Hoy el país reclama responsabilidad moral y social en la dirección del Estado de derecho. Necesitamos recuperar nuevamente la visión de mediano y largo plazo del territorio; pensar en grande, construir, avanzar, tener la capacidad de dialogar, incluso, con los que piensan y hacen las cosas diferentes. Necesitamos hombres y mujeres que vayan más allá de los acuerdos partidistas, la repartición burocrática o el beneficio económico de unos pocos.
El país atraviesa hace 201 años un momento de coyuntura; muchos son los fantasmas que nos aquejan: el hambre, la corrupción, el narcotráfico, la violencia desmedida, la desidia y el silencio sepulcral de quienes contribuimos con impuestos y no participamos de la cosa pública. Todos al unísono pedimos que aparezcan los estadistas, hombres y mujeres que en otra época marcaban el destino de la Nación, que pensaban a lo lejos de sus horizontes históricos.
¿Qué es un estadista? La respuesta es sencilla, pero resuena: “Es la persona experta en asuntos de Estado o en política.”
El profesor alemán Gottfried Achenwall fue la persona que acuñó el término “estadística”. Achenwall pensaba que la estadística, como ciencia de recopilación y análisis de datos, era una herramienta muy útil y poderosa para los políticos y gobernantes de una nación.
¿Qué vemos en el diario acontecer de las campañas políticas presidenciales del 2022?, unos cuantos candidatos que se agreden entre ellos, cuyas estrategias de campaña son demostrar las culpas del adversario y develar sus más oscuros secretos y viceversa, defenderse y atacar con un argumento más novedoso y supremamente dañino, y en medio de estas peleas que generan vergüenza se diluyen lo que muchos colombianos queremos escuchar: soluciones a los problemas de la República, propuestas que nos inviten a reflexionar, a sentirnos orgullosos, a que cambien las difíciles situaciones de la población, en especial las más vulnerables, que son la mayoría. Nosotros no estamos pensando la elección del sucesor del solio de Bolívar con la razón, sino con emociones cargadas de odio y de violencia que durante todas nuestras épocas solo manchan de sangre los días y las noches de un pueblo que sufre.
El autor Indalecio Dangond B. en una de sus columnas de opinión, escribía sobre una de las bases sociales más emblemáticas del país, el denominado “Acuerdo sobre lo fundamental” de uno de los políticos y estadistas más brillantes de Colombia; de los mejores discursos de Álvaro Gómez Hurtado, en el ejercicio de su vida política, fue el que pronunció el 27 de abril de 1995 en el Centro de Estudios Colombianos, seis meses antes del magnicidio en el que le arrebataron la vida.
En dicho discurso, Gómez Hurtado, hizo un fuerte llamado de atención a los colombianos en el sentido de tomar conciencia y no seguir apoyando las prácticas perversas del clientelismo a través de lo que él denominaba “el régimen de los compromisos burocráticos y de la complicidad” para mantenerse en el poder. Es increíble que 27 años después estas palabras sigan teniendo vigencia en las costumbres politiqueras de algunos partidos: “la política tiene un mal aspecto y necesita limpiarse a través de un acuerdo sobre lo fundamental.”
No dejo de soñar que llegarán propuestas serias y que volverán los estadistas; rememoro parte del primer discurso de posesión como presidente de la República pronunciado por el Libertador Simón Bolívar ante el Congreso Constituyente de Colombia dado en Villa del Rosario de Cúcuta el 3 de octubre de 1821. “(…) Esta espada no puede servir de nada el día de la paz; y éste debe ser el último de mi poder porque así lo he jurado para mí, porque lo he prometido a Colombia y porque no puede haber República donde el pueblo no esté seguro del ejercicio de sus propias facultades. (…) Prefiero el título de Ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra, aquél emana de las leyes. Cambiadme, Señor, todos mis dictados por el de Buen Ciudadano.”