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Regocijo humanista
Entonces la lluvia no es agua sino un manto translúcido de la pureza del universo cayendo en la naturaleza.
Domingo, 14 de Febrero de 2016

Los círculos de los días van adquiriendo transparencia cuando uno aprende a valorar las cosas puras.

La pureza es la simbología de ese sentido oceánico que hace del pensamiento una estrella que genera toda la luminosidad del mundo, concentrada en los fenómenos de la naturaleza, en las personas buenas, en las cosas que nos motivan. (No es sólo el cerrado concepto de la divinización de los preceptos morales).

Hasta los poderosos se rinden ante cualquiera de las manifestaciones tiernas, en mayor o menor intensidad, dependiendo del grado de luz que inunde sus sentimientos.

Pero, para aprender a disfrutarlas, de una manera fresca y diáfana, deben haberse expandido las aristas del alma, penetrando en el espacio y el tiempo de lo romántico, buscando las huellas de ese contenido espiritual que poseemos, que se manifiesta en valores distintos a los materiales, en una validación sostenida de la dimensión espiritual que debe primar en nuestro ser.

Vale la pena darse la oportunidad de experimentar las emociones que dejan fluir los sentimientos y considerarlas parte de una vivencia distinta a la oferta consumista que, únicamente, satisface por momentos y no deja la huella, grande y hermosa, que se implanta después de reorientar las opciones de la ternura.

Entonces la lluvia no es agua sino un manto translúcido de la pureza del universo cayendo en la naturaleza, o al sol se le pueden otorgar categorías, como una mansedumbre del calor o una radiación universal de la energía, en fin, se pueden hacer más bonitas las interpretaciones de todo, en lugar de los primeros juicios, que son efímeros y meramente superficiales.

En estos tiempos, demasiado modernos, la vida se convierte en una opresión si uno mismo no se propone regocijarse en el humanismo y procura la solidez de una perspectiva íntima que tienda hacia el amor. -Lástima que todas esas maravillas sólo pueden ocurrir en la soledad, tan hermosa como egoísta, porque no son consecuentes con las prioridades de la sociedad actual, esas que nos enseñan que el éxito es poder, o dinero-.

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