Con el traje de protección puesto se ven como poderosos robots, pero por dentro los técnicos antiexplosivos, de carne y hueso, tienen que controlar el miedo en cada procedimiento para salir victoriosos, ante una posible bomba.
Los cinco técnicos de la Policía Metropolitana de Cúcuta parecen hermanos. Se cuidan el uno al otro y siempre tratan de aprender algo nuevo y de compartir su experiencia con un solo objetivo: evitar una explosión.
Su mejor aliado es un verdadero robot, un aparato de alta tecnología, con un valor aproximado de 450 millones de pesos, que tiene el primer contacto con los paquetes sospechosos.
Un tiro con el cañón de este robot (que utiliza un sistema de agua) permite abrir las cajas o los elementos donde se presume que hay un explosivo.
El paso a seguir es que el técnico se acerque al lugar con su traje blindado, caminando de lado a lado, sin permitir que la adrenalina le juegue una mala pasada.
“Jugamos con la presión. A mí me da mucha hambre, otro compañero empieza a hablar muy rápido y así cada quien toma una actitud extraña minutos previos a la intervención del explosivo”, explicó el intendente William Fernando Bareño, uno de los técnicos, con 13 años de experiencia en el grupo Antiexplosivos, en la ciudad.
Curiosamente, el humor tiene un papel importante en medio de la tensa situación para tratar de evadir el nerviosismo.
“A veces decimos que nos quedamos con las botas del que se va a poner el traje, o con la plata que tenga en la billetera. Es un cara y sello, con liderazgo para hacer las cosas bien”, dijo.
Una vez el uniformado se percata de la clase de artefacto explosivo que tenga el paquete, procede a cortar el cable indicado para desactivar el circuito y dar un parte de tranquilidad.
“No he estado en ningún procedimiento que termine mal (en explosión) y la verdad, no quisiera vivirlo, eso suena muy duro (risas)”, dijo Bareño.
No obstante, los técnicos antiexplosivos están altamente capacitados para ejercer su labor. Un año y cuatro meses dura el entrenamiento en la escuela de Investigación Criminal, en Bogotá.
Bareño y sus cuatro compañeros tienen algo muy claro y están convencidos que por ello integran este grupo: son apasionados por lo que hacen y confían en sus capacidades.
“Cuando hay un buen manejo de lo que uno sabe hacer y cuando se tiene verraquerra y se deja a un lado el temor, vamos hacia el éxito”, dijo el policía que le ha entregado 17 años de su vida a la institución.
Para no olvidar
Una de las situaciones más difíciles que ha atravesado Bareño en su carrera fue cuando en el municipio de Sardinata, uno de sus compañeros pisó un nailon y por poco activa una mina antipersonal.
El uniformado se salvó, porque el nailon estaba amarrado a una rama y se partió, sin dejar que se completara la acción para estallar.
Asimismo, entre las situaciones más recordadas, fue hace seis años en Cúcuta, cuando a una señora le instalaron un cinturón con tubos PVC, plastilina y una batería. En este caso, los protocolos de seguridad tuvieron que salirse de lo común, para descartar que tuviera explosivos.
Los uniformados se acercaron sin traje para no alterar los nervios de la víctima, inspeccionaron sigilosamente el cinturón y se percataron de que no había nada.
La emergencia se produjo por unos extorsionistas que querían presionar a la víctima de esta manera.
Explosivos caseros
Los expertos en el manejo de explosivos aseguran que en la mayoría las organizaciones ilegales instalan explosivos caseros. Estos son preparados con una mezcla entre nitrato de amonio con aluminio o con Acpm (aceite combustible para motores), insumos traídos principalmente desde Venezuela.
Entre los métodos de activación está a través de un temporizador, de un celular, de un movimiento o al momento de abrir el paquete bomba.
“En el equipo tenemos los elementos necesarios para combatir cualquier tipo de explosivo. Tenemos buenas herramientas para ganar la batalla”, advirtió el técnico.
Los más recientes
Entre los casos más recientes que han ocurrido en la capital de Norte de Santander fue la bomba (que contenía 15 kilos de explosivo), controlada por este grupo, alrededor de las instalaciones de la Secretaría de Tránsito de Cúcuta, ubicada en el sector de la Central de Abastos.
Esa noche, del lunes 19 de febrero, a pesar de que los expertos antiexplosivos activaron un inhibidor de señal, el celular que contenía la carga y que funcionaba como método de activación sonó varias veces. Por fortuna, sin que estallara.
“La experiencia del equipo permitió salir bien librados esa noche”, dijo Bareño.
Un día después, del fallido intento por ‘volar’ las instalaciones de Tránsito, una alarma de bomba retumbó en las instalaciones del Palacio Municipal, generando zozobra y desespero entre los cucuteños.
Sin embargo, tras una rigurosa inspección descartaron que existiera una bomba en la Alcaldía.
Sumado a ello, el pasado 5 de marzo, otra alarma de bomba alteró la tranquilidad en la calle 9 entre avenidas 6 y 7 del centro. Pero, solo se trataba de un tubo de PVC corto, sellado por ambos lados abandonado a un costado de la vía.