Ojalá que la decisión de la alcaldesa Miriam Prado Carrascal de descongestionar la zona aledaña al mercado local se mantenga durante los cuatro años de su período gubernamental, por encima de las presiones y protestas de algunos comerciantes y los conductores de los camiones y buses que prestan el servicio de transporte intermunicipal.
La medida de la mandataria municipal arroja resultados positivos, los alrededores de la plaza mayorista y minorista se observan despejados de los vehículos que anteriormente se observaban parqueados durante todo un día.
La movilidad ha mejorado de manera ostensible y los afectados, que son menores a los favorecidos, aducen que en las condiciones actuales no logran el sustento para sus familias, como es el caso de los carreteros y los conductores de los buses y camiones que traen los productos agropecuarios de los distintos municipios de la zona del Catatumbo y el sur de Cesar.
Una medida parecida aplicó el entonces alcalde Jesús Sánchez Clavijo al iniciar su administración, pero como se dice en el argot popular fue “flor de un día”, de tal manera que hay temor porque la decisión de la alcaldesa pueda reconsiderarse debido a las protestas de los pocos perjudicados con la restricción al parqueo sobre las vías que comunican a la plaza de mercado de la ciudad.
Lástima que nuestros gobernantes sean tan variables, porque hay que recordar la macro obra que construyó Corponor en el norte, cerca al matadero municipal, el centro de acopio que nunca funcionó porque los comerciantes se negaron a ocupar la obra que tenía como finalidad oficiar como plaza mayorista , y que le hubiera brindado a los ocañeros la sensación de modernismo y comodidad.
Si queremos pensar en grande, hay que entender que el mercado municipal se quedó corto, obsoleto y que hay que pensar en otro centro mayorista, con más orden, amplitud y hasta seguridad, porque en el lugar actual, reina el caos y la inseguridad, con la cantidad de burdeles que funcionan.
Una situación similar ocurre con la terminal de transportes, localizada al oriente de la ciudad y construida en la segunda alcaldía por elección popular, al comienzo de la década de los 90s, por el economista Luis Eduardo Vergel Prada, en la que la mayoría de locales comerciales están vacíos, porque algunas empresas locales se oponen a despachar desde ese sitio e insisten en hacerlo en pleno centro.
Durante la mayor parte de los años, el movimiento es muy limitado y solo las empresas de transporte nacional despachan desde allí. El aspecto de una verdadera terminal de transporte se observa en cierta temporadas, gracias a la gran afluencia de pasajeros, como por ejemplo la que se avecina en diciembre.
Como dirían algunas personas, a nosotros nos gusta pensar y actuar como pueblerinos, que todo lo tengamos cerca a nuestros barrios, y no proyectarnos como habitantes de una ciudad que quiera modernizarse.
Algunas empresas son tan parroquianas y alcahuetas, que en las madrugadas recogen a los pasajeros en sus propias casas, y si los vehículos llegan en la noche, los llevan a sus residencias, evitando que los taxistas mejoren sus ingresos y que en general se dinamice la economía de Ocaña como una ciudad pequeña y no como un pueblo grande.
El control vial en la zona del mercado y la reactivación de la terminal de transporte, deben tomarse como desarrollo y prosperidad para toda la ciudadanía y “males necesarios” para unos pocos.