El Secretario de Estado de los Estados Unidos está a punto de convertirse en “Rex el Breve”. Mientras el señor Tillerson estaba en China en misión oficial, hablando, entre otros temas, sobre la estrategia a seguir frente a Corea del Norte y a Kim Jong Un, el Presidente Trump lo mandó a callar. Tillerson había declarado que estaba en conversaciones con ese régimen.
Por Twitter, Trump contradijo su postura y señaló: “Le dije a Rex Tillerson, nuestro maravilloso Secretario de Estado, que está malgastando su tiempo tratando de negociar con el Pequeño Hombre Cohete” (el sobrenombre que le aplica a Kim). “Ahorra tu energía Rex, haremos lo que tiene que hacerse”, añadió.
Los rumores en la Casa Blanca y en otros círculos del gobierno y de los medios es que los días de Tillerson como Secretario de Estado están contados. Ya sea porque Tillerson, fatigado con las salidas y los errores de Trump renuncie, como se ha rumorado, o que Trump lo despida. El Presidente ha echado chispas varias veces contra Tillerson, por ejemplo cuando se enteró que lo había calificado como un imbécil. Así mismo, por la respuesta de Tillerson cuando los medios lo interrogaron sobre su opinión en relación con el apoyo de Trump a los manifestantes blancos de la ultraderecha nacionalista. “El Presidente habla por sí mismo”, dijo.
Ante los rumores sobre su salida y decidido a no pasar a la historia como “Rex el Breve”, Tillerson se apresuró el miércoles a dar declaraciones frente a los medios, para negar que fuera a renunciar, Como dijeron algunos, besó el anillo de Trump o una parte de su anatomía cuyo nombre no se debe escribir o pronunciar en alto. Fue tan grande su agachada que pareció indigno.
“El ama este país, dijo refiriéndose a Trump. Coloca a los americanos y a América primero. Es inteligente. Exige resultados a donde vaya y pide cuentas a los responsables”. No negó directamente, sin embargo, que hubiera calificado al Presidente como un imbécil (encargó a su vocera para que ella lo negara). Pero utilizó al pie de la letra la táctica de alimentar el inmenso ego de Trump, descrito acertadamente por el profesor de la Universidad de California, Aaron James, en su libro “Donald Trump, Ensayo sobre la Imbecilidad”.
En su afán por hacerse perdonar de Trump, Tillerson también alabó públicamente el modelo pendenciero de política exterior que Trump sigue, a pesar de que en los debates internos en el gobierno lo ha criticado.
Rex Tillerson se vinculó al gobierno de Trump después de una larga y exitosa carrera en ExxonMobil, en donde llegó a ser su Presidente. No tenía experiencia gubernamental, pero conocía a los jefes de estado y de gobierno de una gran cantidad de países con los que tenía que negociar sobre temas petroleros. Por ejemplo, era cercano a Vladimir Putin, quien le concedió la Orden de la Amistad del gobierno ruso.
Trump se precia de ser un gran negociador, pero las únicas negociaciones que se le conocen están relacionadas con finca raíz en Nueva York y New Jersey, y con los deudores de sus muchas quiebras como empresario. Mientras tanto, Tillerson estuvo encargado de negociar con los rusos, a nombre de ExxonMobil, la perforación en el Ártico de pozos avaluados en US$300 billones. John Hamre, Presidente del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales de Washington DC, ha dicho que Tillerson “ha interactuado con Vladimir Putin por más tiempo que cualquier otro americano, con la excepción de Henry Kissinger.”
Se trataba de tú a tú con los jeques de los países árabes. Bajo el liderazgo de Tillerson, ExxonMobil cooperó estrechamente con Arabia Saudita, el exportador de petróleo más grande del mundo, con Qatar y los Emiratos Arabes Unidos. En consecuencia, como negociador, Trump es un “pati-hinchado” si se le compara con su Secretario de Estado.
Pero a diferencia de Trump, Tillerson es diplomático, habla suavemente y obtiene resultados positivos. A pesar de lo anterior, no ha sido, hasta ahora, un buen Secretario de Estado. Se ha demorado enormemente en hacer nombramientos de personal de alto rango en el Departamento de Estado, no sólo por culpa propia sino también de funcionarios de la Casa Blanca que le han bloqueado algunos de los nombres que ha propuesto. Pero se le percibe lejano con la burocracia del departamento que dirige, de la cual depende para llevar a cabo muchas de sus iniciativas.
Queda todavía por ver si finalmente renuncia, fatigado por el estilo explosivo de Trump, o es despedido por el propio Presidente quien, a pesar de haberlo humillado y contradicho, difícilmente olvidará que Tillerson lo llamó imbécil. Trump exige lealtad ciega y adoración por parte de sus colaboradores, pero no les corresponde con la misma moneda.