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Rafael Uribe y el lado oscuro del alma humana
El método empleado y la saña de Rafael Uribe contra la frágil humanidad de Yuliana Samboní muestran una personalidad cruel en demasía, fría y calculadora como ninguna.
Domingo, 11 de Diciembre de 2016

¿Qué impulsa a un hombre, al que la vida ha privilegiado, a cometer crímenes tan abominables como el secuestro, la violación, la tortura y el asesinato de una inocente niña de apenas siete años de edad? ¿Qué extraño y sucio deseo compele a un profesional de una “familia divinamente bien”, que no tiene antecedentes médicos que le impidan comprender la ilicitud de su actuar, llegar a un extremo tan execrable y sórdido? ¿Por qué terceros inescrupulosos trataron de alterar la escena del crimen? ¿Por qué el portero del edificio del agresor termina aparentemente suicidándose? Son preguntas que flotan en el ambiente y que trataré de responder, desde una perspectiva jurídico-psiquiátrica, en un ejercicio hipotético de reconstrucción de los hechos actuales y pasados.

El método empleado y la saña de Rafael Uribe contra la frágil humanidad de Yuliana Samboní muestran una personalidad cruel en demasía, fría y calculadora como ninguna: un hombre que manipula por varias horas el cuerpo inerme de una pequeña criatura no tiene sangre en las venas. Buscando una coartada y asesorado por un mal abogado (el estar bajo la influencia del alcohol y las drogas no lo exime de responsabilidad), Rafael Uribe procedió a la ingesta desmedida de cocaína y aguardiente, para luego presentarse en una clínica siquiátrica, en la que no fue admitido. El personaje de nuestra historia es, además, un megalómano incorregible: creyó, desde su “insuperable vanidad”, que podía engañar a los médicos legistas, que, luego de los exámenes de rigor se percataron de que, durante el infame ataque, Rafael Uribe estaba completamente sobrio.

No descarto que en su infancia Rafael Uribe haya sido víctima de cualquier tipo de abusos: su desprecio por la vida puede tener origen en dicha circunstancia. Es plausible, también, que un homicida que emplea tanta violencia contra una mujer (en este caso una niña) denotando señas de una incorregible misoginia, sea homosexual y la negación de su condición lo torne vengativo, agresivo y cruel.

Rafael Uribe planeó y ejecutó el ataque con varios días de antelación, según han podido establecer las pesquisas, lo que implica necesariamente que su actuar fue consciente y dirigido. Al llegar con Yuliana (viva aún) al apartamento de Chapinero es sorprendido por el portero, quien ante una buena propina prefiere hacerse el desentendido. Lo anterior explica el suicidio: el celador sabía que algo estaba muy mal y no hizo nada para evitar el fatal desenlace. El desgraciado hombre no pudo con la culpa.

Los hermanos de Rafael Uribe, entre ellos un prestante abogado -cuya carrera ha quedado liquidada-, fueron citados a interrogatorio por la Fiscalía (el ente acusador tiene fundadas sospechas para inferir que los Uribe Noguera ayudaron de alguna manera a la “oveja negra” de la familia, a borrar las huellas de sus abusos desperdigados como gritos inconfundibles, sobre la humanidad de la inocente Yuliana). Ellos también estuvieron en el apartamento por un lapso considerable. De ser cierto lo anterior, no se sabe quién es peor: si Rafael o sus hermanos.

Aunque todas la pruebas lo señalen, Rafael Uribe Noguera tiene todo el derecho a defenderse, ni más faltaba. Solo espero que, de ser hallado culpable, sea condenado a 60 años, como en derecho corresponde. No es menos cierto y triste que nada hará que la sonrisa de Yuliana vuelva a brillar.

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