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Tratado de paz de Chinácota
Tuvo Chinácota la fortuna que uno de esos instrumentos se firmara en su territorio, precisamente en el inmueble con nomenclatura carrera 4º No. 5 - 27.
Martes, 22 de Noviembre de 2022

Ayer se celebró en el municipio de Chinácota los 120 años de la firma del Tratado de Paz que puso fin a la guerra de los Mil Días. En realidad esta contienda fratricida requirió la firma de tres tratados: el de Chinácota, en Santander - por aquello de la división territorial de la época -, con las fuerzas de Foción Soto; el de Neerlandia, en el Magdalena, con las huestes de Rafael Uribe Uribe, y el del Wisconsin, con los insurrectos del general Benjamín Herrera. Este último fue firmado en el buque de guerra Almirante Wisconsin, de la Armada norteamericana, cuyo comandante prestó sus buenos oficios, y nadie presagiaba lo que sucedería un año después, el 3 de noviembre de 1903: la separación de Panamá y la construcción del canal interoceánico, con la ayuda de los mismos “usanos”, como llamaba el filósofo barranquillero Julio Enrique Blanco a los naturales de USA. 


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Al firmarse estos tratados de paz el Estado estaba exhausto de dinero y difícilmente podía embarcarse en otra aventura militar para defender el Istmo. La construcción del canal interoceánico le dio a Colombia algunos derechos y cuando el general Omar Torrijos - de padre colombiano nacido en Roldanillo, Valle del Cauca - emprendió la lucha por la devolución de la vía interoceánica a Panamá, con la colaboración del presidente Alfonso López Michelsen, de Colombia, y Carlos Andrés Pérez, de Venezuela, tanto Estados Unidos como Panamá, siguieron reconociendo a Colombia derechos valiosos. Todo se concretó con el Tratado Torrijos. Carter, suscrito el 7 de septiembre de 1977 y materializado el 31 de diciembre de 1999. El general Torrijos publicó el  libro “La quinta frontera: partes de la batalla diplomática sobre el Canal de Panamá”.  
 
Entrelazo estos dos temas, aparentemente independientes, como un recurso para evocar retazos de historia política colombiana, tan venida a menos en los últimos tiempos, desde cuando a mediados de la década de los años setenta, del siglo XX, se inició el desmonte de la historia patria en la enseñanza primaria y media y hoy ha sido difícil reimplantarla como materia independiente. 
 
Tuvo Chinácota la fortuna que uno de esos instrumentos se firmara en su territorio, precisamente en el inmueble con nomenclatura carrera 4º No. 5 - 27, de la calle Bolívar o calle Real, porque es el motivo preciso para que anualmente evoquemos y repasemos estos hechos: el primero, de historia política colombiana; el segundo, el Tratado Torrijos- Carter, de derecho internacional público.  
 
A veces, por las invitaciones que llegan a la Academia de Historia de Norte de Santander -AHNS- tengo la sensación que son los particulares, propios y extraños, como Manuel Waldo Carrero Becerra y Guido Pérez Arévalo, chitarero y playero, respectivamente, los que se interesan por evocar desde ese rincón de la patria hechos históricos que nos incumben, ante la mirada indiferente de la Administración. En los actos de ayer en Chinácota, organizados por el Comité Cívico Permanente por la paz, fundado por Víctor Castellanos Laguado, nos representó el académico Carlos Torres Muñoz, presidente del Centro de Historia de Chinácota y miembro activo de la AHNS.  

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