Diógenes fue un filósofo griego que andaba con una lámpara en pleno día, exclamando ¡busco un hombre!, refiriéndose a un “hombre honrado”, pues 400 años antes de Cristo ya era difícil encontrarlo.
Federico Gutiérrez no necesitó lámpara para encontrar uno que supera esa condición de honradez y alcanza la de “bonhomía”, bonita palabra de nuestro idioma, tan en desuso como lo que significa, sobre todo en política.
Bonhomía es afabilidad, sencillez, bondad y honradez de carácter y comportamiento, combinación ajena a tanto político marcado por la arrogancia disfrazada de honorable dignidad, y la corrupción escondida entre leyes para todo y Estado para todo.
Rodrigo Lara Sánchez, la fórmula de Fico, es todo eso. No lo conozco personalmente, pero sé de su gestión como alcalde de Neiva y su dedicación a la medicina, y en sus pocas apariciones públicas ya se ha proyectado como alguien “en quien se puede creer”, otra virtud para buscar con linterna en nuestros días.
Preocupado por la salud, pero sobre todo por la educación como base de la cultura ciudadana y el camino al desarrollo, me atrevo a calificarlo como un Mockus 2022, solo que Rodrigo no necesita bajarse los pantalones para convencer a nadie de nada, pues su propia vida es testimonio, transcurrida en la cultura de la superación, el papel central de la madre cabeza de familia, con lo que representa como ejemplo de responsabilidad y amor al límite; el desarraigo del hijo no reconocido, asumido sin rencores ni aspavientos, y el amor y admiración discreta por su padre, el liberal huilense devenido en galanista, asesinado por el narcotráfico en 1984.
En nuestro distorsionado diccionario mental, afectado por medio siglo de narcotráfico, “la bondad” es ingenuidad y hasta torpeza; “el bueno” no es “avispado”, otra bonita palabra degradada por el “todo vale”, que hoy identifica al aprovechado, al tramposo, al ladino.
Y escuchamos a tanto ladino por estos días, brincando en política según sus conveniencias, negociando principios y prometiendo lo que no ha de cumplir, que escuchar a Rodrigo Lara Sánchez nos devuelve la esperanza de que la política digna todavía es posible, como vocación para ejercer la representación de nuestros compatriotas, en las corporaciones públicas o en el gobierno.
Acertó Fico al no buscar su fórmula entre las llamadas minorías para captar votos emocionales, sino entre esa inmensa mayoría de la clase media, a la que no le han regalado nada, que ha conseguido ser alguien y tener algo con esfuerzo y, por lo tanto, lo valora y no lo arriesga en aventuras populistas.
Yo he descubierto, como Diógenes, a un “hombre bueno”, experimentado en gobernar con sentido común y vocación de servicio; un hombre que viste con orgullo su bata de médico y el uniforme militar; un hombre que ama a su ejército, ama a su patria y merece nuestra confianza.