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Columnistas
Narcisismo natural
Los encantos de la naturaleza, una sucesión permanente de instantes.
Lunes, 3 de Octubre de 2022

La belleza se mira en el espejo de la vida para reflejarse en nuestra alma y, en medio de tantos dones maravillosos de la naturaleza, regocijarnos con la existencia y dejarnos soñar con el futuro.

 Y lo demuestra con un colibrí de batir velocísimo, una bandada de pájaros recogiéndose en la tarde, la fascinación de los pétalos acariciando las flores o, simplemente, la fragancia del viento aromada de mariposas.

 O con una gota de agua que, al colgarse de una hoja trémula, empieza a colonizar el universo para volverse cascada y fluir hacia los ríos y los mares, con su primorosa misión de escenificar la sabiduría de la vida.

 Y remata con el silencioso secreto del polen que migra de flor en flor, o con la ilusión titilante del rocío, y con la lluvia, que es la candidez del cielo cayendo serena en magna simetría, como un surtidor de misterios azules. 

 Así son los encantos de la naturaleza, una sucesión permanente de instantes, de ciclos precisos, en un equilibrio indisoluble de los contrarios del mundo, algo así como el claroscuro romance del sol con la luna.

 Sólo las aves y los riachuelos saben del esplendor puro de las nubes, anunciando aquella sensación bonita de que el tesoro debe amarse, y consentirse, con murmullos similares a los de la ternura de una gota de agua.

 La luz y la sombra del universo emergen de un faro espiritual que hace rondas fugaces y absorbe nostalgias, que ilumina nuestra consciencia con ilusiones e intenta asomarnos a los enigmas de su perfección.

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