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Lo que falta
La vida es un constante proceso de limpieza y, por supuesto, de cambio; pero, especialmente, de identificar aquello que falta, en cada época.
Domingo, 15 de Noviembre de 2015

Sin que suene a claustro, ni a caja de antigüedades, lo que el ser humano necesita es una alegría diferente, que le de vida a su esperanza de realizar sueños que trasplanten la consciencia, que haga correr la sangre con una voluntad fortalecida en la fe en sí mismo.

La vida es un constante proceso de limpieza y, por supuesto, de cambio; pero, especialmente, de identificar aquello que falta, en cada época. Y no es nada fácil, porque en el hallazgo de los nuevos senderos podemos presentarnos, ante el destino, con esa sensación de estar amando lo que antes odiábamos y odiando lo que antes amábamos: es la gran prueba del desconcierto y la perplejidad que, al menos a mí, ocurre cuando pensamos que los odres viejos del corazón deben renovarse. (Pero debe tratarse de conservar la esencia de la madurez en las decisiones).

Superar ese marco teórico de la relación del hombre con su alma es la más arriesgada de las opciones. La gran pregunta es: ¿he agotado todas las posibilidades para ser feliz? ¿qué debe cesar y qué continuar, bajo otros parámetros, para ordenar la casa?.

El peligro es acogernos a las respuestas liberaloides que se nos ofrecen desde la rutina social moderna, porque estamos en un mundo de gente que piensa como hoy, con necesidades de hoy, sin mucho interés por edificar principios diferentes a la propia satisfacción de sus caprichos, de esas cosas que crea la sociedad. De manera que las soluciones no son clásicas, sino modernas: son periféricas y, lo peor, dependen de otros, o de todos, están adheridas a esa especie de cerrazón de conceptos que proviene de la inmediatez y la banalidad.

Es la disparidad entre los héroes de ahora y los de antes, inventados en contextos muy distintos y medidos con diferentes raseros: los de hoy tienen una ética diferente, con una tremenda e inocultable flexibilidad que lesiona los valores fundamentales, con una influencia monumental de los modelos fáciles.

Hay que empezar a desmontar todo cuando se inicia el proceso de limpieza, para que confluyan en el alma sueños y opciones, auténticas, sin dejar pasar lo inicuo de la superficialidad.

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