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Son de La Habana
Venezuela no empezó a recorrer el camino de la perdición de un día para otro. 
Lunes, 1 de Agosto de 2016

No soy de los que cree que Colombia terminará convertida en un estado castrochavista. Me parece una posición bastante radical y fatalista. Considero, eso sí, que el país está dando un fuerte giro hacia la izquierda, por cuenta de la visión política del Gobierno y del proceso de paz con las Farc, que implicará la entronización de ese grupo guerrillero a la arena electoral. Todos los amigos de las ideas de ese lado del espectro ideológico han “salido del closet” a defender unas negociaciones que, por otra parte, para un amplio sector opositor, están viciadas y resultan impresentables. Ambas posturas son necesarias; de eso se trata la democracia. 

Venezuela no empezó a recorrer el camino de la perdición de un día para otro. De hecho, Hugo Chávez llegó al poder bajo un aura de renovación y cambio, derrotando a la élite política que desangró -por cuenta de la corrupción- la ilusión y las finanzas del pueblo venezolano. Ingenuidad supina pensar que un golpista como Chávez respetaría las reglas establecidas y los canales institucionales. El resto de la historia es conocido de sobra. Hay que ponerle positivismo a la cosa, pero no está fácil que las Farc se adapten a los parámetros legales, después de décadas de imponerse por la fuerza. ¡Ojalá me equivoque! 

Afortunadamente, todo el embeleco de la “revolución chavista” aparece en estas tierras, después de su estruendoso fracaso. Es difícil, por no decir imposible, vender un producto que solo ha cosechado pobreza, violencia, polarización y odio. En otras palabras: veo improbable el establecimiento en Colombia de un régimen similar al de los miserables hermanos Castro y el inimputable de Maduro. Aquí ya sabemos lo que pasará si escogemos esa opción. No nos vayamos tan lejos. El más visible de todos los dirigentes de izquierda es Gustavo Petro: si quieren que Colombia acabe de joderse, pues voten por ese sujeto. Bogotá es un claro ejemplo de lo desastroso que puede ser un improvisado gobierno de izquierda, y eso que Petro, al lado de Maduro, es un Winston Churchill. ¡Calculen ustedes! 

El presidente Santos no pretende inocular la semilla castrochavista en Colombia; de eso no me cabe duda. Lo que ocurre es que está tan empeñado con Cuba y Venezuela por el proceso de paz que ha cometido errores de cálculo que ocasionarán una fractura social aún más profunda de la que ya padecemos. Para empezar, los diálogos no debieron tramitarse bajo la égida de una tiranía como la de los Castro; pero esa ya es clavo “pasao”. La cereza del pastel es que se pretenda, por parte del Gobierno, traer a Colombia soldados cubanos para “verificar” las zonas de ubicación, en las que se supone estarán las Farc. Quienes “evitarán” que la guerrilla se pase de calidad serán sus mismos patrocinadores, socios y protectores históricos. ¡Sí, cómo no! Los ratones cuidando el queso. Craso error: los cubanos de la satrapía castrista llegarán a adoctrinar y a politiquear. No les alcanzará para imponer su modelo, pero sí sembraran cizaña y odio por doquier. 

*La ñapa:* Que triunfe la razón, y Hillary Clinton resulte vencedora. Tiene todos los méritos para ser la próxima presidenta de los Estados Unidos.

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