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Hay tanto candidote que el menú ofrece reencarnaciones del folclórico Manuel Antonio Goyeneche que encantó en los años sesenta.
Domingo, 17 de Diciembre de 2017

Esta campaña presidencial en marcha tiene un ingrediente insólito: “Habemus” desde precandidato presidencial escéptico, hasta aspirantes católicos de amarrar en el dedo gordo.

Vamos bien si no se ha caído la estantería por el hecho de que el ateo Humberto de la Calle, quiera mandar durante cuatro años en el país “donde el verde es todos los colores”.

Como desea llegar a Palacio a lo bien, no haciéndole el cajón al titular, Ernesto Samper, veremos cómo baraja el exnadaista cuando le pregunten dónde irá a jugar su golf de chambón cuando tenga que consagrar la nación al Sagrado Corazón. 

O en qué hoyo pagará escondederos a peso el miércoles de ceniza, para escurrirle el bulto al signo de la cruz que dibuja el cura convertido en Botero de brocha digital.

Hay tanto candidote que el menú ofrece reencarnaciones del folclórico Manuel Antonio Goyeneche que encantó en los años sesenta. El profesor proponía pavimentar el rio Magdalena, entre otras audacias. 

Ya veo a muchos perdedores diciendo como él, después de elecciones: “Todos los que se abstuvieron votaron por mí”. Y podrán poner en sus hojas debidas lo que les faltaba: que fueron candidatos presidenciales.

Me arriesgo a una vaciada de mi hijo, antropólogo de los Andes, escéptico de tuerca y tornillo, si digo: Bienvenidos los ateos éticos e íntegros como él. 

De mi parte, diría en voz baja que a veces me despierto aceptablemente escéptico, ateo de dias pares. Eso sí, a treinta mil metros de altura, recupero la memoria religiosa. 

Entonces repito con el coronel Aureliano Buendía: “Dios es mi copartidario”. O digo erizado con Amparito Grisales: “Dios es mi manager”.

Que me perdone el que baraja y da las cartas semejante pragmatismo, perdón, transfuguismo celestial. No le podemos todo el transfuguismo a los padres de la patria.

Dios ha tenido su cuarto de hora de fama estos días en Locombia. El menú nos deparó la visita del “rottweiler de Darwin”, chapa que le pusieron al científico Richard Dawkins, el biólogo evolucionista más teso de la aldea global.

Sostuvo agitado y concurrido agarrón de mechas teológicas con el padre Remolina, jesuita como el papa Francisco, exrector de la Universidad Javeriana, quien nos aclaró que lo de Adán y Eva es puro cuento. Y no hubo baculazo de la jerarquía. Suculento banquete de tolerancia el que nos estamos dando en el campo religioso. Que se repita en el político.

Cierro la tienda recordando dos historias en las que Dios es actor principal: 

1.- una niña le informa a su maestra que está dibujando a Dios. La profe le aclara que nadie sabe cómo es él. “Lo sabrás dentro de un minuto”, responde la menudita que sigue dibujando.

2.- José Luis, cuatro años, le tira línea a su abuelo: “Magia es sacar un conejo de un sombrero. Abuelito, ¿tú puedes sacar a Dios de un sombrero?“.
 

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