“Tanto la quería, que tardé en aprender a olvidarla
diecinueve días y quinientas noches”. Joaquín Sabina.
Ir dejando la academia es doloroso, como todo mal de amor. Que me digan a mí, que me han sacado por la puerta de atrás y a empellones tres veces. La primera vez, aquí, en una universidad pública, cuando me negué a cambiar unos textos de estudio, considerados peligrosos porque su Autor Herbert Marcuse, el filósofo de los rabiosos en 1968 y 70, era referente teórico de los movimientos juveniles de protesta como el Hippie norteamericano. Su notoriedad era tal en el mundo izquierdoso juvenil, que se hablaba de las tres “M”: Mao, Marx, Marcuse. La segunda sacada fue en otra pública, pues fracasé, y no se aceptó mi propuesta de cambio para que se enseñara el Derecho con un criterio empresarial. La tercera, luego de 22 años en la academia privada, porque incomodaba el establecimiento y la medianía regional y a la injusticia.
Sí, como en la canción- que deben oírla-, de Joaquín Sabina el bohemio de Jaén, cantautor y rebelde compañero de Serrat; la academia es una querida ligera, difícil de olvidar: “Tanto la quería, que tardé en olvidarla diecinueve días y 500 noches”.
La nostalgia académica antes de dejarla del todo, la sigo queriendo en las clases nocturnas de 6:00 a 10:00 de la noche, en otra universidad del sector público, con estudiantes de muchos esfuerzos y superación que hacen gratificante todo esfuerzo.
Todas estas reflexiones se me vienen a mi magín, para recordarles a los románticos luchadores por la recuperación de la calidad y de la ética educativa de las universidades Francisco de Paula Santander y de Pamplona, que la capacidad de lucha es lo único que no se puede perder y hay que proseguirla, a la jineta y a la militante como decimos los conservadores, pues definitivamente los profesionales que se quedan en esta tierra de Dios son los que aquí formamos, con medianía o con calidad, según las circunstancias cíclicas que conoce la historia de nuestras instituciones de educación superior.
Es inverosímil, pero el ciclo de crecimiento y de fortalecimiento de la calidad que protagonizaron hombres de enorme talla moral y sabiduría como Rafael Espinoza, Miguel Durán Durán, Guillermo Eliseo Suárez, León Colmenares B., José Luis Acero Jordán, Senén Botello Rangel, Luis Eduardo Lobo Carvajalino, Patrocinio Ararat Díaz, Luis Felipe Zanna, César Darío Gómez Contreras y Adolfo Morales, de pronto, con el nuevo siglo, se vino abajo con la contraposición de un solo nombre. Sí, ello resulta inverosímil.
Estudiantes y profesores rebeldes, deben continuar la lucha, porque como dijo alguna vez el presidente John. F. Kennedy: “Solo la marea alta nivela todos los botes”. Esa marea alta es la calidad. Si no mejoramos la calidad de nuestras instituciones de educación superior, nuestro departamento y nuestra ciudad de Cúcuta, seguirán rezagándose en el concierto nacional. Hay que luchar por la academia aunque nos pague mal y olvidar agravios.
Adenda: Ojalá y cuanto antes, apruebe la Asamblea de Norte de Santander la nueva ordenanza para la empresa Departamental de apoyo financiero a los acueductos municipales que quieren crear. Hay que recibir la “platica”. Ecopetrol técnicamente se quebró, las facultades anteriores, vencieron el 31 de diciembre de 2015 y no la constituyeron.