“Todo tiene su tiempo bajo el sol…Tiempo de destruir Y tiempo de construir. Tiempo de rasgar y tiempo de coser lo rasgado” Eclesiastés 3.
Desde 1960 tomo la Biblia y leo cotidianamente el Eclesiastés. Un joven líder mundial nos dio la recomendación desde su posesión. Desde entonces asumo que todas las tareas deben tomarse con el mayor grado de optimismo, aun en medio de las mayores dificultades. Todo se nos dio con belleza y alegría, y debemos tomar las cosas alegrándonos y disfrutando la vida, dice el texto. Y las lecciones 4 y 5 relativas a las autoridades y las riquezas, la honradez y la sabiduría, la juventud y la vejez.
Nada más importante en la gestión pública, en estos días de tantas privaciones, aún en las limitaciones forzosas de la libertad, que tomarlas todas con optimismo para dar soluciones, planificar, gestionar y ejecutar.
Es un accionar de doble vía. De una gerencia pública responsable y de una comunidad disciplinada y solidaria. Es tiempo de superar las miserias de la condición humana, que florecen en los dos escenarios y actuar. No habrá solidaridad si no convergen.
No tiene excusa la soberbia que puede ocasionar la aceleración de la pandemia. Aquí regionalmente nosotros lamentamos 2.507 fallecidos, una cifra que equivaldría a borrar del mapa la población de Santiago, o la de Cácota, los municipios menos poblados del Norte de Santander.
Y si miramos el mapa nacional que ayer nos indicaba 54.000 fallecidos, es una cifra aterradora, equivaldría a borrar del mapa nortesantandereano a todo un municipio como Pamplona.
Mentaba atrás, que no tiene excusas la soberbia. Primordialmente no cabe en la gerencia pública. Y ello lo deben entender nuestros gobernantes. Una expresión de inteligencia y sensatez es rectificar, corregir los yerros y continuar la gestión. Corregir y rectificar en todos los niveles, el nacional, el departamental y el municipal. Obviamente tampoco cabe la soberbia en la comunidad, que desafía la ley y las autoridades.
¿Olvidan que Luzbel no está en el averno, por malo sino por soberbio? Bueno eso, dijo Giovanni Papini en su novela “Il Diábolo”. Dios que es puro amor, lo perdonará un día y no habrá más infierno.
Qué bueno fuera, como decía Don Nicolás Colmenares, que, para bien de toda la comunidad, nuestro señor alcalde, dejara la soberbia y se dejara asesorar, pues de manera gratuita, muchos profesionales cucuteños, le han ofrecido tal bondad.
Adenda. Por simple caridad cristiana, el señor alcalde para su bien y la comunidad, debería parar la masacre laboral en el Municipio de San José de Cúcuta, que, además, firma sin saber que comete una serie (40) de prevaricatos. Confiado en que nadie lo denuncia.