El fútbol es tal vez el deporte que más pasión genera en todo el mundo y, como todas las pasiones, el factor emocional es el más importante para que esta relación se mantenga viva. A ver fútbol no van los muertos porque no se emocionan. Al estadio van los vivos, pero no los vivos que ganaron el domingo las elecciones regionales, van los vivos que se emocionan con el rodar del balón, que gritan y lloran por los colores de su equipo, y que se pegan el radio al oído para escuchar las emociones del narrador.
No está escrito en ninguna enciclopedia ni lo enseñan en las escuelas de formación, pero cuando un partido de fútbol carece de la emoción de no pelear por ningún objetivo y, por si fuera poco, le hace falta el público, no es más que un trámite bancario.
Para las casi 200 personas que asistieron ayer a ver Cúcuta-La Equidad, ir al estadio fue más parecido a sentarse en una plaza pública a pasar la tarde. Pero no una tarde común y corriente. No. La de ayer fue una tarde cultural que tuvo desde monólogos dramáticos hasta representaciones teatrales.
(Foto Juan Pablo Bayona)
En un escenario que no necesitó tarima, el primero en hacer su aparición fue el popularmente llamado ‘Hincha fiel’. Con su tradicional atuendo rojinegro y el gorro de jefe indígena tupido de plumas, este personaje comenzó a pregonar su discurso detrás del banco visitante, mientras agitaba entre sus manos la bandera gigante que siempre lleva.
“¡¿Cómo es posible que el estadio esté vacío?! ¡Nos están quitando la diversión y el sustento de nuestras familias!”, repite una y otra vez hasta que se ahoga y no le sale más la voz. Toma una bocanada de aire y remata: “lo que quieren es que no volvamos al estadio, pero aquí estamos, y ¡aquí vamos a estar siempre!”, grita con el cuello ya inflamado y a punto de reventársele una vena.
Las personas que siguen llegando a los pocos minutos de haber comenzado el ‘show’ se van acomodando donde quieren porque cemento es lo que les sobra para aplastar sus glúteos y sentarse a disfrutar del espectáculo, que aunque nada tenía que ver con fútbol, siempre estuvo entretenido.
(Foto Juan Pablo Bayona)
El público que hay ahora en la plaza es absolutamente variado. Están quienes acuden en grupos pequeños, o en pareja, y se explayan tan largos como son en la gradería a contar las anécdotas de la semana mientras chupan paletas de colores; los hinchas de siempre que como en un ritual siguen usando la casaca rojinegra, también varias desprevenidas que van en tacones luciendo las destrezas que los cirujanos estéticos han hecho con ellas, algunos amigos que se citan en la plaza para contarse los chismes del barrio, y uno que otro periodista con cara de “vengo porque me toca”, hablando por celular.
Los vendedores de chicharrón, paletas, gaseosa y bofe se cansaron, a los quince minutos de estar caminando de arriba abajo sin vender nada, y decidieron tomarse la tarde libre. Al fin de cuentas, era una tarde cultural, con un clima inmejorable que no superaba los 28 grados y lo mejor de la función estaba por venir.
(Foto Juan Pablo Bayona)
Con las tribunas de Oriental y Norte cerradas, en Occidental lo que se estaba viviendo era una fiesta. El que no se interesaba por el monólogo del ‘Hincha fiel’, que ya estaba hablando de la evolución del ser humano y su relación con el fútbol, se distraía mirando a las desprevenidas que se reían a carcajadas mientras chateaban y se sacaban fotos con sus acompañantes, o se paraban a estirar las piernas mientras le mandaban razones con el técnico encargado al presidente del Cúcuta: “dígale a (José Augusto) Cadena que por acá no vuelva hij…”.
(Foto Juan Pablo Bayona)
En todo el medio de la tribuna, un anciano de casi 70 años les sacaba carcajadas a quienes lo rodeaban, entre esas a las desprevenidas del whatsapp. “El Cúcuta ya no gana ni en unos intercolegiados”, decía entre risas al tiempo que se levantaba para terminar el chiste mirando a su público.
Su gracia le valió varias cervezas y un paquete de chicharrones cortesía de los demás asistentes.
Sin embargo, lo mejor no había llegado.
(Foto Juan Pablo Bayona)
El espectáculo del entretiempo se lo robó el mejor actor de la plaza. Tan pronto el árbitro pitó el final de los primeros 45 minutos, entró por la escalera central un tipo descamisado, de aproximadamente 1,78 metros de estatura, con dos elementos que rompieron con el molde de lo que se tenía previsto: una máscara con la cara de José Augusto Cadena sujetada con un caucho, y en su mano un fajo de billetes de $50.000.
“Dónde están los jugadores que les debo plata que les voy a pagar. ¡Llegó Cadena hij….! Dónde están los que hablan mal de mí que les voy a dar plata, dónde están que Cadena les va a pagar!”, era todo el libreto que llevaba preparado, pero que bastó para que el público aplaudiera al unísono por primera vez en la tarde.
El cronómetro del segundo tiempo ya estaba en curso pero el público estaba en lo suyo, divirtiéndose con el espectáculo de “Cadena” en la tribuna, escuchando los chistes del aficionado de la selección, o prestando atención al monólogo del ‘Hincha fiel’, que ahora hablaba de la vida de Juana Rangel de Cuellar.
(Foto Juan Pablo Bayona)
En la tribuna Sur, los barristas de la Banda del Indio vivían su fiesta aparte. Bailaban, cantaban, insultaban y se carcajeaban entre el humo.
La tarde fue cayendo y con ella las energías. El público que empezó bien animado terminó cansado. Pero no cansado de los números que acababa de observar en la tribuna, cansado de ver más de lo que ha visto todo el semestre. El árbitro bajó el telón y poco a poco quienes vivieron la tarde cultural fueron desocupando el estadio, que ayer fue la Plaza General Santander.
El partido quedó 1-1.