El espacio público está concebido como el lugar abierto a toda la sociedad para su uso, en el que el Estado desarrolla las obras de disfrute colectivo. Plazas, parques, andenes, etc, son diseñados para que ciudades de alta densidad poblacional como la nuestra, tengan garantizada la adecuada movilidad y bienestar de sus conciudadanos.

La modernidad de estos espacios sin lugar a dudas ha traído un gran confort a la sociedad y hoy día el diseño de éstos, juega un papel importantísimo, introduciendo conceptos visuales y funcionales que nos hacen avanzar en la adecuada remodelación urbana que tanto requerimos. Sin embargo, no podemos perder de vista que por más hermosos que sean los espacios públicos, siguen siendo eso, espacios públicos.

Quienes tenemos unos años encima recordamos con satisfacción como las canchas múltiples estaban llenas de chicos y jóvenes con deseo de jugar. Teníamos que esperar para usar las canchas o en su defecto hacer equipos para enfrentar a quienes ya estaban jugando. Las canchas de tierra estaban llenas de la alegría de los jóvenes corriendo tras un balón, muchas veces raído, pero balón al fin y al cabo.

Muchos de los jóvenes que corrieron tras esos balones, en canchas polvorientas, hoy son hombres de bien, que les fueron arrebatados a la droga y otros vicios, pues su mente en ratos de ocio solo estaba puesta en el balón y en la cancha de tierra. Grandes amistades nacieron allí, tras horas de compartir de manera sana en estos espacios diseñados para el esparcimiento de todos.

Los espacios públicos han mejorado sustancialmente, al construir las famosas canchas sintéticas, evidentemente, visual y funcionalmente son mucho mejores, pero han perdido su esencia de ser el espacio de todos los ciudadanos, porque equivocadamente se han convertido en la caja menor de algunos avivatos a los que solo les interesa el ingreso que perciben por dejarlas utilizar. 

La imagen no puede ser más desgarradora, en el pasado las canchas estaban llenas de chicos corriendo, hoy día, los chicos están tras las rejas deseando ingresar y lo que es peor, expuestos a los jíbaros y delincuentes que los instrumentalizan para el crimen. Qué daño tan grande se viene cometiendo, al volver estos espacios públicos, el negocio privado de unos cuantos. Es una de las nuevas modalidades de la politiquería y la corrupción, ya no dan puestos, ahora entregan miniconcesiones.

Debemos, como ciudadanos, reclamar estos espacios para el disfrute de todos y si la excusa es la grama sintética, bien pueden llevársela y ponerlas de tapetes donde les plazca, pues preferimos canchas de tierra, llenas de niños a monumentos de pasto sintético sin uso. La razón de ser de estos espacios debe ser su uso y no el lucro.

Retomemos los espacios públicos y disfrutemos en familia de ellos, pues nuestros hijos requieren de lugares de convivencia pacífica en los que la amistad y los pequeños triunfos, sigan siendo recuerdos invaluables. Vamos por más espacios públicos Cúcuta.