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Ni fría, ni caliente
Cuando un país se empeña en mirar las cosas desde el punto de vista de sus personales intereses, está llamando al egoísmo y al enfrentamiento. 
Viernes, 25 de Septiembre de 2020

La Asamblea General de las Naciones Unidas, celebrada este año de manera virtual con participación de los más importantes jefes de Estado, vuelve a manifestarse en forma agresiva, en donde las llamadas superpotencias aprovechan para mostrar sus dientes y para hacer saber que están dispuestas a actuar con acciones vengativas frente a sus rivales.

El presidente Trump, se reafirmó en su discurso, y puso en la mira a China, en donde dejó claro que la agresión comercial no parará. Por su parte el mandatario chino prefirió irse por el tema de la pandemia y habló de la solidaridad para la distribución de la vacuna entre los más necesitados.

Pero llamó la atención el discurso del joven presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien de manera enfática extendió una invitación para construir un nuevo orden mundial, que no esté definido por la rivalidad, sino por la sumatoria de esfuerzos en pos de objetivos comunes.

El mundo entero vive una crisis enorme de desolación y pobreza, pues la pandemia que lo ha atacado ha dejado no solo centenares de miles de muertos, sino millones de pobres que no saben cómo enfrentar la desesperanza de su condición. Ruina y desempleo, que colocan a los más débiles en un marco de retroceso penoso y conmovedor.

Los hombres grandes, suelen trabajar por criterios altruistas y despojados de pasiones y resentimientos. Quien es capaz de superar la pasión y la amargura, estará en condiciones de generar un escenario positivo que invite a la verdadera construcción de sentimientos reparadores y alentadores, que nos permitan avanzar, y de esta manera mejorar la condición humana.

Cuando un país se empeña en mirar las cosas desde el punto de vista de sus personales intereses, está llamando al egoísmo y al enfrentamiento. Y a su vez, cuando se utiliza el poder que señala la supremacía económica o política, con fines impositivos, resultan unas heridas que se abren continuamente y que no solo no dejan avanzar, sino que reafirman el poder del daño y la destrucción.

Aquellos líderes que la humanidad está dispuesta a recordar positivamente, son precisamente los que pudieron lograr reunir esfuerzos para acercar posiciones y para dejar atrás la confrontación, de tal manera que haya sido posible eliminar los rencores y dar paso a la solución de conflictos para hacer realidad el escenario del bienestar común. Parece utópico el planteamiento, o tal vez ingenuo y tonto, pero es que precisamente por estimular un mundo de oportunismos y de egoísmos, asistidos generalmente por temperamentos pendencieros, es que hemos llegado a estos escenarios llamados fríos o calientes, pero en ambos casos, perturbadores y dañinos. 

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