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Volver al cementerio
El cementerio central de San José de Cúcuta abre otra vez sus rejas a muertos, deudos y parientes.
Martes, 22 de Marzo de 2022

Algunos se alegraron cuando la Alcaldía autorizó, de nuevo, abrir el cementerio central. Lo cerraron desde comienzos de la pandemia  y no había indicios de que muy pronto lo volvieran a abrir. Fueron necesarias demandas, tutelas, derechos de petición y muchas otras herramientas judiciales, para que alguien diera la buena nueva: El cementerio central de San José de Cúcuta abre otra vez sus rejas a muertos, deudos y parientes. Después dijeron que sólo podían entrar vivos. A los muertos se les negaba ese derecho, por la sola razón de que ya no hay espacio en el camposanto para nuevos huéspedes. “No hay espacio para tanto muerto”, dijo el administrador, o como dicen en las fiestas de los pueblos: “No hoy cama pa´tanta gente”.

Se alegraron las vendedoras de flores que a la entrada del camposanto ofrecen lirios y rosas y girasoles, para aliviarles el descanso eterno a los que yacen en aquellos parajes. Se alegraron las vendedoras de tinto y gaseosas y empanadas, porque visitar difuntos da un descanso espiritual, pero no calma el hambre. Se alegraron los mariachis de tumbas, que con rancheras les hacen más llevadera la vida a los que ya no la tienen. Y los vendedores de cirios y velones también se alegraron porque la devoción a algunos muertos obliga a llevarles luces para que se alumbren en el camino de la eternidad.

Y se alegraron los familiares de los muertos porque pueden volver a visitar a los suyos, a contarles sus penalidades y a desearles luz perpetua y descanso eterno. Me llamó una amiga, feliz de la pelota, bailando en una pata, porque de nuevo había podido entrar a hablar con su nona, que allí está enterrada. Le llevó un padrenuestro, un clavel blanco y un montón de necesidades, porque está segura de que la muerta la sigue consintiendo como lo hacía en vida, cuando, aún ya grande la nieta, la sentaba en las piernas a  contarle cuentos y a cantarle canciones.

Los muertos hacen milagros. La tumba del Mico Isaza, por ejemplo, vive llena de cirios, flores y recordatorios de milagros que hace. Cuentan que el hombre era un ladrón de buen corazón (hay ladrones buenos. ¿Se acuerdan de Dimas? ¿Leyeron a Robin Hood?) El Mico Isaza lo que robaba o lo que hacía de sus robos, lo repartía en dos partes iguales: una para sus gastos personales, y la otra la repartía entre los pobres. Parece ser que después de muerto sigue haciendo favores a los que acuden al cementerio a pedirle “una ayudita por amor a Dios”.

Decía que, por fin, abrieron de nuevo el cementerio, pero no para enterrar sino para visitar. Y entonces, el sepulturero, que vivía de pegar ladrillos en las bóvedas y de abrir huecos en la tierra, se ha quedado sin empleo.  Sin muertos para enterrar, la vida se le ha puesto difícil. Y se le ha puesto difícil al cura que daba la despedida final con responsos y agua bendita a quienes se marchan  para siempre. Y la tesorería municipal ha visto mermadas sus arcas porque no hay a quien cobrarle derechos de inhumación.

Dicen que el cementerio central ya no da más. Seguramente sucederá lo mismo que  con otros cementerios viejos que ya no existen. Pasaron a mejor vida. Y los dolientes tuvieron que irse con sus muertos a otras partes.

Sólo quedan algunos espantos que vuelven a recoger sus pasos de muertos en aquellos lugares donde fueron enterrados. Dicen que por allí se escuchan gemidos de noche. Pueden ser de muertos o de vivos. ¡Uno no sabe!

 gusgomar@hotmail.com

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