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Por qué sí al sí
Que votemos por la paz, no significa que Colombia vaya a ser un edén en uno o cinco años.
Viernes, 30 de Septiembre de 2016

Es natural que se escriba mucho sobre el plebiscito con opiniones por el sí y el no, incluso como la del reconocido columnista Mauricio Vargas (este domingo) que concluye en que no votará. Otros dicen estar hastiados de las campañas con razones. O critican el acuerdo de La Habana, pero dicen que votarán sí. Es normal que así sea pues es la primera vez que los colombianos vamos a votar por un valor y no por una o varias personas. La paz, como la felicidad, la belleza, la educación, la justicia, el amor, la equidad o la salud, es un ideal al  que aspira cualquier sociedad. Y eso es complejo y relativo. Que haya más justicia en Holanda que en Colombia no significa que todos los casos judiciales en Holanda sean solucionados justamente, o que en Colombia todos se solucionen injustamente. Que haya más educación en Finlandia, no significa que todos los finlandeses sean educados o que en Colombia no haya mucha gente educada.

Que votemos por la paz, no significa que Colombia vaya a ser un edén en uno o cinco años, o diez. Votaremos SÍ  por dar un gran paso en la construcción de la paz como valor superior y derecho fundamental. Ese gran paso consiste en acabar los combates diarios entre Ejército y Farc, lo cual ya es un hecho desde hace un mes largo. Que se llamen “acuerdos de paz” es un nombre que no demerita el propósito. No es sino mirar las noticias de este fin de semana en Alepo, Siria, una ciudad de 250.000 habitantes, mitad controlada por el Gobierno y mitad capturada por el llamado Estado Islámico, bombardeada sin escrúpulo alguno en estos días por el Ejército oficial para ahora, esta semana que entra, iniciar un remate militar por tierra, país en el que desde 2012 han muerto 300.000 personas. La foto en primera página del diario El Tiempo (del sábado) del dolor de unos padres que levantan en brazos a su hijo masacrado por las bombas es elocuente.  Nuestra guerra en Colombia, dirían algunos, “solo” ha dejado 220.000 muertos desde 1958, pero, y ¿quién o en cuál estadística se calcula la profundidad de la tragedia y el dolor humano de la guerra?
 
No va ha haber ni impunidad, ni entrega del Estado, ni Colombia será la Venezuela de hoy que es el insumo básico de quienes votarán por el No. El rector de la Universidad Externado de Colombia, Juan Carlos Henao Pérez, uno de los principales asesores del Gobierno en el diseño del componente de paz en los acuerdos, no es precisamente ni un comunista ni una persona que se tome las cosas a la ligera y sesudamente ha explicado a los medios por qué no habrá impunidad.

Las Farc aceptan lo que nunca habían aceptado: la Constitución, leyes vigentes y las instituciones del Estado. Que se les otorgue no más del 4% de curules en el Congreso, no les facilitará cambiar la institucionalidad  y que formen un partido político, a cambio de la entrega de armas, es un acuerdo bueno para Colombia, ganamos todos, los jóvenes, las generaciones futuras. Que el comandante del Ejército, general Alberto Mejía, con altura y dignidad comprenda el momento histórico, constituye una actitud tan valiente como dirigir una guerra con fundamento.
 
Quedan muchas cosas para lograr la paz luego del 2 de octubre: acabar con los otros factores de violencia, luchar contra la corrupción (que es peor que la subversión), buscarle fórmula al narcotráfico y un extenso etcétera. Nuestro subdesarrollo se cura  con más educación, salud, justicia.  Pero que haya menos muertos es avanzar mucho. No hay duda.    

 

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