Hace más de treinta años, cuando el manejo de las actividades de tránsito y transporte migró de las instancias del gobierno nacional a los entes municipales, llegaron al país miles de vehículos tipo microbús, los cuales fueron adquiridos por empresas que prestan servicio público de pasajeros.

Dado que los mismos aún no tenían la homologación del extinto Instituto Nacional de Transporte y Tránsito INTRA, no pudieron entrar legalmente a formar parte del parque automotor de las empresas que servían y sirven el servicio, se guardaron durante el día y en horas nocturnas salían en busca de pasajeros en aquellas zonas descuidadas o no atendidas por las administraciones municipales. 

Debido a la prestación informal nocturna de dichos automotores, con capacidad para trece pasajeros, fueron llamadas “lechuzas”, varias de ellas rodando a pesar que su edad supera las tres décadas.

Ahora, el concejal de Cúcuta Luis Alejandro Castellanos, llamó la atención al alcalde Yáñez, por cuanto se observó en la ciudad, buses con placas de otras ciudades, transportados sobre remolques, cuya edad de servicio perfectamente supera los treinta años. 

Es importante que la ciudadanía conozca que existe la autoridad de tránsito metropolitana, la cual es la responsable de la expedición de tarjetas de operación, documento único válido para prestar servicio público, y por tal motivo no es entendible la razón por la cual aún circulan buses, busetas y microbuses en franco deterioro, con el agravante que la gran mayoría estén blindados con el certificado técnico mecánico y de emisión de gases, pero que eso sucede en papeles, mientras tanto nuestra ciudad se contamina inclementemente.

Considero que la alerta activada por el munícipe no solo es válida sino valiente, toda vez que denunciar tiene múltiples complicaciones y aún más cuando se toca al gremio. 

No conozco el pronunciamiento del alcalde frente a la situación denunciada, puesto que la movilidad debe ser una de las principales propuestas y por lo tanto, el posible ingreso de chatarra pintada, desechada en otras ciudades, para la prestación del servicio público en el área metropolitana, sería un error imperdonable para una administración que aún calienta motores en todos los ejes temáticos.

En conclusión, se hace necesario que la persona responsable del trámite relacionado con las tarjetas de operación del servicio público, realice una juiciosa revisión y esté atenta a la llegada de los “búhos”, por cuanto es muy probable que no se vean de día, pero por las noches saldrán en la búsqueda de pasajeros que claman por mejora del servicio en los sitios donde no es servido o está autorizado y no se cumple, así se trate de chatarra desechada en la capital.