El presidente electo quiere reformas en el sector educativo y ha sido reiterativo en el sentido de que la educación básica requiere la opción técnica y la capacitación en artes y oficios. También ha manifestado su intención de regresar a la jornada única y además unificar calendarios.
Apunta bien el nuevo mandatario con esta propuesta, pues una de las grandes fallas del sistema educativo es que está produciendo bachilleres fallidos: menos de la mitad logra entrar a la universidad, y de los que ingresan, el 50% deserta.
Esas cifras resultan ser dramáticas y de un impacto fatal para el desarrollo productivo del país, frente a las cuales las autoridades educativas no se han pellizcado al respecto. En la mayoría de naciones desarrolladas el esquema que nos proponen es el que está vigente desde hace muchos años, de tal manera que los bachilleres tienen la capacidad de encontrar una actividad productiva al no ingresar a la universidad, pues han sido capacitados en oficios como carpintería, electricidad, manejo de determinadas máquinas y materiales, ornamentación, etc.
A su vez la posibilidad de capacitarse en las artes, les permite desarrollar habilidades para la música, la pintura, la escultura, la escritura, el teatro y otras actividades, que brindan la oportunidad a los jóvenes para alejarlos del ocio y ocupar el tiempo en otras ocupaciones mas estimulantes y formativas.
Fue precisamente el modelo que implantó el radicalismo en el siglo XIX con lo que se llamó la Misión Pedagógica Alemana, en donde fue posible contratar junto con personal capacitado, ese acompañamiento, para darle el direccionamiento a la educación, pero el experimento se abolió por presión de la iglesia, cuando entró en vigencia la constitución de 1886 con la orientación de la Regeneración, pues se alegaba que esos maestros alemanes que habían llegado a todas las instituciones de formación eran luteranos y podían interferir en la educación religiosa de los estudiantes.
A todo esto hay que agregar la implantación de un esquema para fomentar el pensamiento crítico de los estudiantes, pues es la única manera de formar ciudadanos interesados en profundizar el conocimiento y en generar elementos de valor agregado a lo que se aprende en los establecimientos educativos. La capacidad de raciocinio es lo que abre la mente, lo que robustece el criterio y lo que alimenta el emprendimiento.