Por fin la Corte Suprema de Justicia eligió Fiscal General de la Nación. No es para sorprenderse, pero en el país del Sagrado Corazón hasta lo obvio sorprende. Miremos porqué:
En primer lugar no es usual que la eternidad dure tan poco. Basta recordar la época triste y aciaga en que hubo un Fiscal encargado por casi 18 meses.
Dos, pero lo que más sorprende es que hayan elegido a un fiscal con tantas capacidades como las del doctor Néstor Humberto Martínez. En primer lugar, es un hombre de unas calidades intelectuales que sobrepasan lo común, en segundo lugar es un hombre acostumbrado al poder y finalmente es un hombre que es una buena persona.
Me refiero a las calidades intelectuales puesto que lo conozco y su capacidad intelectual supera, por mucho, las de muchos sus colegas. El hecho de haberse criado en un ambiente culto le permitió generar una estructura intelectual muy sólida.
Ahora me refiero al segundo, a que es un hombre acostumbrado al poder, porque ha ocupado una cantidad impresionante de cargos públicos, lo cual además de hablar muy bien de él permite pensar que no llegará a la Fiscalía a deslumbrarse con los faros incandescentes ni a ensordecerse con los cantos de sirena; ya está acostumbrado a los escoltas y a los viajes en avión privado, así que no se vendrá con sorpresas.
Y finalmente, pero quizás la más importante de todas, es que es una persona que no se viene con dobleces y triquiñuelas; al pan pan y al vino vino, le dice Néstor Humberto a las personas. Veníamos acostumbrados de un fiscal y un vicefiscal que en público sostenían algo, pero en privado reversaban a velocidades estrambóticas. La Fiscalía debe promover la confianza entre los operadores jurídicos y para eso se necesita que además de buen abogado sea una persona que no esté acostumbrada al póker sangriento.
Y digo póker sangriento, porque no se nos olvide que Montealegre y Perdomo implantaron el sistema radial acusatorio, así como la reserva de los documentos que por ley son públicos. La Fiscalía debe correr las cortinas, abrir las ventanas y dejar que la luz entre y con ella el escrutinio público vigile la actividad del ente acusador.
¡Bravo por la Corte que eligió a un jurista y a un caballero!