“Migrar es tocar tierra sin mi familia; tierra donde extrañar se vuelve tu apellido. Abrazar un silencio sordo, anidar una grieta, volver a comenzar…”, con este fragmento del poema del escritor, editor y músico venezolano Zakarias Zafra, radicado en México, pretendo sensibilizar a las personas que están incitando a reaccionar de manera violenta contra los venezolanos asentados en la ciudad, a quienes responsabilizan de la inseguridad y el desempleo que abundan en la región.
Hay que admitir que varios de ellos fueron sindicados de atracos y hasta homicidios, pero sin que los juzgados los hayan condenado. Sin embargo, es cierto que entre los miles de ‘panas’ que nos acompañan desde hace varios años se hayan colado delincuentes, pero no podemos caer en la ligereza de generalizar.
Como todos los migrantes del mundo, ellos son víctimas de jugarretas polítiqueras internacionales, y que difícilmente podríamos suponer que dejaron su tierra y sus seres queridos simplemente por emprender una aventura.
También es cierto que el paternalismo estatal y los subsidios derivados de la bonanza petrolera los mal acostumbró y por esa razón no rinden en los trabajos que les brindan en la ciudad y la región.
Así lo han expresado los dueños de talleres de mecánica, latonería, carpintería y los responsables de los edificios y casas que se construyen en esta parte del país.
Sin embargo, por las calles que conducen al centro de la ciudad, en las mañanas se observan a mujeres jóvenes y atractivas conduciendo unos carritos para ofrecer arepas, empanadas y café. La gente es consciente del trabajo honrado que desempeñan y por eso las admiran y respetan.
La situación complicada, con el riesgo de agravarse, se deriva de los mototaxistas nacionales, que responsabilizan a los colegas extranjeros de los atracos que se registran en las vías céntricas y periféricas, del consumo de bazuco y mariguana y, de la prostitución.
En varias oportunidades se han presentado fricciones y hasta enfrentamientos armados: “ellos son muy groseros y arrogantes, no entienden que no están en Venezuela y quieren ponerse de ruana a la ciudad”, expresaron varios de los conductores locales.
Aunque los ocañeros somos muy buenos anfitriones y acogemos muy bien a quienes nos visitan, y que esa condición se ha extendido, de una manera solidaria y humanitaria hacia los venezolanos, quedamos pendientes del anuncio del alcalde Samir Casadiego, de pedir una comisión de Migración, para verificar los antecedentes y deportar a quienes tengan cuentas pendientes con la justicia.
Como ocurre en otras ciudades del país, la gente reclama que las atenciones en salud y educación sean primero para los connacionales y no como acontece actualmente, que la prioridad son los provenientes del vecino país.
“Cuando nosotros nos fuimos a trabajar a las fincas de Venezuela y luego de permanecer muchos años allá, los patrones, para robarnos las cesantías nos ´chutaban´ a la PTJ o a la Guardia Nacional para que nos deportaran”, recordó un señor en el Parque 29 de mayo, sitio céntrico invadido por vendedores ambulantes, muchos de ellos provenientes de la patria de Bolívar.
Si a nosotros nos trataban de manera despectiva ´caliches´ no debemos desquitarnos con ´venecos´, la mayoría de ellos son buenos, debemos respetarnos mutuamente porque no sabemos qué pueda ocurrir más adelante…
“Los hemos recibido muy bien pero sin embargo, deben respetar las normas y no creerse sobradores y hacer lo que les de la gana” , agregó el ex migrante.
Migrar es sembrar el alma, dejar de ser de algún lugar para ser de toda la tierra.
Uno de los versos finales del poema del artista venezolano radicado actualmente en México, para que reflexionemos sobre el problema migratorio.