Cuando sacaron a Daniel Coronell de Semana pegué el siguiente grito vagabundo a través de las redes:
Si Felipe López, el mandamás, o Santos, el director, me llaman así sea a cuñar una mesa coja en la redacción, les diré que no estoy, que salí a pasear con mis chihuahuas, que mejores propuestas me han hecho, que qué tal todos por Anapoima, que salir de mi coronel Daniel es un lapsus catedralicio, que para el periodismo, Coronell se ha vuelto necesario como el agua, el pan, el vino y el olvido, que me hacen el favor de llamarlo a Miami (yo pago la llamada) y que le digan: Qué pena, chino, metimos las de caminar, vuelve, tu rincón está ahí. Ven, no tardes tanto.
Mientras estuvo desempleado, Coronell habló hasta por “ladobleWjulitonomecuelgue”. Contó que recibió una primera llamada de Univisión para ficharlo como presidente de noticias, pero condicionó su aceptación a mantener la columna.
Los de Univisión le dijeron como Mafalda a la sopa: No. Luego recularon y aceptaron sus condiciones. Coronell se dobló en chanfa. También le dijo a “Julitonomecuelgue” que no vive de la columna pero que la columna en Semana es su vida.
Modestia, apártate otra vez porque sospecho que del semanario me “pararon” bolas. Fueron más allá, porque hubo cumbre en Miami entre los cacaos de la revista, María López Castaño, presidenta del Grupo y el director Alejandro Santos con el travieso Daniel. Y como sucede cuando eligen papa, hubo humo blanco. Coronell vuelve y juega en las grandes ligas del columnismo.
Entonces le escribí: “Mi coronel Daniel, celebro que Felipillo Lázaro López y el pelao Santos me hayan parado bolas y procedido al reintegro. Ahora espero la cuenta de las llamadas. Este pensionado cumplirá lo prometido así me quede sin pa’l bus. Felicitaciones. No reactivaré la suscripción de Semana porque no la tengo. Tampoco la activaré porque como cualquier pechugón la leo gratis en el supermercado. Se te acabó el sabático laboral. Jehová sea loado”.
De ñapa, me tranquilicé porque mi compromiso era pagar las llamadas a Miami, no el costoso desplazamiento del dueto María y Alejandro.
Le conté al exdefenestrado que proveché la última echada para llevar un diario que la Universidad de Antioquia convirtió en libro: “De anonimato nadie ha muerto. Diario de un jubilado”. Y como el día de gastar se gasta, le encimé el enlace: http://www.oscardominguezgiraldo.com/?s=anonimato
Confieso que cuando se produjo la reculada de la cúpula del semanario me trepé a un taburete y puse el grito en el cielo de la felicidad.
No creo que se hayan subido a ningún taburete los malandros y corruptos, con o sin casa por cárcel, que conservarán ese beneficio a juzgar por los ecos que llegan del Congreso. No roncarán tranquilos mientras el sabueso Coronell ande con su lupa a lo Sherlock Holmes. Elemental.