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Licorerías de barrio son las que más atentan a la sana convivencia
Desde diferentes lugares del área metropolitana de Cúcuta se denuncian casos de irresponsabilidad en los establecimientos, afectando la tranquilidad de los vecinos.
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La Opinión
Jueves, 22 de Abril de 2021

Lograr una sana convivencia con las personas aledañas a nuestros hogares es un reto y compromiso diario que requiere comportamientos medidos para relacionarse en paz, sin embargo, en diferentes localidades de Cúcuta y el área metropolitana, a diario se presentan inconvenientes por intolerancia o desconocimiento de las normas básicas de convivencia.

Los casos más frecuentes se presentan en Cúcuta y tienen que ver con licorerías que, por los altos volúmenes que manejan, importunan a los vecinos.

Ante los vanos intentos de diálogo, solo les queda contactar con la Policía para que hagan presencia en el lugar y regulen el ruido que se prolonga hasta altas horas de la noche.

“Con frecuencia debemos escuchar música de cantina todos los días, y los domingos es peor, incluso hasta las 3 de la mañana. Ya no hay descanso ni respeto por los abuelos, niños ni por personas que laboran”, dijo Marisela Rodríguez, una de las personas afectadas en Villas de Comfanorte.

Otro caso ocurre en Videlso, en Los Patios, también por licorerías que exceden los decibeles permitidos.

Desde lineamientos de la Fuerza Pública para garantizar la armonía de las personas en lugares públicos y privados, establecen en el Código Nacional de Policía y Convivencia artículos que buscan garantizar la paz en la ciudad.

En este caso, el artículo 93 condena “generar ruidos o sonidos que afecten la tranquilidad de las personas o su entorno”, con la medida de suspender temporalmente la actividad, y el artículo 33 a su vez rechaza a aquellos “sonidos o ruidos en actividades que afecten la convivencia del vecindario, cuando generen molestia por su impacto auditivo”.

 

Los dueños de animales

Otro inconveniente frecuente es el nulo control que tienen los vecinos con sus mascotas para recoger sus necesidades.

“Prefieren abrir la puerta y dejarlos a su libre albedrío sin asear el lugar infectado, que resulta ser el porche de las casas del vecindario”, denunció una vecina.

Al respecto, el artículo 124 reprueba en su acepción 3 “omitir la recogida de los excrementos de los animales, por parte de los propietarios, o dejarlos abandonados cuando ocurra en el espacio público o en áreas comunes”.

La multa para quien incurra en esta práctica es de 4 salarios mínimos diarios legales vigentes, alrededor de $121.000 pesos.

Desde que la pandemia incrementó la estadía en el hogar, se han visibilizado problemáticas de violencia intrafamiliar o casos de intolerancia entre familias, a medida que aumenta el tercer pico y las posibilidades de regular de nuevo medidas severas para controlar la expansión del virus, por lo que es importante entender las libertades como ciudadanos y participantes activos de la comunidad.

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