Una pregunta frecuente entre los amigos es ¿qué estás leyendo? Miguel Ángel Flórez Góngora, autor de la biografía más bella que se ha escrito sobre Leo Matiz, está leyendo la Historia de México y las Crónicas de Indias. Miguelito se fue para México hace un año pero desde siempre se ha interesado por la cultura azteca.
Su devoción por los libros de Alfonso Reyes; la vida turbulenta de Frida Kahlo al lado de Trotsky y Rivera; la historia de Siqueiros, el muralismo mexicano, Juan Rulfo, el cine de Cantinflas y los ensayos de Octavio Paz, así como la poesía de sor Juana Inés de la Cruz, y, más recientemente, Paco Ignacio Taibo II y Juan Villoro, lo convierten en un mexicanista.
Miguel Ángel se fue para México empujado por sus lecturas. Fue a demoler sus propios molinos de viento: sus propios fantasmas interiores. Como Emma Bovary, Miguel fue atravesado por sus lecturas.
Juan Carvajal lee el estudio de la Edad Media, de Burckardt. Y eso se nota cuando habla, cuando respira, cuando escribe, cuando bebe. Lee también el estudio sobre Cervantes, de Martin de Riquer. Por las afinidades en sus lecturas, Juan y Miguel son hermanos. Porque la lectura crea comunidades, complicidades, afinidades. Un santo y seña universal entre lectores es saber cuál es el punto de vista sobres las obra de Henry de Montherlant. Cualquiera que se precie de ser buen lector, tiene que leer a Montherlant, el resto es literatura.
Iván Gallo, el odiado Iván, el vilipendiado, el de las 2 orillas, el que todo el mundo quiere mandar a la hoguera, lee el siglo XVI para salvar su alma. Iván el terrible sabe que en Góngora y Quevedo y Tirso de Molina está su redención. Su prosa es una mezcla de la sátira del Siglo de Oro, los chismes de salón y el meimportaunculismo cucuteño. No sé si alcanza a sus maestros, por lo menos tiene la lucidez de querer dinamitarlos.
Darwin lee a Darwin. Me refiero a que Darwin Pacheco está leyendo un estudio sobre Charles Darwin, su tocayo. Pero también lee a H.G. Wells y a Chesterton. Darwin es un escritor alemán nacido en Valledupar. Su poesía y sus notas breves en su muro de Facebook, lo delatan: es un hedonista, como Harold Alvarado Tenorio, pero menos obeso y más mitómano. O sea, un poeta. Sus lecturas lo han subido de peso. Vive físicamente en Cúcuta, pero sus aventuras estéticas le han permitido (¿permitodo?) recorrer el mundo entero en una página de una novela de Dickens.
Elisa Quiñones, la encantadora Elisa, lee a Pombo en voz alta. Óscar Villalobos lee la biografía de Ella Fitzgerald, mientras que Alexandra Jiménez lee en francés un libro de Eluard, ilustrado por Picasso. Tania Agudelo está metida de cabeza en el Teatro del oprimido. Esa forma del teatro en que el artista de tablas lucha contras las dictaduras y toda forma de opresión: el teatro foro, como herramienta terapéutica. Mateo Cardona lee La Quarantaine, de Le Clézio. Y el Complejo de Di, de Dai Sijie, es lo que entretiene por estos días a Diana Forero.
Todos son lectores porque saben que van a morir: la lectura retrasa la muerte y hace más bella la vida. ¿Usted lee porque le gusta? ¿O, porque quiere aprender?