La protagonista de nuestra triste historia quedó estupefacta cuando los compañeritos de un niño de cinco años cuidaba un juguetico que había encontrado cerca de su casa, se trataba de una granada de fragmentación que el pequeño campesino halló y llevó a la escuela, sin tener la mínima idea de que el extraño artefacto podría matarlo, también a su maestra y amiguitos.
Para fortuna de la desesperada docente, la calma que conservó le permitió informar a la directora de la escuela y que ella buscara a las personas que llevaran la letal arma ante las autoridades de la vereda.
La misma ‘heroína’ que lleva más de veinte años formando y educando a los niños y adolescentes del Catatumbo, en la vereda Villanueva, cerca de San Calixto, pero comprensión municipal de Hacarí, tuvo la valentía necesaria para frenar a un guerrillero que en varias oportunidades intentó meterse a la brava a su humilde habitación.
Para evitar que el libidinoso subversivo lograra sus infames propósitos, investigó donde podría hablar con el comandante y caminó extensos kilómetros, de noche, hasta llegar al campamento de ‘Megateo’ y contarle su drama. El hipotético violador nunca regresó a fustigarla y se cree que fue sometido a un consejo de guerra.
A ella le ha tocado viajar a lomo de mula por senderos abruptos e interminables hasta llegar al sitio donde la esperan los muchachitos ávidos para aprender a leer, escribir, sumar, multiplicar y hasta restar. Los extenuantes viajes los ha hecho de día o de noche, con los estruendos y luminosidades propios de fuertes aguaceros y tormentas.
El pánico y las alucinaciones en las travesías le dan cierto grado de credibilidad a los mitos y leyendas que conservan los ancestros de la controvertida selva nortesantandereana. El valor y compromiso con la educación la han fortalecido para llegar a la meta y cumplir con la sagrada misión, que es desconocida o subvalorada por el Estado.
Muchos de sus compañeros de trabajo han sufrido graves accidentes en las inexpugnables trochas durante las épocas de invierno. Las piernas de los aguerridos educadores guardan las pruebas de las fracturas que han padecido por ilustrar u orientar a sus alumnos y para devengar un miserable salario, que en otros tiempos eran manejados por las mezquinas cooperativas.
A nuestra verdadera heroína, madre soltera, le tocó encomendar a su hijo a una hermana, desde que era un bebé hasta ahora que es un mozuelo, porque en la ciudad no tuvo ninguna oportunidad de trabajar como licenciada en Ciencias Sociales y se vio obligada a meterse en El Catatumbo.
Ella fue víctima de la invasión paramilitar y en el comienzo del actual siglo debió renunciar debido a que los maestros fueron declarados objetivos militares porque supuestamente eran auxiliadores de la guerrilla.
Llueva, truene o relampagueé, como reza un dicho popular, a ella le toca llegar muy puntual a la escuela porque la directora es implacable. Cuando por razones extremas no pueda arribar a su sitio de trabajo le rebajan el día no laborado.
En el Catatumbo no solo hay docentes de esta parte del país, los hay de distintas regiones, incluso del Chocó, y varios de ellos están dispuestos a tirar la toalla. Al asedio de los factores del conflicto hay que sumarle los gasolineros que prácticamente les echan encima sus vetustos automotores en los estrechos y abandonados carreteables.
El domingo pasado, en las instalaciones de la UFPSO, más de medio millar de aspirantes a maestros nombrados por el Ministerio de Educación presentaron las respectivas pruebas de selección, entre ellos nuestra protagonista y los verracos docentes que se atrevieron a aceptar el exigente reto de trabajar en una zona tan inhóspita como El Catatumbo.
No obstante que adelantan especializaciones y maestrías, ella en Bogotá, con los costos económicos en la universidad, de los viajes y alojamiento, es probable que los puntajes no les alcancen, y que por tanto con ellos se cometa una terrible injusticia.
Como estamos en Colombia, pocos creen en la idoneidad de la Comisión Nacional del Servicio Civil y es probable que los recomendados por los gamonales regionales se queden con las plazas que han ocupado los verdaderos héroes de la educación.
Ante tamaña injusticia, ¿qué ocurrirá con ellos?, ¿qué dirán Fecode y Asinort?, ¿quedarán desempleados y sin ninguna posibilidad de pensión?