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Cultura
En las veredas nortesantandereanas bailan al ritmo de La Guatanana
Una mezcla musical que ha surgido de los aportes dados por varias culturas.
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Gerson Correa
Gerson Correa
Sábado, 8 de Febrero de 2020

Zapatear, zapatear y zapatear sin soltar a la pareja. Así se baila el son de un ritmo único de algunas veredas de Norte de Santander: la Guatanana. Poco conocido en lo urbano, pero con una riqueza artística especial, este ritmo ha surgido de una mezcla de sonidos y danzas de otros departamentos de Colombia. 

Su nombre proviene de la palabra “Guate” cuyo significado se relaciona con pobladores de otra tierra, por esto era común escuchar entre los habitantes de la zona frases como 'Guatear', cuando hacían referencia a los bailes.

Más allá de las danzas clásicas como La Machetilla, La Polka, El Torbellino Redondo o el Bambuco, la Guatanana es un estilo que nació de los pobladores locales a raíz de una hibridación cultural de Toledo y Labateca, destacando a los corregimientos de San Bernando, Samoré, Gilbraltar y la vereda Santa Bárbara; como la cuna de esta danza, que hoy en día es practicada entre sus moradores.

La Guatanana es una mezcla del merengue campesino y el joropo de los llanos orientales.

La música colombiana ha sufrido grandes cambios. Los sonidos musicales de los diferentes ritmos han caracterizado regiones y culturas en Norte de Santander y las nuevas mezclas del folclor nacen de los aportes dados por cada una de las culturas que arriban a los diferentes departamentos y dejan su identidad en este legado. 

Esta fue una de las razones principales para que los maestros Francisco Peñaloza ‘Guatoso’, Neftalí Santafé ‘Talí’ y Luis Berbesí, decidieran unir fuerzas para gestar un estudio sobre la Guatanana, un ritmo característico en las veredas, y que ha venido tomando fuerza en las últimas décadas.

“Hace años, cuando los cafeteros terminaban de cosechar sus cultivos, era muy común verlos partir a Arauca o a sectores cercanos a los llanos orientales como Tame y Saravena para vender sus productos. Muchos de ellos eran grandes músicos y bailarines empíricos que se reunían en las plazas para apreciar bailes propios de esta zona del país, aspectos que fueron integrando a sus costumbres; de esta forma,  al combinar el ritmo clásico del joropo con el merengue campesino, se dio inicio a un nuevo estilo denominado Guatanana”, explica Berbesí.

Resalta que la idea es rescatar los estilos nortesantandereanos, “dejar de pensar siempre en los San Juaneros o en el Mapalé. Quisimos dar un énfasis en el folclor propio, destacando a los artistas musicales que dejaron una huella importante que aún permanece, como es el caso de los artistas Fausto Pérez, Bonifacio Bautista o el propio Elías Mauricio Soto”, resaltó.

A raíz de los resultados de los estudios, Peñaloza fundó el semillero de baile “Las Batekitas”, orientado a la enseñanza de los más pequeños, con el fin de mantener el legado en las próximas generaciones, mientras que los maestros: Santafé y Berbesí, inauguraron una academia musical.   

La Guatanana es un baile que aunque suene extraño, ha cautivado a más de uno en las presentaciones que se han realizado alrededor del país. Sus pasos son tan originales que han sido galardonados como el mejor ritmo regional.

Este ritmo se interpreta con instrumentos como el bajo eléctrico, el requinto en guitarra, la vihuela mexicana y la guacharaca metálica.

Unos 25 grupos musicales se encargan de dar vida a estas melodías en las ferias, carnavales y noches mágicas alrededor de la plaza principal donde grandes y pequeños se reúnen a bailar mientras zapatean las letras de las canciones. 

Para Francisco Peñaloza ‘Guatoso’, la carranga y la parranda hacen parte de la identidad del departamento, pero no son los únicos bailes que nos representan, la mayoría de estos acompañados de melodías que comúnmente se pueden escuchar en los departamentos vecinos.
 
“Estamos dando una nueva cara a nuestra región, tejer una identidad alrededor de lo que nos caracteriza como comunidad crea lazos que son difíciles de destruir y que se van a mantener durante muchos años”, explica.

De igual forma, asegura que este estilo ya está cerca de ser constituido como música autóctona de esta región del suroriente del departamento y que seguirá trabajando para descubrir las sorpresas que se esconden en torno a la cultura. 

El profe que enseña Guatanana

Aunque asegura no tener sangre musical heredada por su familia, al ritmo de gaitas, lira, tamboras, guacharaca y cantos que retumban en lo más profundo de nuestras raíces, Peñaloza Jaimes toda su vida ha interpretado y difundido en el departamento, y en el país, el folclor a través de los ritmos musicales.  

Nacido en el municipio de Labateca, Norte de Santander, en 1962, ‘Guato’ se describe como un indígena U’wa de pura cepa, que lleva alrededor de 30 años de formación, en los cuales adquirió los conocimientos artísticos de los diferentes maestros que han forjado su identidad cultural. 

La bailarina Rosalba Salcedo, el director de la danza folclórica de Norte de Santander Juan Hernando Becerra, el experto en artes escénicas Edgar Miguel Bello y el titiritero Aníbal Agudelo, lograron forjar en él la vena artística que había estado intacta esperando ser explotada. 

A los 10 años llegó a la Perla del Norte, donde se radicó, y vivió sus mejores años. Parte de su niñez la pasó en Pamplona, y desde muy pequeño demostró cualidades que lo impulsaron a indagar en los ritmos que tanto le gustaba escuchar, generando diferentes facetas que sigue aplicando en su diario vivir. 

Cuando inició sus estudios universitarios, Peñaloza apostó por la agropecuaria, pero dentro de su ser faltaba algo, no era completamente feliz. De este modo, entendió que el sector agrícola no era lo suyo y que el camino correcto estaba enfocado en los instrumentos musicales que tanto amaba.

Así, finalmente optó por la educación básica con énfasis en artística, obteniendo el título de licenciado en la Universidad Francisco de Paula Santander (UFPS).

Estando allí, conoció a su mentor y maestro, Eliseo Moreno, donde aprendió lo que sabe del mundo musical. “Yo era su alumno más difícil”, dice.

Después de 40 años, el hijo pródigo regresó a su ciudad natal,  ahora convertido en maestro de cumbias y porros, una vida reflejada en la tradición oral que fue construyendo y que por medio de cuentos y fábulas da a conocer a su público, el que lo motiva a seguir investigando y dando a conocer su trabajo o como él lo prefiere llamar, su pasatiempo preferido. 

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