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Recordando a Camus
Los medios y las redes deben buscar el equilibrio entre la información necesaria y responsable, y el rating y los likes.
Sábado, 14 de Marzo de 2020

Desempolvé mi ejemplar de “La Peste” porque, hoy, frente a la pandemia que asusta al planeta  y a la lucha por la hegemonía mundial, que lo aterra con la caída del precio de petróleo, el alza del dólar, el derrumbe de las bolsas y la pobreza, como si poco fueran los temores por la enfermedad y la muerte, la obra de Camus tiene una doble y pertinente lectura.

La primera, su crónica imaginaria de “la peste” trasmitida por ratas en la ciudad de Orán, hoy aparece  como realidad aplastante, con su incertidumbre y su miedo frente a lo incontrolable, en el mundo del control total de la tecnología y la hiperinformación de las redes. 

Hoy Camus reescribiría su alegoría, ya no desde el cerco físico para atajar la enfermedad o la limitación de las libertades para “proteger a la sociedad de sí misma”, sino desde ese nuevo cerco, que parece “libertad”, de información exuberante, mentiras, medias verdades y supercherías, generando desinformación y pánico en las redes, a lo que no ayudan los medios,  con sus agobiantes “especiales” y morbosas contabilizaciones. 

Los medios y las redes deben buscar el equilibrio entre la información necesaria y responsable, y el rating y los likes, so riesgo de causar un efecto de anestesia social y “fin del mundo”; no sea que terminemos de fiesta en el desastre, como la orquesta del Titanic.  

La otra lectura, la política, es “la peste” como alegoría de la maldad en la Francia ocupada por “las ratas” del nazismo y del colaboracionismo de Pétain. Es la supremacía de las ideologías -y hoy de los bolsillos- por encima de la humanidad misma, maldad que resurge en medio de la angustia.

La arrogancia de Putin y su nostalgia del poder ampliado de la URSS, que lo llevó a anexarse Crimea, reaparece con la ruptura del pacto con la OPEP para reducir la producción y sostener el precio del petróleo. A la caída de la demanda por el COVID-19, se suma la sobreoferta por la trepada de la producción gringa, gracias al eficaz pero “costoso” fracking, costo del que se agarra Putin en su lucha por la hegemonía mundial.

A Putin no le importan los Saudíes, ni las consecuencias demoledoras de una recesión en medio del COVID para los países pobres o “en desarrollo”. Lo único que le importa es tener el precio en el piso hasta quebrar a las petroleras de USA y recuperar la hegemonía al lado de los árabes. Hoy, como en La Peste, tenemos héroes para salvar al mundo de la pandemia, pero nos faltan contra la arrogancia del poder hegemónico, la verdadera peste de la historia. 

Nota bene. En algún momento habrá que anteponer la seguridad de los colombianos a la solidaridad. La multitud de venezolanos entrando y saliendo con la sola protección de un tapabocas, no solo contradice las indicaciones de las autoridades sobre su uso, sino que es un peligro inminente que sugiere el cierre controlado de la frontera.

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