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Cúcuta
Palmarito, tierra que se resiste a la entrada nuevamente del conflicto
Conocer de cerca la realidad de esta comunidad fue la gran experiencia que dejó ‘Vamos Colombia’, en este corregimiento. 
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Jhon Jairo Jácome Ramírez
Sábado, 28 de Julio de 2018

Puede que en Palmarito hagan falta muchas cosas, desde una presencia más activa del Estado con inversión social y seguridad, hasta una participación más manifiesta de la ciudadanía que se familiarice con esta zona que, por increíble que parezca, hace parte de Cúcuta. 

Sin embargo, lo que no se puede decir que hace falta en Palmarito, son ganas de su comunidad por convertir este lugar en un mejor espacio para ellos y para todos. 

Eso quedó comprobado el pasado fin de semana cuando más de 120 voluntarios de diferentes empresas nacionales y locales, invitados por la Fundación Andi, se tomaron este sector del área rural de Cúcuta para aportar, de alguna manera y según sus posibilidades, a la transformación de esta zona que desde siempre ha clamado porque la volteen a ver. 

Calma aparente

En Palmarito, aparentemente, todo parece ir bien. Sin embargo, el temor porque la violencia, que ha vuelto a rondar por sus campos, reaparezca, lleva a sus habitantes a evitar hablar del tema, a enfocarse en lo importante, como dicen, que son sus cultivos, sus proyectos, su escuela y sus vías de acceso.

Miguel Bautista, un campesino orgulloso como ninguno de su lugar de origen, encarna en sí mismo el espíritu de resistencia que impera en esta zona. Nacido en Palmarito, ha vivido toda su vida en este sector de Cúcuta por donde todos los grupos armados ilegales han pasado. Solo por un breve espacio de tiempo se ‘auto asiló’ en Venezuela, temeroso de que los paramilitares lo mataran. De allí regresó luego de que la comunidad abogara por su vida y los mismos ‘paras’ le manifestaran que no le iban a hacer daño porque ‘lo que él hacía, no lo hacía nadie’.

“Desde los 16 años empecé a involucrarme en todas las actividades de mi comunidad. A esa edad me nombraron representante de los padres de familia de la escuela y apenas cumplí los 18 años quedé de presidente de la Junta de Acción Comunal. Desde entonces no he parado”, dice bajo el sol que quema la piel pero enciende los sentimientos.

En su finca, los voluntarios sembraron plátano y yuca. Mientras las indicaciones sobre el sembrado eran impartidas, la desazón por lo poco rentable que hoy se ha vuelto esta actividad, afloraba con cada paso.

“Es increíble que antes, cuando había que sacar estos productos a lomo de mula, los precios fueran mejores para el campesino. Ahora que los camiones llegan hasta el mismo cultivo, no estamos ganando nada. ¿Sabe cuánto nos dan a nosotros por un kilo de plátano? ¡300 pesos! Ese mismo kilo, a usted se lo venden en Cúcuta hasta en 2 mil pesos…y Cúcuta está allí no más. Piense en los campesinos del Catatumbo...”, afirma Miguel.

Aunque no lo haga explícito, detrás de su reclamo subsiste la razón por la cual en muchas partes del departamento es más rentable sembrar coca que plátano, algo que el Gobierno entiende muy bien, pero no hace nada para evitarlo. 

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En el olvido

Y es que el Gobierno, municipal, departamental y nacional, ha hecho oídos sordos con Palmarito. Allí, sobre la vía principal, existe un terreno que el municipio compró hace muchos años para desarrollar un proyecto que permitiera la recreación y el esparcimiento de la comunidad. El proyecto, sin embargo, jamás inició. 

Este año, a punta de bazares y actividades comunales, y hasta del aporte del propio bolsillo de Miguel, empezó a erigirse una cancha de fútbol con medidas reglamentarias y hasta sistema de riego incluido. 

En esta cancha trabajaron los voluntarios que la Fundación Andi llevó a la zona. También lo hicieron en el salón comunal, en la escuela de la vereda El Suspiro y en otros cultivos con los que la gente de este sector le apuesta a la legalidad, a pesar de que su entorno sea utilizado por los contrabandistas a diario.  

“Nuestra lucha diaria es por subsistir con lo que sabemos hacer, que es sembrar la tierra. No pedimos nada distinto a un apoyo decidido por mejorar las condiciones de nuestra comunidad. También, que tengamos la posibilidad de mostrar nuestros productos en Cúcuta evitando los intermediarios, que son los que se quedan con toda la ganancia”, sostiene Miguel mientras labra la tierra donde espera que le ‘pegue’ la yuca. 

Cambio de estrategia

La iniciativa ‘Vamos Colombia’, de la Fundación Andi, cuenta con el apoyo y financiamiento de la Usaid, y para su actividad en Norte de Santander, contó con el acompañamiento del Ejército a través de su campaña Fe en Colombia, la misma que busca acercar a los militares de una forma distinta a la comunidad.

A través de una acción integral, que va más allá de prestar seguridad en estas zonas, el Ejército ha logrado hacer parte del día a día de estas personas con actividades de recreación, brigadas de salud, acompañamiento educativo y, quizás lo más importante, con el trabajo hombro a hombro en las actividades domésticas propias del campo. 

Por eso, en Palmarito, los soldados, sin dejar a un lado sus fusiles, también se ‘armaron’ de palas, picas y azadones y ayudaron en la siembra de las semillas que allí se dispusieron. También, ayudaron con el embellecimiento de la escuela, el salón comunal y otros espacios que la comunidad ha dispuesto para sus reuniones. 

“Ver a los soldados haciendo esto con nosotros no solo nos llena de alegría, sino que nos permite soñar con un futuro distinto, uno en el que estos jóvenes no tengan que enlistarse para la guerra, sino para los trabajos del campo, de donde han salido a ponerle el pecho a un conflicto que les fue heredado, pero que no tienen por qué perpetuar”, remató un habitante de El Suspiro que, junto a un militar, cavaba un hoyo para sembrar plátano. 

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