandereano.
Sacaron tiempo para fotografiarse con todo el que quiso inmortalizar el encuentro, firmaron raquetas, pelotas, gorras, camisetas y hasta botellas de plástico vacías. Todos querían tener un recuerdo del encuentro de dos grandes atletas cucuteñas que ya tienen su lugar en la historia del deporte colombiano, pero también dos grandes seres humanos a los que ni el brillo de sus triunfos ha logrado opacarles la nobleza.