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Tras de cotudos, con paperas
Esta semana nos convertimos en epicentro del contagio y ya entramos a la lista de las 10 naciones con mayor número de casos.
Sábado, 15 de Agosto de 2020

Una semana de locos en Colombia. Perdimos el sentido de las prioridades como nación. El gobierno, los medios de comunicación, el liderazgo político, el Congreso, la sociedad en su conjunto.

En momentos en que llegamos al pico de la pandemia y de la debacle económica y social, con la tasa de muertes por habitantes más alta del mundo y la caída de la economía a un -15.7%, el país se concentra en el inútil debate de todo tipo de propuestas para demoler las instituciones, como respuesta a una decisión de la sala de instrucción de la Corte Suprema.

Y como si fuera poco, nos dedicamos también a discutir sobre la renuncia de los integrantes de la junta directiva de EPM, la demolición del Hospital San Juan de Dios en Bogotá o las prematuras encuestas sobre candidaturas presidenciales, que obviamente serían temas importantes en circunstancias de normalidad, pero que en tiempos de pandemia lucen secundarios, ante los estragos que deja el COVID-19 en la vida de vida de millones de compatriotas.

Deberíamos entonces concentrarnos en la búsqueda de consensos alrededor de políticas que permitan salvar vidas en esta coyuntura, más allá de las cuarentenas que ya acabaron con la paciencia y el bolsillo de los colombianos.

Sorprende constatar que nos acostumbramos desde hace dos semanas a ver en los medios de comunicación, ya escondidas y no en los titulares, las cifras constantes de más de 10.000 contagios y 300 muertes diarias, como si fueran parte del paisaje.

Es triste pero esa parece ser nuestra actitud ante la tragedia. Las miles de víctimas del coronavirus comienzan a recibir el mismo tratamiento de los millones de víctimas del conflicto armado, de los cientos de líderes asesinados en sus territorios: no conmueven a una sociedad indolente e indiferente. Triste reconocer que la vida vale muy poco en Colombia.

Esta semana nos convertimos en epicentro del contagio y ya entramos, a pesar de la cuarentena más larga en el mundo, a la lista de las 10 naciones con mayor número de casos.

La tragedia es aún mayor, cuando al lado de la pérdida de miles de vidas, padecemos además la más grave crisis social en años, la economía se descuelga, el empleo se destruye y en pobreza retrocederemos a cifras del 2005, tras dos décadas de avances.

El comercio, transporte, reparación de vehículos, alojamiento, restaurantes, industria y construcción decrecieron en forma dramática.

¿No deberíamos entonces concentrarnos en definir cómo se reactivará la economía y el empleo? ¿Esa no debería ser la prioridad de la tarea de gobierno, partidos, gremios y Congreso? ¿No debería buscarse un mínimo consenso político, por ejemplo, alrededor de la renta básica temporal ? Es urgente hacerlo porque con estas cifras se estima que al final del año tendremos un crecimiento negativo entre el 7 y el 10%, con devastadores efectos sobre el país. Y pocos analistas comparten la visión optimista del gobierno de un rebote rápido para el 2021, sin adoptar medidas en ese propósito.

El gobierno se encerró con los gremios en el Palacio de Nariño a tomar decisiones frente a la pandemia y hoy el panorama es desolador y el balance muy negativo con base en realidades, no en opiniones. Las cifras de contagio, de muertes, de desempleo y crecimiento económico son críticas. Las medidas no sirvieron. No escucharon otras voces ni advertencias, no tuvieron ninguna intención de diálogo con la academia, los partidos, los trabajadores, ni las organizaciones sociales, que no compartían su visión de la pandemia. Aunque suene ya tarde, el Presidente debería concentrar sus esfuerzos en abrir ese diálogo y construir consensos en torno a la mejor forma de afrontar esta crisis que no terminará pronto y en como regresar a una nueva normalidad, que no podrá ser igual a lo de antes.

Si Duque insiste en dilapidar los próximos dos años en la defensa de su jefe político, en ataques absurdos a la justicia y en discusiones estériles sobre la JEP y las cortes, terminará sin pena ni gloria su mandato, en medio de la peor crisis social en décadas y con una aguda y peligrosa radicalización del clima político, que sin duda afectará el futuro del país. Hasta hoy está en eso. Ojalá cambie antes que sea demasiado tarde para él, también para Colombia.

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